Siempre,
antes y ahora las estrellas se alinean,
Un chico y una chica se encuentran por obra del gran destino,
¿Es posible que seamos tú y yo los afortunados?
Todos
me decían que el amor era ciego,
Entonces ví tu rostro y quedé sorprendida,
Finalmente, esta vez tú y yo somos los únicos afortunados...
Es
como, es como, ya sabes, es como,
Enamorarse por primera vez,
Es como, ya sabes, es como,
Enamorarse...
Capítulo 25: ¿Azul o Rosa?
Dos semanas después…
La vida en Suiza es fácil. Ese
sería el calificativo. Cuando se es rico. Todo es increíblemente caro, o por lo
menos así lo veo yo. Nos alojamos en el Swissotel Metropole Geneva, un hotel
que más se parece a un castillo inglés que lo que es en realidad.
No me arrepiento de haber
venido, los paisajes son hermosos y Edward está con la mente despejada
disfrutando del viaje. Hemos disfrutado de la religión en la catedral de San
Pedro, hemos ido al jardín inglés y admirado el reloj de las flores y por
último a Jet d'Eau. Todo es hermoso. Ginebra mezcla perfectamente el alto
desarrollo y la apariencia cosmopolita con la arquitectura tradicional y que da
una sensación cálida.
Es por la mañana y estamos en
nuestra suite. Edward ha pedido al servicio de habitaciones, prácticamente todo
el menú. Me asomo por la ventana y recargo mi cabeza en el marco, Edward me
abraza por la cintura y me besa el pelo, tengo puesta su camisa y él sus bóxers
ya que como todas las noches anteriores hemos vuelto a hacer el amor apasionadamente.
Me siento un poco nostálgica al contemplar el Mont-Blanc alzándose sobre los
edificios, Edward me pregunta todo el tiempo que si estoy bien. Claro que lo
estoy. Es decir, ya hace algún tiempo superé lo de mamá, y cada vez me siento
menos triste por eso. Lo que ella siempre decía es que había que dejar el
pasado en el pasado.
− ¿Te duele?− pregunta con
pesar.
Frunzo el ceño y niego con la
cabeza, no entendiendo lo que ha dicho.
−Creo que ayer fui poco menos
que delicado contigo… fui muy rudo.
El rubor sube a mis mejillas y
una sonrisa idiota se instala en mi cara al recordar nuestro asalto de anoche.
Ambos habíamos bebido más de la
cuenta y comido mariscos… por si fuera poco. A penas entramos a la habitación
prácticamente él ya había sacado mi bonito vestido de Jean Paul Gaultier y
rasgado mi ropa interior, me dejó caer en la cama, me besó y sin más preámbulos
me hizo suya una y otra vez.
−No me duele− miento –Ya estoy
acostumbrada a que seas poco delicado− digo en broma, aunque la verdad sí me
duele un poco.
Se sorprende y me mira –Así que
soy poco delicado…− vacila –Bueno, lo arreglaré.
Me toma en sus brazos y me
sienta en el borde de la cama, me mira un momento y se muerde el labio.
Inclina la cabeza hacia un lado
− ¿Qué haré contigo?− alarga el brazo y toma una fresa del carrito con el
desayuno, la pone sobre mis labios −Come− dice.
Abro la boca y mastico la dulce
fruta, sus ojos se oscurecen y sé que está listo para lanzarse sobre mí… sin
embargo toma otra fresa y me la da de comer, repite lo mismo con una frambuesa
y así sucesivamente hasta que ya no hay fruta.
− ¿Satisfecha?− pregunta
alzando una ceja. Asiento y él lo hace también –Ahora es mi turno. Túmbate.
Me acuesto en la cama con el
corazón latiéndome hasta tronar en mis oídos, expectante ante lo que va a
hacerme.
Toma el recipiente con miel de
maple del carrito y lo alza sobre mi cuerpo, inclina el recipiente y deja caer
un poco del dulce pegajoso sobre mi cuello. Se inclina sobre mí y besa mi
cuello y luego lo chupa delicadamente, luego deja caer la miel sobre mis pechos
y mi abdomen y hace lo mismo. Gimo de placer, Dios… es el mejor desayuno de la
historia.
Edward toma el vaso con jugo de
naranja y bebe de él, luego vuelve a inclinarse sobre mí y me besa obligándome
a abrir la boca, el jugo de naranja se instala en mi lengua y trago. Fresco y
dulce. Y así, Edward hace lo mismo con la miel y el jugo, hasta que posa sus
manos en mis rodillas y abre mis piernas, subiéndolas sobre sus hombros. Alarga
el brazo y esta vez toma el vaso con leche, tiemblo, mi respiración es
errática.
