Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.
En las mañanas,
Estaba ansioso,
Era mejor quedarse en cama,
No quería volver a fallarme.
Corriendo por entre todas las opciones,
Y los finales,
Que daban vueltas en frente de mí,
Pero se me hacía imposible escoger un hilo con que comenzar.
Y no podía amar,
Porque no podía amarme a mí mismo,
“Nunca lo suficientemente bueno, no”
Eso era todo lo que solía decirme,
Y no estaba bien,
Pero no podía ayudarme,
Estaba renunciando a la vida
Y todos los finales muertos,
Y decepciones,
Se borraban de tu memoria,
Preparada para que esa vida solitaria terminase.
Y me diste amor,
Cuando no podía amarme a mí mismo,
Y me hiciste cambiar,
La idea que tenía de mí,
Y eres paciente, amor,
Y me ayudas a ayudarme,
Y me salvas,
Y me salvas,
Sí, me salvas.
Capítulo 21: Estamos Juntos.
Estoy nerviosa como el infierno. Hoy por la noche saldré con Alice y
Rose de fiesta. No sé qué ponerme y además tengo que avisarle a Edward en qué
sitio será.
Recuerdo nuestra pequeña discusión de ese día… dijo que me compraría un
auto. ¡Mierda! No lo ha vuelto a mencionar. Cosa que agradezco. Aunque sé que
sigue pensándolo.
Mañana es el lanzamiento. ¡Mierda! Donde Edward anunciara lo nuestro y
oficialmente todo el mundo sabrá que estamos juntos. También llegará Charlie…
¡oh!
No sé si las cosas saldrán bien, pienso que no. Después de que Edward
haya anunciado nuestro noviazgo, le presentaré mi renuncia. Eso no acabará muy
bien, lo sé, pero es que he ido de nuevo con el psiquiatra Gerandy que ha
reforzado la idea de que tengo que buscar empleo en otro lado. Edward y yo
necesitamos distanciarnos un poco. No ser tan dependientes el uno del otro.
Me molesta la idea de que si no trabajara para Edward como su asistente,
no me hubiera enterado de muchas cosas… y me habría evitado disgustos y peleas
con él.
Estoy tirada en el sillón de mi apartamento, acabo de
llegar de la universidad y estoy muerta. Hoy fueron los exámenes de fin de
semestre. Estoy mentalmente agotada. Edward está en la cocina preparándome algo
sabroso, huele bien.
−Edward− le llamo.
Él voltea y me mira –Dime, nena− me guiña un ojo.
Me derrito. Los últimos días han sido como miel sobre
hojuelas para los dos. No hemos peleado por absolutamente nada. Es genial.
−Alice me ha llamado para decirme que iremos a Cielo− le informo.
Asiente –Eso está bien, sé dónde queda− contesta − ¿A qué hora quieres que te recoja?
−A las doce estaría bien.
−Muy bien, ahora lávate las manos. La cena está lista.
Corro al baño y hago lo que me dice. Luego los dos nos
sentamos en la mesa y platicamos sobre todo lo que pasó en nuestro día.
..
..
..
Son las seis de la tarde, y he quedado con las chicas
a las nueve. Tengo tiempo para arreglarme.
Edward se ha ofrecido a llevarme, cosa que agradezco,
porque así no tendré que estar reportándome cada cinco segundos para
decirle dónde estoy.
Me meto en la ducha. Edward está en la sala haciendo
unas llamadas, por lo visto le llevará un buen rato .
Lo admiro. Es tan joven y aún así puede mantener a un
imperio entero él solo. Me preocupa que, como dijo Esme, Cullen Corp lo absorba
del todo algún día.
Salgo de bañarme y saco del clóset un vestido que
compré hace algún tiempo. La verdad prefiero ponerme unos vaqueros y una blusa
cualquiera, pero Alice me ha llamado insistiéndome en que me ponga un vestido
corto y llamativo, supongo que el vestido marca Blumarine azul de lentejuela y
repujado quince dedos por encima de la rodilla. Lo tengo entre mis manos.
Cumple con esas características.
Me lo pongo y me miro en el espejo. ¡Madre mía! ¡Nunca
me he puesto un vestido tan corto! Me preocupo porque sé que a Edward no le
gustará demasiado. Respiro y me encojo de hombros. No tengo otro vestido que
cumpla con las funciones de “corto y llamativo” así que ésta es mi única
alternativa.
Me pongo una pulsera, que a la vez tiene muchas otras
de Vionnet, me maquillo poniendo un poco más de sombra azul en mis párpados y
delineo mis ojos, un poco de gloss y es todo. Estoy llevando mucho más
maquillaje del que suelo llevar cualquier otro día. Mi cabello hoy no está de
mi lado, es un completo desastre y eso que aún está mojado. Sé que cuando se
seque será lo más horrible del mundo. Decido hacerme un moño algo improvisado
con un par de mechones sueltos a cada lado de mi cara. Por último me pongo unos
zapatos –muy brillantes- con tacón altísimo de Alejandro Ingelmo. Me miro en el
espejo y me gusta. Es más, creo que estoy estupenda. Me doy unas imaginarias
palmaditas en la espalda porque lo hice bien.
Por último cojo un clutch plateado que casi nunca uso
de Michael Kors y ya estoy lista. Miro el reloj que hay en mi mesita de noche.
¡Ocho y media! ¡Dios! Y eso que presuntamente me había arreglado rápido… o eso
me pareció a mí. Respiro varias veces antes de salir a la sala y dejar que
Edward me vea. Rezo una oración en silencio, y de pronto me doy cuenta que
estoy más nerviosa de lo que debería. ¡Vamos! ¡No es que vaya a tomárselo TAN
mal!
Camino hasta el centro de la sala, Edward está
recargado en la ventana hablando por teléfono. Está muy metido en sus asuntos,
hasta que de pronto desvía la vista de la ventana y sus ojos se clavan en los
míos, va bajando la mirada poco a poco por mi cuerpo, examinándome toda. Me
sonrojo.
−Sam, te llamo después− dice y cuelga.
Se mete la Blackberry en los vaqueros y camina hacia
mí. Sus ojos verdes vuelven a clavarse en los míos.
− ¿Tan corto?− pregunta, y en su voz percibo la
angustia. Trago saliva. Vaya, esto no me lo esperaba.
− ¿No te gusta?− titubeo, y en un acto reflejo tiro
de la tela hacia abajo intentando que el vestido sea menos corto.
Él se pasa una mano por el cabello − ¿Que si no me gusta? ¡Cristo, Isabella! En este
momento no quiero hacer más que encerrarte en este lugar para que sólo yo pueda
verte con esa maravilla puesta.
Suelto el aire. ¡Le gusta! ¡Sí!
Asiente con la cabeza, toma su chamarra negra de piel
del sillón y me la pone sobre los hombros.
−No quiero que te resfríes− dice –Anda, vámonos antes de que cambie de idea.
Su voz se vuelve ronca, de pronto yo también quiero
que me encierre en este lugar.
OoO
Llegamos a Cielo, el local más VIP y de moda de la
temporada en todo Nueva York, ubicado en Little West en la 12th street.
La fachada es roja y negra, hay una fila enorme de
gente intentando entrar.
Edward estaciona en la acera de en frente y me abre la
puerta. Me toma la mano y atravesamos la calle. Veo de inmediato a Alice y Rosalie
caminar hacia nosotros. Alice tiene puesto un vestido negro muy corto y bonito
que hace lucir su encanto y delicadeza personal, mientras que Rosalie está
lista para ser nombrada la “mujer del año” de GQ* con su vestido rojo y escote
tremendo pero sin llegar a ser vulgar.
−¡Hola, Belli!− me abraza Alice −¡Wow! ¡Estás genial! Edward− saluda en un tono más serio. Ruedo los ojos. ¿Acaso
nunca se llevarán bien?
−Estás lista para arrasar en la pista− me alaba Rosalie –Hola, Edward.
Edward no ha dejado de tomar mi mano.
−Bien, vamos− dice Alice ante el silencio sin
remedio de Edward. Yo asiento.
Hago un intento de irme pero él me sostiene fuerte,
pasa las manos por mi cintura y me besa apasionadamente. Me dejo llevar y me
derrito en sus brazos. ¡Cuánto lo amo!
−Tengo que… irme− le digo en un susurro. Él pega su
frente a la mía.
−Vendré por ti a las doce. Por favor, no tomes
demasiado y no bailes con nadie que no sea Alice o Rosalie. ¡Dios, quisiera
ponerte un hábito de monja!
Me muerdo el labio –Tranquilo, león− digo con voz suave –Eres al único al que quiero, no dejaré que nadie más
se me acerque. Y recuerda, todos pueden ver lo que se les de la gana, tú puedes
ver, tocar y jugar− le guiño un ojo.
Él se queda boquiabierto unos segundos, luego parpadea
y sonríe –Vas a ser mi perdición, Bella− Me suelta la mano y yo camino, aún con su chamarra
puesta en mis hombros, hasta Alice y Rose que están cruzadas de brazos y
golpeando el suelo con su pie.
−¡Dios, Belli! ¡Y yo que pensé que no había pareja más
melosa y estúpidamente romántica en el mundo que mi Jazz y yo!− grita la pequeña duende.
−Sí− continúa Rose –Parece que no van a verse en un maldito año.
Yo apenas escucho lo que dicen. Veo cómo Edward cruza
la calle de nuevo y se monta en el Aston, me hace un gesto de despedida con la
mano y yo se lo devuelvo.
−¡Oh por el amor de Dios!− se queja Alice −¡Vámos Bella, o no entraremos nunca!− me jala de la mano y sólo basta con
que el cadenero vea a Rosalie para que se haga a un lado y nos haga un gesto
con la mano.