Siento el frío en mi centro y
me remuevo.
−Quieta− ordena.
Vuelve a vaciar un chorro de
leche en mi centro y siento la misma magnífica sensación para luego sentir su
lengua en mi intimidad.
−Edward…
Dejo salir el aire de mis
pulmones y siento mi cuerpo hundirse cada vez más en el placer. Cierro los ojos
y me arqueo no sabiendo qué hacer con mis manos. Edward parece leerme la mente
porque justo en ese instante pone sus manos sobre las mías y las lleva mis
pechos, comenzando a masajearlos. Estoy tocándome a mí misma guiada por él.
Su maravillosa boca me eleva
más y más aliviando el incipiente dolor cada vez menor. Mis pezones están
duros, puedo sentirlo. Introduce su lengua en mí y creo ver puntos de colores.
Gimo fuerte a la vez que siento otra vez el líquido frío en mi centro.
Comienzo a contraerme, mis
piernas, mis brazos… mi cuerpo entero se tensa. Edward aprieta mis manos y
muerde sólo un poco mi pequeño botón y entonces convulsiono y pongo mis ojos en
blanco mientras que grito.
−Ah…Eeeedward… Dios…
Edward devora cualquier evidencia
de mi placer y me mira con ojos oscuros y pupilas dilatadas, sus labios brillan
y por alguna razón eso lo hace más jodidamente caliente.
Sus manos se cierran en mis
caderas y tira de mí hacia abajo, y lo siento. En algún punto se ha quitado los
bóxers.
Entra con una facilidad
enloquecedora en mí, se queda quieto, sale y vuelve a entrar lentamente sin
ninguna prisa.
−Te amo, nena− reza con los
ojos cerrados.
OoO
Abro los ojos y miro hacia la
ventana. El Sol está en su punto más alto, deben de ser más de las doce del
día. Algo en mi vientre se remueve y me obliga a levantarme corriendo. Entro al
baño y cierro la puerta antes de expulsar todo lo que he comido.
Me enjuago con un poco de agua
y me cepillo los dientes. Cuando salgo Edward ya se ha despertado y me mira con
intriga.
− ¿Estás bien?
Asiento –Sólo me ha caído mal
algo− me tumbo a su lado y como estoy demasiado cansada y siento los músculos
como de gelatina vuelvo a dormirme.
OoO
Esta vez, cuando despierto
Edward ya no está conmigo. Me levanto, me pongo una bata y recorro con mi vista
la suite. Está sentado en la sala hablando por teléfono.
Camino hasta él y me siento a
su lado, él cuelga y me abraza.
−Al fin has despertado,
dormilona.
−Sí, y no puedo creer que aún
esté cansada.
−Tal vez sería bueno que
regresaras a dormir− me aconseja.
Niego con la cabeza –Tengo
hambre, ¿tú no?
Me sonríe y marca el número del
servicio a cuarto –Je veux un bol de raclette et une bouteille de vin blanc ...
nous avons de mieux, merci − cuelga y me mira –Tengo que trabajar, hay muchas
cosas pendientes en Cullen Corp. Estaré en el estudio− se levanta –Avísame si
quieres algo ¿está bien?− se inclina y me besa los labios.
Asiento y sonrío. Me acomodo en
el sillón y cierro los ojos por un momento pero en ese instante tocan a la
puerta. Me levanto y recibo lo que Edward ha pedido y cierro la puerta.
Remojo el pan en el queso
fundido y cuando estoy a punto de comerlo el estómago se me cierra y protesta.
Dejo el plato a un lado y corro de nuevo al baño y vomito otra vez. Me enjuago
la boca y me quedo unos instantes sentada sobre el piso pensando en lo que
puede estarme pasando. ¿Habrán sido los mariscos de ayer? Es lo más seguro…
pero en ese momento a la querida Madrastra se le ocurre volver y susurrarme
otra cosa.
Agito la cabeza y decido que
sería bueno ir a caminar. Me pongo un conjunto de Chanel que Edward me ha
comprado recientemente y después voy al estudio y toco la puerta, asomo la
cabeza.
−Voy a ir a caminar un poco−
anuncio − ¿Quieres venir?
−Tengo mucho trabajo nena, ve sola
y toma la tarjeta de crédito del cajón.
−No la necesito− respondo.
−Tómala y si ves algo que te
guste lo compras.
Asiento porque no quiero
discutir, le dedico una sonrisa y vuelvo a cerrar la puerta.
Tomo la tarjeta como me ha
dicho y salgo del hotel.
Afuera hace frío, pero es algo
soportable, además el soplo de aire fresco le sienta de maravilla a mi estómago
revuelto. Camino por las calles mirando sin ver en realidad. Estoy pensando,
meditando en la posibilidad… ¿y si lo estoy? ¿Qué pasará si lo estoy?
He caminado un largo tramo y
decido que es momento de regresar antes de que oscurezca y me pierda.
Descubro una farmacia a la
vuelta y me detengo en seco. ¿Es correcto? Me muerdo el labio, vacilo y
finalmente casi corriendo entro al establecimiento.
El chico de la farmacia me
sonríe y me dice algo, y como no sé francés le hablo en inglés… con suerte me
entenderá.
−Una prueba de embarazo, por
favor. La más efectiva.
El chico entiende, asiente y se
va un momento y regresa con una caja en las manos, la pone en una bolsa y me la
entrega.
Saco la tarjeta de crédito de
mi bolsa y se la doy, cuando tengo el ticket en mi mano salgo corriendo del
lugar y escondo aquella cosa en mi abrigo.
Camino más lento para llegar al
hotel y en ese transcurso de tiempo ha oscurecido.
Entro y atravieso el lobby y
tomo el ascensor. Llego a la suite y Edward está justo frente a la puerta.
−Bella, Dios. Estaba por ir a
buscarte− se oye preocupado.
−Lo siento… sólo han sido unos
minutos. No pensé que fuera a hacerse tan tarde.
− ¿Unos minutos?− me pregunta
mientras cierro la puerta –Te has ido por más de dos horas.
Alzo las cejas. Vaya… sí que he
perdido la noción del tiempo.
Exhala y me abraza –Bueno, ya
estás aquí. ¿Has comprado algo?
Niego –Te dije que sólo iría a
caminar.
−No has comido− dice.
−Empezó a dolerme el estómago
así que...− me quito el abrigo y lo cuelgo en el perchero, procurando que se
disimule el bulto en el bolsillo derecho.
−Regresaré a trabajar, estoy
por terminar. Pide algo de cenar para los dos.
Desaparece de nuevo y yo suelto
el aire, aliviada.
Tomo la prueba y corro a
encerrarme en el baño.
Con las manos temblorosas saco
el dispositivo de la caja y le doy la vuelta para seguir las instrucciones.
Aquí vamos.
No puedo creer que esté
haciendo esto, es una tontería. Es absurdo… es IMPOSIBLE.
Sin embargo me apoyo en el
azulejo del baño y espero los malditos cinco minutos que me parecen una
eternidad.
Estoy preocupada y no sé por
qué. Tal vez sólo sea un problema hormonal. Tal vez es sólo… agh.
Y entonces tomo aquella horrible
cosa en mi mano y cierro los ojos preparándome para abrirlos. Jamás pensé que
mi vida terminaría dependiendo de un color. Ya pasé por esto antes, todo debe
de ser un error. Confío en que sea un error. Dios… que lo sea.
Abro los ojos de golpe y tomo
la caja… azul negativo, rojo positivo. Miro la prueba.
− ¡Maldita sea!− grito sin
poder contenerme. ¡Azul!
Palidezco al momento y una
lágrima resbala de mi mejilla. Esto no está pasando de nuevo… la única
diferencia es que todo parece ser verdadero. ¿Por qué está pasando? Me he
tomado la pastilla a los horarios indicados… tiene que haber una explicación.
Me pongo agua en la cara porque
quiero vomitar de nuevo. Envuelvo la prueba en papel y la tiro en el bote,
desarmo la caja, la hago trizas y hago lo mismo.
Salgo del baño y tomo el
teléfono para pedir la cena, rezando porque mi estómago no proteste otra vez.
Maldita sea, ¿cómo le diré esto
a Edward?
OoO
− ¿Seguro que estás bien?− me
pregunta mientras se tumba a mi lado.
−Sí− susurro.
−No has cenado nada.
−Creo que me cayeron mal los
mariscos de ayer… debe ser eso.
Me abraza y me pega a su pecho.
−Te quiero, nena. Gracias por
estar conmigo.
Sonrío y eso me sube el ánimo
un poco.
−Yo también te quiero, Edward.