−Señora Cullen y compañía, entren por favor.
Rosalie le dedica una sonrisa –Gracias
Raoul− pasa a su lado y nosotras con ella.
..
..
..
Cielo esto si que es un local con estilo de pies a
cabeza. La pista está llena y las luces y el humo son avasalladores.
Vamos hasta la zona de arriba, que supongo es la VIP y
tomamos asiento en unos cómodos sillones con una mesa en el centro. Unos diez
segundos después un mesero se acerca. Es alto, rubio y bronceado… se podría
decir que acorde con el resto de la decoración.
−¿Qué les ofrezco?− pregunta.
−A mí tráeme un Dratini original, por favor− dice Rose y yo me pongo nerviosa.
¡Mierda! ¡No tengo idea de qué pedir! Creo que hubiera
sido mejor buscar en Google qué bebidas pedir antes de haber venido.
−Yo un Sex on the Beach− ordena Alice.
−¿Y usted?− pregunta hacia mí.
Abro la boca para decir algo… ¡mierda! ¿Qué digo, qué
digo? Entonces recuerdo una conversación banal que había tenido con Edward hace
ya muchísimos días.
−¿Entonces te encanta el vino?− pregunté.
−Depende− contestó –Para una cena sí, para estar en casa también. Si se
trata de salir de fiesta por las noches pido el clásico Tom Collins.
−¿Qué es eso?− le pregunté en una risa.
−Es el trago más famoso que existe, es más, hay un vaso
de bebida que lleva ese nombre− me besó en la frente –Oh, mi Bella. Hay tanto por enseñarte…
Regreso al presente.
−Un Tom Collins− digo rápido. El mesero asiente y se
va.
¡Uf! De la que me he salvado.
Alice y Rose se enfrascan rápidamente en una
conversación a la que no se le ve final.
−… pues sí, Rose. Mi Jasper no ha querido irse a
Italia. Pero ya ves… sólo nos quedan dos días aquí. Hoy y mañana, luego nos
iremos.
Me sumo a su plática.
−¿No quieres irte, verdad Alice?− pregunto con pesar.
Ella niega –No Belli, aunque mi sueño siempre ha sido viajar a las
capitales de la moda, como Milán, pero ahora ir a Italia no me causa alguna
emoción. Voy a dejar todo… mis estudios en Parson’s, a mi familia, a mis
amigos… y a esta ciudad maravillosa a la que estoy acostumbrada desde que nací.
−Yo iré a visitarte en cuanto pueda− le dice Rosalie –Además… no te pongas triste, la estancia en Italia de
Jasper y tuya no va a ser permanente y lo sabes. Edward ha dicho que en cuanto
Cullen Corp. Italia esté de nuevo a flote Jasper y tú regresarán de inmediato,
y aunque Edward sea un idiota total− me mira pidiéndome perdón –Siempre cumple lo que dice.
Asiento y trato de dejar a un lado el insulto de Rose –Además
Alice, sabes que no es obligatorio que te vayas. Puedes quedarte aquí.
−Ni pensarlo Belli− murmura –No concibo separarme de Jasper. ¡Se irá a Italia! ¡Al
otro lado del mundo! Tengo que ir con él.
Sonrío para mí misma. El amor entre Alice y Jasper es
casi tan grande como el de Edward y el mío.
−¡Bueno, bueno!− aplaude Rose −¡Vinimos aquí a pasarla bien! Cambio de tema.
Asentimos y en ese momento nuestros cocteles llegan.
El de Alice, que es un Sex on the Beach –no quiero
saber por qué el nombre− se ve fresco y llamativo. La bebida es rojo con
amarillo y está decorada con una cereza y un pedazo de naranja. La de Rosalie
me llama particularmente la atención. Su trago está servido en una copa de
Martini, la bebida es azul y tiene un copete de crema batida encima. Se me
antoja. Luego el mío, el Tom Collins, el contenido es transparente y con mucho
hielo, adornado con un montón de naranja y cereza. Lo tomo y está delicioso,
aunque percibo que contiene mucho alcohol.
Pasa el rato, estamos platicando de lo que queremos
hacer a futuro. Yo me callo y sólo escucho. No tengo idea de lo que haré a
futuro. Cuando era pequeña, me encantaba hacer planes de lo que sería mi vida
cuando fuera grande, simplemente ahora hacer eso me da pavor. He aprendido a
vivir –o algo así− día a día, sin molestarme en pensar lo que pasará
mañana. Y es que es casi obligatorio que viva de este modo. Con un hombre como
Edward a mi lado el cambio en constante, no hay nada seguro, más que el amor
que nos profesamos a puerta cerrada y a veces frente al mundo.
−Rose ¿cómo dices que se llama tu trago?− pregunto cuando termino con mi Tom
Collins.
−Dratini− me contesta −¿Por qué? ¿Quieres uno?
Asiento.
Rose alza la mano y el mesero está ahí de inmediato.
−Tráigame otro Dratini, un tequila margarita y…− hace un gesto con la mano a Alice.
−Un bourbon Manhattan− contesta ella ante la pregunta no
hecha de Rose.
El mesero asiente y se va. Luego Alice se levanta y
grita:
−¡A bailar, chicas!− pasa frente a nosotras y nos jala
de la mano a Rose y a mí. ¡Oh, no! Soy un desastre para bailar.
Pongo un pie en la pista, me bajo la falda del vestido
inútilmente y conseguimos las tres hacernos un lugar en la enorme, pero llena
pista. Está sonando Pound the Alarm de Nicki Minaj, es buena. Rosalie comienza
a mover las caderas con un ritmo excepcional y Alice hace lo mismo, lo único
que yo consigo –tanto por mi torpeza al bailar como por mi timidez ante el
público− es cambiar mi peso de pie una y otra vez a un ritmo
constante. Cuando Nicki Minaj está cantando pidiendo que le sirvan un poco más
en su copa Alice me toma las manos y mueve las caderas, invitándome a que yo
haga lo mismo. ¡Ya, vale! ¡Lo haré! Imito sus movimientos, ella me sonríe y me
suelta. Pronto las tres estamos bailando con ritmo y yo consigo no caerme.
Bailamos una canción más, luego mis pies ya no
aguantan y nos vamos de regreso a la mesa a terminar con nuestras bebidas.
Justo como lo esperaba el Dratini que he pedido está delicioso… y el color es
divertido.
Acabo con mi coctel y Rosalie pide otros tres más.
Menciona otro trío de nombres de bebidas que no conozco.
..
..
..
Rosalie está totalmente borracha, y habla como
camionero. Yo río ante sus elocuencias y Alice se tapa la cara con las manos
por la vergüenza.
−¡No te tapes la cara, Ali!− grita Rose por encima de la música
vibrante −¡Todo
lo que digo es cierto!
Alice la mira −¡Oh, ya cállate Rose!
−Es verdad− agita su trago −¡Mi Emmet es un tigre en la cama!
Me sonrojo un poco. Rose me mira.
−¿Y qué hay de ti, Bella?− arrastra las palabras.
Frunzo el ceño −¿Sobre qué?
Ella ladea la cabeza −¿Qué tal es Edward en la cama?
Abro la boca para decir algo, pero no puedo. Oh, estoy
avergonzada. Encojo los hombros. ¿Qué le digo? ¿Es un total Dios del Sexo? Esa
sería la verdad.
−No te importa− le digo y tomo un sorbo de lo que
sea que tengo en mi copa.
Rose asiente, sonríe y pronto está hablando de otra
cosa.
Bueno, decir que está hablando de otra cosa es mucho.
Se ha salido del tema del sexo pero sigue hablando acerca de Emmet, preguntando
a Alice de Jasper y a mí de Edward. Por lo menos pregunta cosas que SÍ puedo
contestar. Por ejemplo: ¿Qué es lo más bonito que te ha regalado? ¿Cuántos
besos se han dado? ¿Cuál ha sido el lugar más extraño en donde han estado? Y
así.
El mesero se acerca de nuevo y Rosalie pido una jarra
de cerveza. Comienzo a preocuparme por la cuenta, no he traído mucho efectivo y
no tengo idea de cuánto cuestan todas las copas que me acabo de tomar. La única
tarjeta de crédito que tengo es la de nómina, la que he tenido que sacar −obligatoriamente− para ir al banco y recibir mi
sueldo.
Alice trata de sacarme de nuevo a bailar, pero debido
a mi estado no estoy segura de si podré mantenerme por mucho tiempo sin caerme
en la pista. Sólo Rose y ella se paran a bailar.
La cerveza llega y el mesero nos sirve un poco.
Saco la Blackberry y veo la hora. Once veinte. Decido entonces
llamarle a Edward aunque todavía no sean las doce. Quiero irme a casa y estoy
muy cansada como para esperar a que sea media noche.
−Isabella− me contesta al primer tono y noto
el alivio en su voz.
−Hola− digo y suelto una risita.
−¿Estás borracha?− pregunta entre divertido y enojado.
Me estremezco ante el sólo pensamiento de que posiblemente al llegar a casa
querrá castigarme por pasarme de tragos.
−Un poco, tal vez− contesto −¿Puedes venir por mí? Estoy cansada.
−En quince minutos estoy ahí− me dice y cuelga.
Rosalie llega y le da un sorbo a su copa.
−¿Qué?− pregunta mirándome −¿Le has llamado a papi Edward para reportarte?
¡Agh! ¿Por qué carajo no entiende que no debe meterse
en mi vida con Edward? Un enfermo pensamiento susurrado por la parte oscura de
mi me viene a la cabeza A
Rosalie le gusta Edward y por eso su constantes reclamos y frases mordaces. Agito la cabeza. No. Eso no. Me estoy volviendo
completamente paranoica.
No le contesto nada a Rose y desvío la vista hacia
Alice, que está bailando sola y desinhibida.
Momentos después las dos llegan y Alice se sirve y
toma cerveza como si fuera agua.
−Pide otra jarra, Rose− dice ella.
Como el mesero no se ve por ningún lado acompaño a
Rosalie a la barra para pedir otra jarra de cerveza. La verdad creo que ya me
pasé un poco con el trago. Estoy un poco mareada no quiero que se acentúe más.
−Dame un vaso con agua helada, por favor− pido al barman.
Tomo con avidez el líquido frío y refrescante y me
siento mejor. Rosalie me mira de nuevo.
−Y bien, ¿vas a contestarme por fin?− inquiere.
−¿Sobre qué?
−No te hagas la tonta− dice −¿Qué tal es Edward en la cama?
Me ruborizo mucho más que antes, ya que el alcohol que
había en mi sistema y que me hacía un poco menos desinhibida ha desaparecido notablemente
gracias al agua helada. Bajo la vista y encojo los hombros de nuevo. Si le digo
a verdad… tal vez
hasta sienta envidia, pienso mordaz.
−Regular− grito para que pueda escucharme, y
eso la da más fuerza a mis palabras.
Ella enarca una ceja y apunta con el dedo índice a mis
espaldas. Un escalofrío me recorre. Me giro y ahí está Edward, mirándome
divertido viéndose delicioso en jeans oscuros de mezclilla, camisa banca y
americana negra de cuello alto.
−Hola− saludo, pero mi voz sólo consigue ser un susurro.
Carajo. ¿Acaso me habrá escuchado?
Toma mi mano y se la lleva a los labios, me besa un
nudillo. Alza la vista con ojos oscuros.
−Así que regular…− dice vacilante.
Oops. Creo que me ha escuchado.
−Em…sí… es decir no…es que…− balbuceo como retrasada.
Edward alza su vista –Buenas noches Rosalie, Alice− saluda.
Me giro, ¿Qué hace Alice también aquí?
−Tardaron mucho así que decidí venir a ver si todo
estaba bien− me responde ella ante mi respuesta no hecha.
Asiento, diciéndole que entiendo sin palabras.
−Ven− me dice Edward jalándome de la mano –Vamos a bailar.
¿QUÉ? Oh Dios, ¿voy a bailar al lado del hombre “todo
lo hago perfecto”? Agito la cabeza negativamente.
−No Edward. No sé bailar.
−Oh, claro que sí sabes− me sonríe.
Dejamos a Alice y a Rosalie atrás y luego llegamos a
lugar en el que todos están bailando.
Entonces comienza la canción de Rihanna y Calvin
Harris “We found love”
Edward me toma la cintura, él comienza a moverse
estupendamente bien como siempre y yo trato de seguirlo. La canción es muy
buena y el tono también, además de la letra. Me
acerco a Edward y canto en su oído. Is the way I’m feeling. I just can’t deny. But I’ve got to let it go.
Él
me sonríe tiernamente. El coro de la canción es
bastante apto para los dos. Hemos encontrado el amor en un lugar sin esperanza.
Él me hizo sentir viva de nuevo cuando yo pensé que jamás mi vida sería igual
tras de la muerte de James… mí querido James… y yo, yo reviví a su corazón
cuando él pensaba que era un monstruo.
Aunque la canción es electrónica y amerita agitar las
caderas y alzar las manos al aire, Edward y yo estamos abrazados bailando en
nuestra burbuja personal. La canción termina. Edward me arrastra fuera de las
luces fluorescentes del lugar para bailar.
−Vámonos− me dice al oído, con sus dedos
entrelazados con los míos.
Llegamos de nuevo a la barra, donde siguen Alice y
Rose. Me suelto de él y abrazo a Alice dándole un beso en la mejilla.
−Hasta mañana Alice− susurro con una sonrisa. Ella me
sonríe igual.
Luego es el turno de despedirme de Rose.
−Adiós, chica Playboy− digo graciosa –La he pasado genial chicas, gracias− agradezco a ambas, ellas me
contestan con una sonrisa.
−Gracias por venir Belli. Esto no hubiera sido lo mismo
sin ti.
−Si Bella, vuelvo a decírtelo. Estás genial con ese
vestido.
Edward me toma la mano de nuevo.
−¿En qué van a irse chicas? Si quieren Edward puede
llevarlas− ofrezco, Alice hace un gesto vago con la mano.
−No, está bien. Yo llevaré a Rose a casa.
−Pero ¿estás en buen estado para conducir?− pregunto preocupada. No quiero que
les pase nada.
−Ya he llamado a Jasper y Emmet− interrumpe la fuerte voz de Edward.
Todas nos giramos a verlo –Dicen que estarán aquí en…− mira su reloj –menos de cinco minutos.
Rosalie está que echa humo, al igual que Alice. Es
evidente que no les ha agradado el gesto que Edward ha tenido, aunque no
comprendo por qué; es lo mejor que Emmet y Jasper vengan por ellas.
−Gracias como siempre, Edward. Tu sí que sabes qué
hacer− dice Rose con sarcasmo.
Edward no hace caso.
−Bien, nos vamos. Alice, te veo mañana en la oficina.
−Edward− le llamo –Tengo que ir a la mesa por tu chamarra− Asiente y me suelta la mano.
Regreso de inmediato y él me ayuda a ponerme de nuevo
la chaqueta encima.
Me despido de la mano con las chicas. Él da media
vuelta así como yo y caminamos hasta la salida.
Ya en el auto, Edward arranca y se pone de inmediato
en el tráfico.
−¿Por qué has llamado a tus hermanos para que vengan
por ellas?− pregunto con indiferencia.
−¿Tiene algo de malo?− responde.
−No, es sólo que sé que ni Alice ni Rose te caen bien.
No lo hiciste porque te preocuparas por ellas− no es una pregunta −¿Por qué lo hiciste entonces?
Edward cambia de velocidad –Es
posible que tengas un punto a tu favor. Tus amigas no me caen bien, ni siquiera
Rose por ser mi cuñada. En realidad, si llamé a Jasper y a Emmet es porque son
mis hermanos y me preocupo por ellos. Ambos están enamorados de ellas
respectivamente, y sé que si algo les pasa a tus amigas ellos la pasarían muy
mal.
−Ya− contesto.
−¿La has pasado bien?− me cambia el tema.
−Sí, muy bien− Logro ocultar una sonrisa porque sé
que eso no es lo que quiere preguntarme en realidad.
−Que bien− contesta.
Bufo –Edward, no he bailado con nadie ni ningún tipo se me
ha acercado si eso es lo que quieres saber− le tranquilizo.
Sonríe torcidamente –Es increíble que me conozcas tan bien.
Asiento, esa es la única conversación que logramos en
el auto.
Él me lleva mi departamento, y eso me sorprende,
aunque no tengo muy claro por qué.
Abro la puerta y le invito a entrar, él se muestra
algo reticente.
−¿Qué pasa?− le pregunto.
−¿Estás segura que quieres que entre?− susurra –Mañana es día de trabajo y tienes que descansar, y la
verdad llevo duro todo el maldito día por culpa de ese vestido− sus palabras me llegan a lo más
profundo de mi ser. Como en las caricaturas, un foco se prende en mi cabeza.
−Tomé demasiado− murmuro –Demasiado.
Él enfoca su mirada, frunce el ceño como no
entendiendo lo que quiero decir. Estiro mi brazo y pongo una mano sobre su
pecho.
−Soy tu sumisa− digo –Y me has dicho que no tomara demasiado− encojo los hombros y lo miro a
través de mis pestañas –Le he desobedecido, señor. Merezco un castigo.
En un movimiento fluido Edward retira bruscamente mi
mano sobre su pecho con su brazo, me toma la muñeca y me la pone detrás de mi
espalda, pegándome a él. Cierra la puerta con su pié y con la mano que no está
sujetando mi muñeca agarra mi cabello en su puño y tira de mi cabeza hacia
atrás, sus ojos se clavan en los míos y luego me besa con su lengua dentro de
mi boca acariciándome y excitándome. Me rindo a su beso. Llevo todo el día
esperando esto.
−¿Quieres que te castigue?− pregunta con la respiración
agitada.
−Mmm…sí− contesto con los ojos aún cerrados.
−Oh, Bella− suelta un quejido.
Me suelta la mano y me agarra la cintura con ambas
manos haciéndome chocar contra la pared justo al lado de la ventana que brinda
una maravillosa vista de New York. Inclusive con los zapatos de tacón altísimo
que tengo puestos a penas puedo, aún estirándome, alcanzarle la boca.
Su mano se posa en mi trasero, empuja hacia él y
entonces siento su erección en mi vientre.
−No sabes cómo me pones con éste vestido− musita, baja su boca a mi cuello y
me besa. Tomo su cabeza con ambas manos. Él se separa de mí, con ojos oscuros –Me has desobedecido− recuerda. Luego me voltea, de modo
que mi trasero está hacia él y mi mejilla contra la pared. Oigo el conocido
sonido de su cierre bajar. Me humedezco increíblemente ante la anticipación,
cierro los ojos con fuerza y me muerdo el labio, esperando su siguiente
movimiento… pero nada. Luego de siete segundos se absoluto silencio, decido
voltearme a ver. Cuál es mi sorpresa al ver que Edward ya no está detrás de mí,
sino que ahora está sentado en el sillón con una mano sobre su entrepierna y mirándome
fijamente. ¿Pero qué carajo?