Cierro los ojos y agradezco que
él entienda que es estos momentos no estoy de humor para nada.
Espero que mañana sea otro día
y que tenga las ideas más claras para poder decirle esto.
OoO
− ¿Qué te parece si salimos a
caminar tú y yo juntos?
Finjo una sonrisa y asiento.
Aún no le he dicho nada y ya casi va a hacerse de noche. Sé que no puedo
aplazar esto, tengo que decírselo cuanto antes. Tiene derecho a saber, quiero
saber lo que piensa.
Me pasa mi abrigo y bajamos por
el ascensor, entrelaza sus dedos con los míos y salimos a la intemperie.
Camino de su mano disfrutando
del impresionante frío, agradeciendo sentirme mejor, al menos físicamente. No
quiero que él se dé cuenta, pero me conoce bien y no podré seguir con esta
farsa por mucho tiempo.
Pasamos de largo por la calle
llena de nieve y aun con las luces de la pasada Navidad.
−Oye− me dice y se detiene. Me
acerca a su cuerpo y me abraza. − ¿Qué pasa? Has estado así desde ayer que
regresaste de tu caminata.
Oh no. Cuando hace eso siempre
termina sabiendo la verdad de mí.
−Tal vez sólo se aun error
pero… es decir… no es definitivo, tenemos que ir con un profesional… No quiero
asustarte, ¿quién dice que sea cierto? Puede ser sólo un problema hormonal…−
pone un dedo sobre mis labios.
−Estás mareándome, cariño−
sonríe − ¿Qué pasa?
Suspiro –Sé que ya pasamos por
esto antes pero… es posible que esté− carraspeo –embarazada.
Y muy contrario a la respuesta
que esperaba… o a la expresión de su rostro… él suelta una carcajada, se queda
impávido un momento y luego me alza en brazos y me gira.
¿Pero qué diablos? Me deposita
en el suelo y tiene una sonrisa divide rostro, sonrío yo también porque su
alegría es contagiosa.
− ¿Hablas en serio? ¡Dios,
Bella! ¡Es genial! ¿Cuándo te has enterado?
Pestañeo muchas veces –Ayer
cuando regresé de caminar había comprado una prueba, me la hice y salió
positivo.
Frunce el ceño –No pareces muy
feliz con la noticia.
Encojo los hombros –No lo
estoy… quiero decir, a penas voy a regresar a la universidad y bueno…
Cierra los ojos –Temes que por
tu embarazo el matrimonio se apresure− susurra triste.
−Sí− acepto –Te dije que iba a
pensarlo y ni siquiera he tenido tiempo para eso. Es decir, claro que quiero
casarme contigo… pero no tan pronto.
Me acuna el rostro en sus manos
–Oye. Es tu decisión, si tú quieres tener o no a este bebé yo te apoyo, te amo
y estoy dispuesto si tú lo estás. Puedes terminar tu curso en casa cuando ya no
estés en condiciones de levantarte, no necesitas trabajar y lo sabes.
Encontraremos la solución a lo que sea que decidas…. Y si decides que vas a
tenerlo eso no quiere decir que nos casaremos, no hasta que tú lo quieras.
−Eres un gran hombre Edward ¿lo
sabías?− y cuando lo digo tomo una decisión definitiva.
Suelta una carcajada –Soy sólo
en lo que tú me has convertido. Ahora, ¿quieres seguir caminando o quieres
regresar?
−A propósito de eso− digo −
¿Cuándo vamos a regresar?
Y me arrepiento de preguntarlo
porque su sonrisa se acaba –Carlisle me llamó hoy diciendo que la empresa
necesitaba tenerme allí. Regresaremos pasado mañana.
Y agradezco su respuesta,
estaba ansiosa por regresar, aunque sé que para él no es fácil.
− ¿Anne sigue allí?
−No lo sé. No he tenido el
coraje de preguntarle.
−Bueno, sabes que lo que sea
estoy contigo.
−Lo sé.− se queda callado.
−Oye, he visto un bonito
vestido en una tienda y quiero usarlo mientras aún me quede.
Pestañea y sonríe de lado −
¿Quieres decir que…?− su boca se queda abierta.
Asiento frenéticamente –Nada
podría hacerme más feliz que hacerte feliz.
Me acerca a él, me abraza
fuerte y me besa tiernamente.
OoO
En Nueva York…
− ¡¿Cómo que le has perdido el
rastro?!
− ¿Quieres calmarte? Todo el
mundo te está viendo.