Él sonríe malvadamente ante mi expresión de
estupefacción.
−No voy a azotarte, Isabella− su voz susurra y es suave como el
terciopelo, pero a la vez de misterio. Las luces del departamento están
apagadas y la única fuente de luz es la que entra por la ventana –Simplemente no voy a hacerte el amor esta noche, ese
es tu castigo− continúa.
El aire se me escapa. ¿Qué? ¡Oh, no! ¡Prefiero que me
azote!
−Edward no me hagas esto− imploro.
Se lleva un dedo a su labio inferior y lo acaricia –Tú
querías que te castigara.
−Pero…
−¡Silencio!− grita. No puedo evitar dar un salto
en mi lugar −Baila
para mí− ordena –Si bailas lo suficientemente bien tal vez sea un poco
benevolente.
Mierda. ¿Que baile para él? De pronto deseo no haber
pedido nunca que me castigara. Retuerzo mis dedos, paso saliva, me dirijo hasta
mi pequeño aparato de sonido. No puedo bailar sin música. Mi corazón me atrona
los oídos. Vamos
Isabella… ya lo has hecho antes me
digo a mí misma, aunque no sé porqué me siento especialmente nerviosa ahora. Le
doy play al disco de Lana del Rey que Adam me ha grabado. La canción de Go-go
Dancer comienza los primeros acordes. Cierro los ojos dos segundos. Fuera
miedo, fuera nervios, todo. Me giro y llego hasta donde está Edward, pisando
fuerte en mis tacones altos. Lana empieza a cantar.
Lo
dejo caer como si hiciera calor, en el tubo, en el tubo
Me suelto el cabello y lo agito, me hago un poco para
atrás y me agacho deslizando una de mis manos por mi pierna izquierda.
Brillando
en el club, neón dorado, neón dorado
Me giro, moviendo mi culo una y otra vez.
Me
llaman explosiva, y el alcohol es un elemento
Lo
dejo caer como si hiciera calor, bebé relámpago, bebé relámpago
Sigo bailando, imaginando que soy la mejor bailarina
del mundo y la más sexy. Me excito de sobre manera cuando admiro cómo Edward
entreabre los labios para respirar. ¡Sí! ¡Lo estoy logrando!
Soy
tu bailarina. Respuesta de medianoche.
Máquina
tragamonedas, ¡cariño!
¡Reina
de la noche!
Me acerco a él y le quito la americana, lanzándola a
algún lugar. Me paso un brazo por detrás de la cabeza y bajo hacia el suelo,
contoneándome.
Las
Vegas, bebé.
Si
me pagas… haré lo que quieras.
Lo
que quieras.
La canción es sensual. Tiene un ritmo perfecto para
hacer un baile y excitar al Adonis que está frente a mí. Continúo bailando a mi
ritmo. La canción va por la mitad. Me subo la falda con las manos, acariciando
la piel a su paso como haría Edward y me acerco de nuevo a él, en un ataque de
valentía hago lo que dice la canción. Paso mis dedos por el cabello de Edward y
acerco su cara a mi sexo. Él inhala.
Empujando
mí… ¡ah! En tu rostro, en tu rostro.
Le tomo ambas manos y las pongo sobre mi cintura.
Mantén
las puntas de tus dedos en mi cintura, en mi cintura
El coro comienza de nuevo. Yo canto en su oído, porque
sé que eso le gusta. Me siento a horcajadas sobre él y me muevo, restregándome
y notando como su miembro crece debajo de mí, sus ojos se oscurecen, su corazón
palpita rápido y sus manos se ciñen a mi cuerpo. Me levanto y me bajo el cierre
del vestido, lo deslizo por mi cuerpo hasta que queda en el suelo y lo pateo
con mi pie. Estoy desnuda, a excepción de las bragas negras y los tacones.
Me siento sobre él de nuevo y me hago para atrás,
hasta que mi espalda toca el suelo completamente. Pongo mi tacón sobre su pecho
y presiono fuerte.
Tengo
puestas mis botas blancas con el diseño de plata.
Sé
que ellas te excitan, sé que te ponen salvaje.
Abro las piernas y envuelvo a Edward con ellas,
atrayéndolo conmigo hacia el suelo. No hace falta que haga demasiada fuerza,
porque él se abalanza al tiempo sobre mí y me agarra las muñecas, poniéndome
mis brazos sobre la cabeza. El coro está sonando. Yo no dejo que él me
distraiga.
−Las Vegas, bebé− le canto –Si
me pagas...− con la ayuda de mis piernas lo empujo hacia mí, sus
caderas se encuentran con las mías. Él gime –Haré lo que quieras, lo que quieras− y con eso la canción acaba.
−Isabella− murmura entre dientes para luego
besarme y con manos apresuradas me baja las bragas.
−Creí que no ibas a hacerme el amor hoy− ataco.
Él me mira –No iba a hacerlo… pero me es imposible mantenerme
alejado de tu cuerpo− confiesa.
Me humedezco más de lo que ya estoy. ¿Se necesita
algún otro afrodisiaco además de tener al hombre más guapo del mundo diciéndote
que no puede mantenerse alejado de ti?
Él libera su miembro y sin más ni más me penetra.
−¡Ah!− reclamo.
Empieza un ritmo rápido que nos acerca a una velocidad
sorprendente al orgasmo. Me besa como si su vida dependiera de ello, yo lo
atraigo hacia mí jalándolo por su camisa de algodón y gimiendo en su oído.
−Edward− jadeo en su boca cuando la exquisita sensación previa
al clímax me invade.
−Córrete, Isabella. Ahora− ordena.
Edward me arrastra con él a una espiral de placer
inimaginable, él continúa moviéndose dentro de mí y me hace llegar de nuevo,
mientras se corre en mi interior.
Estamos en el suelo, sudorosos y satisfechos. Edward
me besa tiernamente y sale de mí, luego me alza en brazos y me deposita en la
cama, me quita los zapatos y me cubre con las sábanas; me sonríe tierno y me da
un suave beso en la comisura de la boca y luego antes de que me dé cuenta está
caminando hacia la puerta. Se da la vuelta y me mira.
−Duerme mi Bella, te amo− su voz es suave y murmura.
Sin saber porqué se me resbala una lágrima por la
mejilla, pero consigo que Edward no lo note.
−Creo que no lo haces lo suficiente− digo antes de que me dé tiempo de
pensarlo.
Frunce el ceño –Claro que sí− responde −¿Por qué piensas que no?
Me siento en la cama y me cubro el pecho con la
sábana, estoy enojada.
−Porque nunca te quedas− contesto mientras otra lágrima se
me escapa. Mierda. ¿Por qué estoy llorando?
Edward corre hacia mí y se tumba a mi lado en la cama.
−Pero si siempre me quedo− murmura.
−No es cierto. Cuando te quedas aquí conmigo sólo
duermes, y cuando yo despierto tú te has ido− el dolor me atraviesa –Eso me hace sentir triste.
Me sonríe de lado y me acaricia la mejilla –Porque
tengo que ir a mi apartamento a cambiarme.
−Pero… ¿acaso no puedes esperar a que despierte para
que te despidas de mí?
−Si por fin te decidieras a vivir conmigo no te
sentirías sola por las mañanas.
Increíblemente ahora la idea no me suena tan
descabellada. Sin embargo aceptar irme a vivir con Edward sería como una
especie de retroceso; lo que yo quiero es que él y yo aprendamos a no ser tan
dependientes el uno del otro.
−Tengo que pensarlo aún− digo.
−Pero ¿qué es lo que tienes que pensar?
−Muchas cosas Edward. Muchas cosas− contesto.
Él se rinde, a sabiendas de que no voy a soltarle ni
una palabra más al respecto.
−Supongo que puedo esperar− me dice –Voy a quedarme contigo hoy y prometo no irme sin que
antes despiertes.
−Eso está bien. Gracias− respondo con cariño –Estoy nerviosa− confieso al cabo de un momento.
−¿Por qué?
−Mañana es el evento.
−Todo lo has preparado de maravilla. No tienes de qué
preocuparte.
Bufo –Mañana va a ser un día de locos.
−Para todos nena. Ahora duerme, necesitas descansar muy
bien.
OoO
Como había predicho, el viernes está siendo un día de
locos.
Me he despertado y como Edward me había prometido, se
despidió de mí antes de irse.
Ahora estoy en el trabajo, Alice me ha llamado a mí y
a Rose al taller para que nos probemos los vestidos que ella nos ha comprado
para la ocasión. Pongo los ojos en blanco mentalmente porque sé que allá en el
taller está Rachel. La adorable Rachel.
Es la hora de la comida y casi no hay nadie por la
empresa, todo mundo está atento al gran evento de esta noche. Edward ha ido a
una comida con unos empresarios, así que estoy sola.
Hago el conocido camino hasta el lugar de trabajo de
Alice, Rosalie ya está ahí y me alegro de ver que la rubia Rachel no está por
ningún lado.
−Bien chicas− dice Alice terriblemente emocionada
con las manos juntas sobre su pecho –He comprado unos vestidos que estoy segura les irán
muy bien…
OoO
Superado el trauma que me ha causado ver el vestido
que usaré esta noche y comer un croissant regreso a mi escritorio. Oh Dios. El
vestido que Alice me ha comprado es sorprendentemente hermoso, pero sin duda
nunca he usado cosa parecida. Respiro repetidamente. Si sigo así no llegaré
viva a la noche.
Tengo cosas qué hacer, ya he puesto un anuncio en el
periódico y en internet para buscar una nueva asistente personal para Edward.
He recibido diez llamadas, ocho de ellas han confirmado venir para el viernes.
No le he comentado nada a Edward al respecto y sé que está mal, sin duda se lo
diré cuando todo esto acabe.
A las cinco de la tarde voy al New York Palace a
revisar que este listo: sonido, luces, pasarela, adornos, bocadillos, cena,
sillas, mesas, decoración, centros de mesa, etc., etc., etc..
Edward me llama a la Blackberry a eso de las seis de
la tarde para decirme que pasará a recogerme a la empresa dentro de media hora.
Gracias al cielo consigo un transporte que me lleva de regreso a Cullen Corp.
Voy al taller, Alice está de lo más apurada con −la
ahora presente− Rachel. Está probándole los vestidos por última vez a
ella y a todas las diez modelos restantes.
−¿Qué hay Belli?− saluda –Mira, ahí está tu vestido− señala una funda de traje –Y ahí están tus zapatos y la joyería que vas a ponerte
hoy. Tómalos y corre a casa a arreglarte.
−¿Y tú?− pregunto preocupada −¿A qué hora vas a vestirte?
−En quince minutos me voy Belli, Jazz viene por mí y
ellas− señala a las modelos –Ya están listas.
Le sonrío por última vez y tomo las cosas. Mi
Blackberry vibra con un mensaje.
De: Edward Cullen
Para: Isabella Swan
Fecha: 17 de Diciembre de 2012 Hora: 6:35 p.m.
¿En dónde estás? Estoy aquí afuera esperándote.
No tardes.
Edward Cullen. Presidente y accionista de Cullen Corp.
−¡Uy!− exclamo –Edward llegó por mí. Te veo en el evento Alice.
No puedo evitar ver la cara de rabia profunda de
Rachel Collins.
¡Que se joda! Grita la Madrastra.
Salgo a toda prisa y ahí está Edward,
esperándome con la puerta del Aston abierta.
Pongo mis cosas en la parte de atrás del auto, le doy
un beso a Edward y luego ambos nos vamos al apartamento de él. Viéndote
OoO
−Así que… ¿para qué querías verme?− le pregunta Tanya Denali a Jacob.
El chico moreno sonríe y mueve un poco su coñac –Tengo
entre mis manos algo que tú quieres.
Ella alza una ceja −¿A sí? ¿Qué?
−A Edward Cullen− contesta cortante Jacob –Tengo a Edward Cullen en mis manos.
Tanya se inclina sobre sus brazos –Te
escucho− dice.
−El asunto es este− sentencia el chico moreno –Tú quieres a Edward Cullen, yo quiero su dinero… y a
la chica.
Ella ríe −¿A la mojigata de Isabella Swan? Debes estar loco…
−¿Me apoyarás o no?
−Está bien− contesta ella −¿Qué debo hacer?
−Algo simple− contesta –Usarás tus encantos para alejar a Cullen de Bella
Swan, ahí entro yo…
OoO
Me estoy arreglando. He terminado de maquillarme y de
peinarme, me he dejado el pelo suelto y lo he sujetado con un par de horquillas
de un solo lado, de modo que el resto de mi pelo descansa sobre mi hombro
izquierdo.
Saco el vestido de su funda. ¡Madre mía! La etiqueta
aún está puesta. ¡¿Tres mil dólares?! ¡Santo Cielo! Me cuelo el vestido y para
mi sorpresa, me queda perfecto. Estoy bonita y elegante. El protagonista de la
noche es una pieza de Jovani, que en palabras de Alice, es la marca preferida
de vestido en todas las alfombras rojas. La obra de arte que tengo puesta
encima es de color dorado. Tiene incrustaciones de lentejuela que cubren la parte
del pecho y de la cintura hasta medio muslo, mi espalda está totalmente
descubierta a excepción por una tira más o menos ancha, el resto del vestido es
de tul en tono neutral y que cae hermosamente en una cola de pez. A juego, me
pongo unos zapatos del mismo tono del vestido de Gina, los tacones son
altísimos.
La joyería que Alice me ha escogido son piezas de Lara
Bohinc, tanto el brazalete como los aretes son un juego de círculos y tiras,
ambos de platino. Para finalizar, un clutch en tono rosa pálido de Alexander
McQueen. Vuelvo m vista hacia el cristal, wow, parezco una princesa de cuento.
Edward aparece en la puerta, se ve guapísimo con su
traje de Armani negro, camisa blanca y pajarita. Su cabello cobrizo sexy está
un poco −sólo un poco− más ordenado que de
costumbre.
−Hola− saluda abrazándome por la cintura y acariciando
sugerentemente mi espalda desnuda –Te ves preciosa, Isabella. Claro que tú con lo que sea
estás espectacular.
−Mentiroso− le reprendo –Pero está bien, te creeré. Vámonos, que se nos hace
tarde.
Me toma la mano y nos dirigimos al ascensor.
Cuando estamos en el auto Edward me sonríe de nuevo y
nos mete en el tráfico.
Juego con mi bolso. Hay una pregunta en especial que
me pone nerviosa sobre esta noche.
−Edward…− susurro para atraer su atención,
pero pronto me arrepiento.
−¿Qué pasa?
−No, nada− hago un gesto vago con la mano para
quitarle atención.
−Dime− exige.
Abro la boca y respiro −¿Qué pasará si Rachel hace algo… arruina la
inauguración?
−Ella no va a hacer eso− su voz se vuelve grave y peligrosa –Puedo jurarlo.
−Estas muy seguro− acepto −¿Acaso hablaste con ella?
−No− dice cortante.
−Entonces ¿de qué hablaban mientras estabas con ella?
−Bella, no revivas esa discusión. Ya te dije que entre
Rachel y yo no pasó absolutamente nada.
−Nunca me dijiste en realidad lo que pasó cuando
ella apareció en tu apartamento− le recuerdo con recelo.
Edward gira hacia la derecha y estamos en la 10th Avenue.
−Platicamos, Isabella. Eso hicimos. Ella estaba
paranoica y yo la tranquilicé.
−He probado cuáles son tus dones tranquilizantes,
Edward. Créeme.
−Bella, no quiero discutir contigo ahora. ¿Ok?
Suspiro –Está bien. Perdona. Es sólo que me preocupa que Rachel
vaya a hacer algo...
Él pone su mano en mi pierna y aprieta gentilmente –Ella
va a estar bien. Esto lo has preparado tú y estará perfecto.
Asiento con una débil, pero honesta sonrisa.
Estamos por llegar. A lo lejos puedo ver claramente el
enorme edificio del The New York Palace. Hay mucha gente llegando.
−Habrá fotógrafos, muchos flashes y ruido, así que ve
preparándote.
−¿Fotógrafos?− repito con un hilo de voz.
−Bella− ríe –Es una inauguración hecha por Cullen Corp. obviamente
va a haber fotógrafos.
−Sí, entiendo.
Edward estaciona justo en la acera a unos cuantos
pasos de la entrada. El ballet parking está que no se la cree con el coche que
va a manejar. Edward le entrega las llaves, me ofrece su brazo y yo lo tomo.
−Prepárate− me dice una vez más.
En la entrada han puesto una alfombra roja, y no puedo
evitar sentir que estoy en los Oscar. En efecto, hay cientos de fotógrafos
peleándose por una foto de cada persona que llega. Cuando Edward y yo
aparecemos de inmediato las cámaras nos disparan flashes. Los fotógrafos y
reporteros gritan “Señor Cullen” para atraer la atención, pero Edward sólo se detiene
para dejarse tomar unas cuantas fotos y yo con él.
“¿Quién es la señorita?” preguntan todos ellos “¿Es su
novia señor Cullen?”
Me sonrojo violentamente y miro a Edward, el me atrae
hacia él y me pega a su cuerpo, de modo que me abraza posesivamente por la
cintura.
Por fin llegamos al salón de eventos, una vez más
Edward y yo nos volvemos el foco de atención. Todo está listo y luce justo como
lo había planeado.
En la mesa central se encuentra la familia Cullen,
Edward y yo caminamos hasta ellos y saludamos. Me preocupo cuando veo que en la
mesa faltan Alice y Jasper. Oh no. Alice es una pieza fundamental y primaria en
todo esto. ¡No puede llegar tarde!
−Bella, todo esto te ha quedado de maravilla− me alaga Esme.
−Has hecho un gran trabajo− continúa Carlisle –Vamos, siéntense por favor.
Edward aparta una silla para mí, tomo asiento y él
hace lo mismo a mi lado. Rosalie está platicando de algo con Emmet y están muy
enfrascados en la conversación, tanto, que no se han dado cuenta que hemos
llegado.
Tamborileo mis dedos sobre la mesa porque no veo a
Alice por ningún lado. Maldita sea. Una parte de mí teme que Rachel le haya
hecho algo.
Edward toma mi mano y la aprieta.
−Tranquila− susurra –Ellos llegarán.
Cuando el reloj marca las nueve en punto me levanto,
es hora de servir la cena y, como soy la que ha preparado todo esto pues tengo
que subirme al escenario y hablar. Estoy temblando, pero me controlo pronto,
sabía que este momento llegaría tarde o temprano y debido a la carrera que
estoy estudiando, sé que ésta no será la primera ni última vez que tenga que
hablar ante el público.
−Impresiónalos− me dice Edward al oído.
Me aliso un poco el vestido y me enderezo, aparentando
seguridad que no tengo. Me subo al escenario y me coloco en el pódium,
carraspeo en el micrófono y pronto todas las miradas de los invitados sentados
en las mesas están sobre mí.