Tanya se sienta y respira −
¿Cómo que le has perdido el rastro a Edward? Seguirlos era tu único maldito
trabajo.
−Lo sé. Estuvieron en Forks
apenas unos días, una semana más en Aspen y luego desaparecieron.
− ¿Y qué se supone que hacemos
ahora?
−Tranquila. Regresarán, el
idiota de Cullen no puede estar demasiado tiempo alejado de su empresa.
−Más te vale, Jacob. Más te
vale.
− ¿Te has enterado de algo más?
Tanya le guiña un ojo –Bueno,
me he enterado de que la pobre ex de Edward anda por ahí de bar en bar
desahogándose.
− ¿Qué sugieres?
−Obviamente no voy a dejar que
esa inútil se quede con Edward, pero mientras sería una buena aliada, además
tiene mucho dinero.
− ¿Quién es ella?
− ¿Quién iba a ser? Victoria
Sutherland.
OoO
−Y dime Carl, ¿cuándo regresará
mi querido sobrino? Ya quiero verlo de nuevo y conocer a su novia.
−Precisamente hoy he llamado a
Edward− Carlisle abraza a Esme –Y me dijo que estaría aquí pasado mañana. ¿No
es genial?
−En magnífico. Tengo tantas
cosas por decirle a… ¿cómo es que se llama?
−Isabella, tía Anne− responde
Emmet.
−Ah sí, a la querida Bella.
− ¿Cómo qué cosas?− pregunta
Alice en tono sarcástico.
Anne finge una sonrisa –Ah,
cosas de cuando Edward era un bebé, o las travesuras que hacía de niño. Espero
que Bella no se asuste con esas historias.
−Bella es fuerte, tía Anne. Se
necesitarán más que simples historias para alejarla de él. Además, Edward la
adora.
Y obviamente, Anne y Alice son
las únicas que entienden el doble sentido de esas palabras.
Anne asiente gentilmente
mientras maldice por dentro a la pequeña Alice, esa chiquilla iba a ser un
problema para ella.
OoO
Un día después...
Abrazo a Edward por detrás y
beso su espalda aún húmeda por la ducha, me toma del brazo y me tira en la
cama.
− ¿Te ha gustado?
−El mejor sexo bajo el agua que
he tenido− respondo.
Me besa en los labios y me
muerde.
− ¿Estás listo?− le pregunto.
− ¿Para qué?
−Para volver.
−No. Pero tengo que hacerlo.
Tenemos que….
−Todo va a estar bien Edward,
confía en mí.
−Lo hago. ¿Por qué otra cosa
regresaría a esa ciudad?
Ambos nos vestimos y hacemos
las maletas. Me pongo el vestido que compré ayer de Ada Zanditon y unos tacones
azul pálido de River Island. Desayunamos unos ricos waffles y huevos. Edward
cancela la suite y nos montamos en un taxi.
Llegamos al aeropuerto a las
nueve menos quince.
− ¿Quieres un café?
−No, estoy bien− le sonrío, el
asiente con expresión tensa −Oye− lo llamo –Tienes que relajarte, no vamos a la
guerra. Es sólo Nueva York, león; tú ciudad.
Me pone una mano sobre el
vientre y cierra los ojos –Tú y esta pequeña cosa que crece dentro de tu
vientre son lo más importante de mi vida.
El corazón se me ablanda.
Escuchar a Edward decir esas cosas…
−Cuando te conocí lo menos que
querías era una familia− le recuerdo.
−Tú cambiaste eso. Quiero
cualquier cosa que te incluya.
− ¿Cuándo se lo diremos a tú
familia?− le pregunto.
Su expresión cambia –No… creo que
ver a mis padres en este momento sea lo mejor. ¿Lo entiendes, verdad?
−Sí, claro. Después de todo yo
tampoco sé cómo decírselo a Charlie.
− ¿Tienes miedo?
− ¡No! ¡Nada de eso! Es que…
siento que nos estamos tomando esto con demasiada naturalidad. Es decir,
¿recuerdas el susto que pasamos hace tiempo cuando pensamos que estaba
embarazada?
−Sí, lo recuerdo bastante bien−
aprieta mi mano –La vez que pensaste en abandonarme.
Tuerzo la boca –En ese momento
pensé que sería lo mejor. Ahora veo cuánto me había equivocado.
La voz de una mujer suena en
toda la sala de espera anunciado que nuestro vuelo estaba listo a partir.
−Es hora− me dice y se levanta.