Respiro varias veces y miro hacia la mesa de los
Cullen. Todos me sonríen, y Rosalie me saluda con la mano. Le devuelvo el gesto
discretamente. Desvío mi vista hacia la entrada y ahí está mi amiga con un
vestido violeta largo y hermoso, llegando del brazo de Jasper. Alice se
apresura a tomar asiento en la mesa, me dedica una mirada de disculpa.
−Damas y caballeros− comienzo con voz sorprendentemente
segura y firme –Sean
todos bienvenidos a la presentación en primicia del perfume: “Angel” de la marca de Christian Dior. El evento ha sido
dejado en manos de Cullen Corp. una de las mejores cinco empresas de publicidad
a nivel mundial, con sede en la ciudad de Nueva York. A continuación se servirá
la cena que espero sea de su agrado. Frente a ustedes se encuentra una tarjeta
con la guía del menú que se servirá. Una vez más, agradecemos su presencia− y con eso mi discurso acaba e
ignoro si lo he hecho bien o mal. Decido no reparar en el asunto.
Regreso a mi asiento y por fin respiro.
−Te ves espectacular, Bella− me dice Rosalie –Alice ha sabido escoger muy bien.
En efecto. Alice sí que ha sabido escoger. Rosalie lleva un vestido de Gucci
con flores rojas cubriendo el pecho y la falda del vestido de tela en color
negro que deja ver sus hermosas piernas, tiene el rubio cabello recogido en un
prolijo moño con algunos mechones sueltos al los lados de su rostro,
acompañándolo todo con unos tacones con adorno de metal dorado de Giuseppe
Zanotti, la misma Alice lleva un vestido en color violeta con tela de organza y
pecho strapless de Versace a juego con unos tacones del mismo tono de Jimmy
Choo.
Los meseros comienzan a desplazarse entre las mesas
sirviendo el vino y dando los platillos. La cena será de ocho platos y no de
diez.
Para mi suerte, Alice está sentada justo a mi lado.
−¿El desfile está listo?− pregunto.
−Si Belli, todo está preparado. Cuando termine el sexto
plato de la cena todos pasaran a tomar asiento a la pasarela.
Asiento −¿Y qué hay de Rachel?− digo en voz más baja procurando que
Edward ni nadie me escuche.
Alice se pone nerviosa y yo palidezco temiendo lo
peor.
−Alice ¿Qué pasa?
−Belli… ella, bueno, no quiero decir que algo vaya a
salir mal pero…
−Ya habla por fin, Alice− imploro.
−No sé Belli, me pone nerviosa. Hoy a estado
especialmente rara− se encoge de hombros –Pero tal vez sólo sean cosas mías− sonríe, pero la alegría no le llega
a los ojos. Luego de unos segundos ella bufa –No quiero que ella vaya a arruinar esto Bella− y sé que está hablando con total
seriedad, lo distingo porque no me está llamando “Belli” como lo hace siempre –He puesto toda mi creatividad, todo lo que he
aprendido en Parson’s y todo mi empeño en esta campaña, no quiero que nada ni
nadie lo arruine.
Aprieto los puños y me invade una valentía y
determinación que sólo pueden venir de la Madrastra –No
te preocupes Alice, esa rubia loca no va a arruinar NUESTRO evento− tomo algo de vino blanco y luego me
levanto de mi asiento, todos los hombres lo hacen también como gesto de
caballerosidad.
−¿A dónde vas?− pregunta Edward sujetándome por la
mano −¿Va
todo bien?
−Sí− contesto –Sólo necesito un momento, tengo que arreglar algo en
la cocina− miento.
−¿Quieres que vaya contigo?
−No, no. Está bien. Es algo mínimo. Volveré en seguida.
A paso moderado pero firme avanzo hacia los camerinos,
en donde están las modelos tomando un receso antes del desfile.
Natalie, una de las modelos y la única que en realidad
me cae bien se acerca a mí y me sonríe.
−Hola, Bella. ¿Buscas algo?
−Sí, la verdad sí. ¿Sabes dónde está Rachel Collins?
A penas pregunto por ella, el rostro de la bella
Natalie se torna en angustia. Ella me toma por el brazo suavemente y me
arrastra hasta un rincón.
−Bella, creo que ella está... en muy mal estado.
La miro −¿Qué? ¿A qué te refieres?
−Creo que la vi en uno de los pasillos tomando alcohol− con los dedos me hace un gesto
simulando tomar.
Me quedo boquiabierta y pongo los brazos en jarras.
¡¿Pero cómo se atreve Rachel Collins a estar ingiriendo alcohol?!
−Además− prosigue Natalie –Ha estado muy rara todo el día.
Doble mierda. No sé lo que voy a ser capaz de hacerle
a Rachel Collins, alias la “rubia loca”, si se atreve a arruinar MI evento.
−Gracias, Natalie− sonrío.
Ella me hace un gesto con la cabeza y se aleja.
Salgo de los camerinos. ¿Qué voy a hacer? No puedo
decirle nada a Alice. Ella se pondrá más nerviosa de lo que ya está y no puedo
permitirlo. Decido que por el momento no haré nada. Ya veré en qué estado se
encuentra Rachel momentos antes de que salga a desfilar.
Vuelvo a la mesa y continúo con la cena. A excepción
del tal vez peligroso estado de Rachel la presentación del perfume va muy bien.
La cena se está sirviendo a tiempo y las copas de los invitados no están en
ningún momento vacías.
Edward toma mi mano mientras que está platicando de
negocios con Emmet y Jasper. Carlisle está entretenido charlando con Rosalie y
Esme. Ni Alice ni yo estamos de humor para platicar.
−¿Qué pasó?− me habla Alice cuando nadie se da
cuenta.
−¿Sobre qué?− finjo no entender.
Ella ladea la cabeza y entrecierra los ojos –Vamos
Belli, sé que no fuiste a la cocina. ¿Qué pasó con Rachel?
Sopeso por un momento la idea de comentarle lo que
Natalie me ha dicho acerca de la rubia loca, pero desisto.
−Oh, nada. Ella está bien, dentro de lo que cabe− comento mordaz y ella suelta una
risita.
Cuando vamos por el tercer plato de la cena Alice se
disculpa y se levanta; es hora de que vaya a los camerinos y comience a vestir
a las modelos. Rezo una pequeña oración para mis adentros.
Hay una música suave de fondo que no logra
tranquilizarme.
Apenas y pruebo mi plato, mi estómago está cerrado y
siento unas mariposas de angustia revolotear por mi vientre.
−Bella ¿qué pasa?− pregunta Edward.
−Nada− miento –Tengo los nervios habituales, ya sabes.
Sé que no me cree, pero por suerte no continúa
interrogándome.
No pasan quince minutos cuando una apresurada Alice
llega aterrizando a mi lugar. Está agitada y la gracia y simpatía que la
caracterizan no existe en este momento en su persona.
−Bella, oh Bella− dice en un gimoteo. Creo que está a
punto de llorar –Tienes
que venir a ayudarme− sus manos están sobre mi hombro, ella está temblando.
−Alice ¿qué pasó?
−Rachel se ha puesto como loca− dice Alice –Dice que no va a salir a desfilar si Edward no va en
este instante a verla.
Aprieto los dientes. Estoy entre la espada y la pared.
Si dejo que los celos y el orgullo me dominen y me niego a decirle a Edward lo
que está pasando es muy posible que Rachel haga una escena peor de la que ya
está haciendo ahora.
−Regresa al camerino Alice− murmuro –Sigue vistiendo a las modelos, yo solucionaré esto.
Ella asiente y se va con el mismo paso apresurado con
el que ha llegado. Respiro un par de veces. Tengo que hacerlo. Me pongo de pie
de nuevo y toco el hombro de él.
−Edward− le llamo –Necesito que vengas conmigo, surgió un altercado.
Él me mira y no se inmuta en lo absoluto. Se levanta
con gracilidad y sonríe a todos los de la mesa.
−Disculpen un segundo.
Luego me ofrece su brazo y yo lo tomo a regañadientes.
−¿Qué pasa?− pregunta con voz calmada mientras
atravesamos el gran salón y nos dirigimos a los camerinos.
Entonces no puedo contener un segundo más mi enfado.
−Ocurre justo lo que te dije que iba a pasar− le respondo cortante –Esa loca de Rachel Collins está montando todo un
numerito en los camerinos amenazando a todos de que si tú no vas a verla
entonces ella no sale a desfilar.
Edward se detiene en seco.
−¿Qué?− se escucha incrédulo.
−Lo que oyes. Rachel quiere verte, de lo contrario no
sale a desfilar y todo esto− extiendo los brazos y le señalo todo el rededor –Se irá por la borda.
Edward aprieta los puños y una vena se resalta en su
cuello. ¡Uf! Está enojado.
Se da a vuelta y camina por el pasillo que dirige a
los camerinos. Le sigo detrás a una distancia prudente.
−¡¿En dónde está Rachel Collins?!− Su voz suena como un estruendo y
todos los que allí estamos, incluyendo el maquillador, dan un salto.
Alice se acerca corriendo hacia nosotros.
−Alice, ¿dónde está Rachel?− pregunta más calmado.
Alice señala un rincón y la vista de todos se dirige
hacia allí. Rachel Collins está cruzada de brazos recargada contra la pared, en
jeans de mezclilla y blusa blanca. Es la única que no está ni vestida ni
maquillada, pero la muy zorra se ve mil veces mejor que yo, aún en mi vestido
de tres mil dólares y joyería de plata.
−¡Todos!− grita Edward una vez más −¡Salgan de aquí! ¡Excepto tú, Rachel!
Todas las modelos comienzan a salir y todo el personal
también. Yo me quedo pasmada en mi lugar. No. Obvio que no voy a dejar a ese
par juntos.
Edward se acerca a la puerta y me coge por el brazo.
−Sal por favor, Bella− pide.
−No− contesto rápidamente –No voy a irme.
−Por favor− dice Edward –No pienso dejar que este evento se me vaya de las
manos.
Bajo la vista y me quedo un par de minutos ahí.
−Confío en ti, Edward− hablo al fin –No me defraudes.
Miro de reojo a Rachel, que sigue en la misma
posición, sólo que ahora tiene una sonrisa triunfante en su cara. ¡Agh! ¡Como
me gustaría quitársela de un puñetazo!
Salgo del camerino y Edward cierra la puerta de
inmediato. Tengo un nudo en la garganta. ¿Qué pasa ahí dentro?
Alice se agarra de mi brazo. Todas las modelos están
ahí también. Miro el reloj. Las diez menos cuarto. El desfile debe comenzar
dentro de cuarenta y cinco minutos.
OoO
POV Edward.
Saco a todos del camerino, cierro la puerta y entonces
estamos solos.
−Vamos al grano Rachel− sentencio girándome sobre mi propio
eje. Ella está cerca de mí, puedo percibir el aroma del perfume Angel.
−¿De qué hablas?− pregunta con falsa voz inocente.
Alzo una ceja. La única mujer a la que la inocencia le sienta bien es a Bella.
Mi Bella.
−¿Qué quieres?− pregunto –Querías verme. Aquí estoy, ahora vístete y sal a
desfilar− a cada segundo me enojo más y más.
Ella se acerca y toca mi pecho. Me mira −Bésame− murmura.
Río −¿Qué?
−Bésame Edward− y de pronto comienza a llorar.
−Vamos, Rachel. Sabes que no estoy para tus pataletas
sentimentales. No lograrás que sienta ni un poco de lástima.
−Sólo quiero eso Edward. Demuéstrame tan sólo que por
lo menos me quisiste un poco.
Encojo los hombros y agarro sus manos, retirándolas de
mi pecho –Pero no lo hice− confieso.
−Entonces finge que me quisiste. Que lo que pasó entre
nosotros no fue un error− Ella sonríe –Y sé que no lo fue. Yo te hice sentir vivo de nuevo.
Ella… esa secretaria tuya a la que dices amar no sabe darte lo que yo.
−No te atrevas a hablar de ella− advierto.
−Estoy diciendo la verdad. Ella no sabe darte el placer
que tú buscas. El placer que encuentras es todos esos látigos y fustas. En esas
cadenas y grilletes. Ella no sabe darte el placer que tú encuentras en el
dolor.
Desvío la mirada y me aparto de ella. Tan sólo oírla y
darme cuenta de que yo la convertí en esa persona… me hace recordar que soy un
monstruo.
−¿Cómo lo haces Rachel? ¿Cómo haces para darme tanto
asco?
−Todo lo que hago es mostrarte en lo que tú me
has convertido − dice con ironía –En realidad no te estoy pidiendo mucho. Sólo bésame.
−¿Y de qué serviría que lo hiciera?
−Tal vez besándome te des cuenta de que a quien en
realidad amas es a mí.
−¿Qué tengo que hacer para que entiendas de una vez que
el único sentimiento que me causas es asco? No te amo Rachel, nunca lo hice ni
lo voy a hacer.
Sus sonrisa se ensancha −¿Entonces por qué te da tanto miedo besarme?
−De verdad que eres idiota Rachel. No te beso porque
sería como serle infiel a Isabella. Ella es mi vida.
La estúpida esa se sienta en uno de los bancos altos.
−¿Desde cuándo un simple beso es ser infiel? Vamos
Edward. Tú sabes que luego de esto me iré y no volverás a verme− su voz es aguda y suave. Agh.
−Confío en que así esa− contesto.
−Sólo un simple beso− pide –Un gesto de despedida. Tómalo como una despedida de
amigos.
−Tú y yo no somos amigos.
−Imagina que así es.
−Si te beso… ¿desfilarás?
−Claro− dice en una sonrisa.
Me acerco a ella y tomo sus muñecas entre mis manos
para que no pueda tocarme. Acerco mi cara a la suya y ella, muy cómicamente
debo decirlo, estira su cuello para poder alcanzarme en una mirada que dice
“Bésame Edward, bésame”
Sonrío cínico −No− logro decir con total indiferencia.
−¿Qué?− dice ella.
−No lo haré Rachel. ¿En serio creíste que iba a
besarte? ¿Piensas que soy tan estúpido como para dejarme manipular por ti?− tomo asiento en uno de los bancos
altos y desabrocho un botón de mi saco. Chasqueo la lengua –La cosa es así, Rachel. No voy a besarte porque me das
asco, no te soporto en absoluto; y si no sales a desfilar, bueno, vete
despidiendo de Nueva York y dile hola al manicomio en Irlanda.
Ella me penetra con su mirada, sé que tiene ganas de
matarme.
−¿Y si arruino tu evento? ¿Y si grito a los cuatro
vientos quién eras antes?
Alzo una ceja –Oh, pobre, pobre Rachel. Si haces eso, me encargaré de
que tengas los peores años de tu vida dentro del manicomio hasta que desees morir.
Ahora, niña estúpida, ponte el maldito vestido, maquíllate y sal a esa maldita
pasarela. Ahora.
Ella se queda sentada en el banco mirándome
desafiante. Luego de cinco minutos por fin se rinde, bufa, se levanta y toma un
vestido.
−Está bien, Edward− dice con voz increíblemente suave.
Me preocupo un poco –Voy a dar lo mejor de mí en esa pasarela.
Asiento con la cabeza, me levanto y abrocho mi traje.
Luego abro la puerta y me giro.
−No se te ocurra hacer nada estúpido Rachel. Creo que
sabes bien de lo que soy capaz.
No espero que ella me conteste y salgo de ahí.
OoO
Edward sale por fin y mi corazón vuelve a latir a un
ritmo normal. Una parte de mi revisa a Edward de pies a cabeza, buscando algún
indicio desconocido.
−¿Qué pasó?− pregunto al instante.
Él me mira con serenidad en sus ojos.
−Todo está bien, ella saldrá a desfilar como estaba
planeado. Alice, pide al maquillador que se encargue de ella y ayúdala a
vestirse. Todos a sus puestos. El desfile comienza en veinticinco minutos− dice tan autoritario como siempre.
Me encanta.
Toma mi mano y la besa –Vamos, mi Bella. Volvamos a la mesa.
Todas las modelos y hasta Mike, el maquillador se
quedan boquiabiertos, no reparo en ello. Alice parece estar un poco más
tranquila.
..
..
..
Regresamos a la mesa. Todo sigue bien.
Esme está charlando ahora con Emmet y Rose sobre los
planes que tienen como esposos de formar su propia familia. Rosalie no se nota
muy a gusto con el tema, es más, creo que está muy claro que Rosalie aún no
quiere niños en su vida.
Jasper está hablando con Carlisle sobre los planes que
tiene para llevar a flote a Cullen Corp. Italia.
−¿De qué nos hemos perdido?− pregunta Edward con toda calma.
−De nada en particular− dice Esme, rompiendo su charla y
dándole un claro alivio a Rose –Ah, Edward− dice en un tono muy alegre –Adivina. Tus abuelos han confirmado que vendrán en
Navidad.
−Qué gusto− dice Edward mientras toma su copa
de vino tinto y se la lleva a los labios, tomándose todo lo que queda de vino.
−Y ¿sabes quién más regresa de su viaje por el mundo?
¡Tú tía Anne!
Un sonido rompe con la alegría de Esme. Me sorprendo
al ver que Edward ha roto su copa. Edward aprieta los labios y deja la copa
vacía y rota en la mesa, mientras que un mesero se acerca y recoge todo.
−Edward ¿estás bien?− pregunta Esme –¿Pasa algo malo?
Todas las miradas de la mesa están sobre él. Yo me
preocupo. ¿Qué demonios ocurre? ¿Quién es la tía Anne?
−Está todo bien− contesta él –Sólo que la noticia me ha emocionado mucho, supongo.
Edward es bueno mintiendo. Lo sé. Pero yo lo conozco
muy bien, y sé que algo malo está pasando con él.
−¿Quién es la tía Anne?− pregunto en voz alta.
Edward desvía la vista.
−Es la tía favorita de Edward. Y de la tía Anne, Edward
es el sobrino favorito. Ella es mi hermana− explica Esme –Cuando Edward era niño mi hermana se encariñó de
inmediato con él, luego cuando Edward era adolescente mi hermana Anne no se
despegaba de él. Estaban juntos siempre.
De pronto, sin saber bien por qué, recuerdo de
inmediato las fotos que vi en aquel cuarto bajo llave en el apartamento de
Edward. Aquella mujer… la que salía en todas las fotos abrazada a Edward… ¿esa
era la tía Anne?
−¿Y cómo es ella?− pregunto de nuevo, dando rienda
suelta a mi curiosidad.
−Anne es muy guapa− responde Esme –Tiene el cabello oscuro y los ojos azules.
Mis sospechas se confirman. La misteriosa mujer de las
fotos es la tía Anne.
−¿Cuándo llegará ella?− murmura Edward. Está incómodo con
la noticia y al parecer yo soy la única que lo nota.
−Días antes de noche buena− contesta Carlisle.
−Es una pena− dice él –Bella regresará a Forks para Navidad a pasarla con su
padre y yo voy a ir con ella. Me temo que no podré ver a la familia.
El sorbo de vino que tengo en la boca se me atora y
toso un par de veces. ¿Qué? Pero si Edward mismo me ha convencido de que le
diga a Charlie que pase la navidad aquí, en Nueva York. Algo malo está pasando.