Me levanto con él y juntos
cruzamos el pasillo.
OoO
Cuando el avión aterriza es de
noche en Nueva York.
Tomamos un taxi y debido al
tráfico tenemos que desviarnos por Times Square.
Llegamos al departamento de
Edward y depositamos las maletas en el suelo de la sala.
−Estoy muerta− susurro.
−Es mejor que nos vayamos a
dormir. Tenemos cita en el médico para que te revise.
Asiento –Bien.
No tengo absolutamente nada de
hambre, hemos comido en el avión y las alturas no me sentaron nada bien. Tengo
el estómago revuelto, pero creo que puedo controlar las náuseas.
Me cepillo los dientes y el
cabello, me pongo el pijama y me acuesto a lado de Edward. Él pone su mano
sobre mi vientre.
−Hasta mañana, nena− me besa el
pelo y se queda profundamente dormido.
Yo, en cambio sonrío como boba
y pongo mi mano sobre la suya.
OoO
− ¿A caso mi querido Edward no
piensa venir a visitarnos?− pregunta Anne.
−Claro que lo hará− responde
Carlisle –Pero el vuelo aterrizó muy tarde a noche, deben haber llegado
muertos.
−Ya son las doce− anuncia Emmet
–Será mejor que mi hermanito se apure, o no podrá ver a mi tía Anne ni a los
abuelos… que por cierto siguen dormidos…
−Ya vendrá Edward, hermana−
responde Esme y deja salir una sonrisa –Ya quiero que lo veas, Bella es tan
buena para él… es como si fuera otro chico. Es más sociable, más alegre…
−Sí, sí. Quiero conocerla de
una vez.
−Oh, tía Anne. Ya verás cuán
felices son ellos dos. Por cierto Esme, Belli me ha llamado diciendo que tenían
buenas noticias que darnos− grita Alice.
− ¿Oh, en serio? ¿Cómo qué
será?− pregunta Anne con falso interés.
−Tal vez sea que por fin van a
casarse. Bella es la una chica en este planeta que aguantaría a Edward− murmura
Rose distraída mientras lee una revista.
−Espero por su bien que no−
susurra Anne demasiado bajo.
− ¿Qué has dicho?− pregunta
Alice, aunque ha oído muy bien.
−Que el té con limón, no− dice
más fuerte mientras toma su taza.
OoO
−Señor, la paciente del cuarto
400 no está− informa el enfermero.
− ¿Tiene la hoja con la
información de la paciente?
−Sí, señor. Aquí está.
El doctor de levanta de un
golpe − ¡Encuéntrenla cuanto antes! ¡Esta paciente está clasificada como
"de alto peligro"! ¡Búsquenla! ¡No puede estar muy lejos!
−También ha lastimado a un
compañero, está en enfermería en este momento.
− ¿Qué no oye lo que he dicho?
¡Encuéntrenla!
El doctor Petrescu se deja caer
en su asiento y hace una llamada de emergencia.
− ¿Sí? ¿Señor Cullen? Sí… pasa
algo. La paciente Rachel Collins ha escapado.
OoO
El doctor Green me hace un
ultrasonido, y nos dice a Edward y a mí que sí, que estoy embarazada, pero que
el bebé aún es muy pequeño.
− ¿Cuánto tiempo tiene, Green?−
pregunta él.
−Un mes como mucho− responde.
Me pongo a hacer cuentas y
concluyo que quedé embarazada la noche que Edward y yo lo hicimos en la cocina
o poco antes.
−Quiero saber si el bebé está
bien− musito –Me tomé la pastilla varias veces y estoy preocupada por él.
Al doctor asiente –Voy a
mandarte a hacer unos estudios, aunque por lo que veo está bien.
− ¿Aún no podemos saber qué
es?− pregunta Edward.
-Hasta los cinco meses como
mínimo no empieza a distinguirse el sexo del bebe− responde –Voy a mandarte
unas vitaminas y acido fólico, es todo.− me sonríe dirigiéndose hacia mí
El doctor se va unos momentos y
aprovecho para hablar con Edward.
−¿Estás listo para ir donde tus
padres?
−Sí, es lo mejor decírselos
ahora.
−¿Y si Anne sigue ahí?−
pregunto.
−Esa perra puede irse al
carajo. Solo tú y él o ella me importan.
Y me da un beso en la frente y
una lágrima se desliza por mi mejilla.
OoO
Canción:
Lucky Ones
Artista:
Lana Del Rey