No pienso quedarme con la duda. ¿Qué ha hecho cambiar de opinión a Edward?
−Oh− suelta Esme afligida –Qué mal. Tenía tantas esperanzas de que los dos se
volvieran a ver luego de tantos años…
Edward carraspea y mira su reloj.
−Es hora de que el desfile comience− dice y con eso, de manera sutil
termina la conversación.
No puedo evitar sentirme preocupada. La actitud de
Edward es rara, y ha surgido de manera abrupta. Estoy cien por ciento segura de
que todo tiene que ver con la noticia que le ha dado Esme.
−Voy a decirles a los invitados que pasen a la pasarela− aviso.
Me dirijo al pódium y tomo el micrófono.
−Damas y caballeros. El desfile está a punto de comenzar.
Si son tan amables de tomar asiento en la zona de la pasarela, por favor− dejo el micrófono en su lugar y
bajo. Los invitados comienzan a levantarse para dirigirse al desfile.
Los Cullen se levantan de la mesa y yo con ellos.
Tomamos asiento en los lugares asignados en primera
fila y yo subo a la pasarela para presentar la colección.
−La colección que ustedes están a punto de ver…− comienzo – es obra de Mary Alice Brandon, una
prometedora diseñadora con ideas frescas y nuevas estudiante de diseño de modas
en la universidad de Parson’s. Este desfile está hecha
para presentar el nuevo perfume de la marca Christian Dior: “Angel”. Damas y caballeros, espero que lo disfruten y que la
creatividad hable por sí sola− sonrío para finalizar y todos dan
un fuerte aplauso. Me sonrojo como es natural en mí, bajo de la pasarela y
prácticamente corro a mi lugar a lado de Edward.
−Lo haces de maravilla− susurra en mi oído mientras
acaricia mi espalda con pequeños toques que hacen que me estremezca −Míralos− señala discretamente a la multitud–Los tienes hipnotizados.
Sonrío y le guiño un ojo en respuesta. Luego las luces
se apagan y se prende la iluminación de colores que enfocan a la pasarela. Una
música suave y clásica, pero al mismo tiempo moderna suena de fondo. Es
entonces que la modelo principal y la cara del perfume, Rachel Collins, sale a
desfilar.
Mi corazón se acelera de puro enojo. Pensar que esa
rubia loca pudo haber arruinado todo… tengo náuseas.
Ella luce un vestido en tono rosa pastel que hace juego
con su blanca y sonrosada piel. Se mueve con elegancia y gracilidad por la
pasarela, caminando con un pie delante de otro y con la vista al frente, al
infinito. Pone sus manos en las caderas, se deja tomar fotos por los fotógrafos
de moda y reporteros que han venido, da media vuelta y desaparece tras
bambalinas.
Las modelos salen una tras otra en perfecta
coreografía y sincronía. Me siento orgullosa por Alice. ¡Todo es magnífico! La
paleta de colores de los vestidos son colores pastel y alguno que otro es rojo,
verde e incluso negro. Las telas son vaporosas, otras ligeras, hay costura
hecha a mano y elegantes caídas de tela. El cabello rubio de Rachel, debo
admitirlo, hace que luzcan todos los vestidos que esa loca se pone encima. Me
duele reconocer que Rachel Collins es una magnífica modelo.
Pero está loca me recuerda Blancanieves y la Madrastra le hace coro.
Las modelos salen en fila a la pasarela, todas juntas,
anunciando que el desfile a terminado. Luego, Alice sale luciendo su magnífico
vestido violeta de Versace. Sonríe y saluda. La gente estalla en aplausos,
vítores y ovaciones. Ella toma el micrófono.
−Gracias a todos por venir− dice –Me causa mucha emoción estar aquí y presentar mi
primera colección para promocionar y hacer el oficial lanzamiento de la nueva
fragancia de la casa Dior. Ustedes preguntarán ¿de dónde ha salido la
inspiración para todo esto? El nuevo perfume “Angel” es
bastante claro en su nombre. Sus notas son florales, combinadas con un toque de
cítrico. El olor a rosas se complementa con los jazmínes y la vainilla, incluso
los conocedores de este mercado de la perfumería se atreverían a decir que
tiene notas de fresa. Descifrarlo en su totalidad es un misterio. “Angel” invita
a las mujeres a sacar nuestro lado más romántico e inocente. A olvidarnos por
un momento de los ajetreos del día y relajarnos entre notas de frescura y
dulzura. La inspiración para todos estos vestidos surge de esta fragancia.
Todos los vestidos son románticos y poéticos. Algo que un hada luciría con
total gracilidad y que una ninfa no dudaría en ponerse. El nuevo perfume de
Dior “Angel” es la perfecta mezcla de frescura y romanticismo. Que
lo disfruten y buenas noches.
Wow. Todos aplauden de nuevo y ella desaparece de la
pasarla.
Para no perder tiempo, tomo el micrófono a dar un
nuevo anuncio.
−Damas y caballeros, pasen de nuevo a sus mesas en
donde se les servirá el séptimo y el octavo tiempo. Disfrutarán de una cata de
vinos y postres hechos especialmente para el evento.
..
..
..
Los reporteros casi no dejan respirar a Alice. Todos
la invaden de preguntas y ella está más que feliz, pavoneándose frente a las
cámaras del brazo de Jasper, pobre de él, es demasiado tímido para estar frente
a tanta gente. El mundo de la fama y de la moda es donde Alice siempre ha
querido estar.
−Bien hecho, Cullen− dice el director creativo de Dior –Sin duda tu empresa se encargará de lanzar en un
futuro nuestra línea de maquillaje.
−Gracias, Tom− dice Edward y da un apretón de
manos para sellar lo que podría ser un nuevo negocio.
El buen ánimo de Edward ha regresado y el mío también.
La cena ha terminado y ahora todo mundo está
platicando.
−Cullen Corp. acaba de ganar más de siete millones de
dólares con esta campaña− dice él, contento.
Luego, sus ojos brillan de júbilo.
−Ven− Edward me aprieta la mano y me guiña un ojo.
Luego, me arrastra hasta el centro del salón y, con
mucha educación, choca su copa con el agitador de bebidas de cristal.
Todos se giran a vernos, sin hacer ningún ruido. Yo
siento que voy a desmayarme. Oh Dios… tengo pánico escénico. Creo que estoy
sudando. Nunca he sido buena para estar frente a tanta gente. Mierda no…
Edward aprieta mi mano una vez más.
−Tranquila, nena− musita.
Paso saliva. La mirada de todos los acompañantes están
sobre nosotros, más concretamente sobre nuestras manos entrelazadas.
−Damas y caballeros, les agradezco una vez más por
haber asistido a esta inauguración. Pero, éste anuncio que haré ahora no tiene
nada que ver con la campaña…
Miro a mi alrededor. Alice está con Jasper, y da
aplausos mudos, luego me sonríe y me guiña un ojo. Rosalie alza sus pulgares y
Emmet me sonríe como niño. Carlisle y Esme están atentos al discurso.
Y entonces, entre la multitud de caras elegantes y
sorprendidas noto una que destaca de entre las demás. No sólo porque aquel
rostro me es conocido, si no por la clara expresión de ira en su cara. Oh. Me
doy cuenta. Aunque esté vestida elegantemente y ataviada de joyas caras la
reconozco. Es ella… es Tanya Denali.
−… Isabella
es la única mujer que ha logrado conquistar mi corazón. Y la amo. Ella es toda
mi vida− Edward me mira, sus palabras me embeben. A penas soy
consciente de cuando él me atrae hacia su cuerpo y me besa apasionadamente
haciendo gala de nuestro amor y dándoles muy buenas notas e imágenes a los
reporteros y fotógrafos invitados.
La gente suelta un jadeo de sopresa y se queda en
silencio unos minutos, luego todos los invitados comienzan a aplaudir aplaudir,
y con eso, todo el mundo lo sabe. Absolutamente todos.
..
..
..
Todo es alegría y diversión. Los invitados bailan y
charlan entre ellos. Edward y yo estamos platicando con una pareja millonaria
que también tiene lazos con la publicidad.
−… es así que te das cuenta de que naciste para esto…− murmura George engreídamente.
Tengo sueño, estoy agotada y los tacones me están
matando. Siento que mis pies van a estallar. Lo único que quiero ahora es
llegar a casa, tomarme una copa de champán o vino con Edward para celebrar
nuestro noviazgo ahora oficial, hacer el amor como dos locos y luego dormir
como bebés.
Vaya. George Hill sí que es aburrido, y su esposa,
Amanda también lo es. No sé cómo es que Edward es capaz de soportar todos los
días pláticas aburridas de negocios. Yo sigo sonriendo para guardar las apariencias
y haciendo comentarios cuando lo creo necesario.
De pronto, un sonido agudo pero espeluznante por
alguna razón llama la atención de todos. Incluso la de Edward y la mía.
Cuando veo lo que ha ocurrido quiero gritar.
Rachel Collins está parada en una esquina del salón. El sonido agudo que he escuchado provino
del cristal roto de una copa que ahora está en el suelo junto a ella. Ella
tiene un pedazo de vidrio entre sus manos llenas de sangre. Su brazo tiene un
corte enorme y brota sangre a chorros.
−¡¿Es
esto lo que querías?!− grita ella de pronto, sacándonos de cuadro
a todos. Edward está apretando los dientes y una vena salta de su cuello. Se
aparta de mi lado y camina hacia Rachel, quedando a sólo cinco pasos de ella.
−¿Qué
es lo que haces?− su voz es contenida.
−¡Yo
te amo!− grita ella y todos sueltan un jadeo de
aturdimiento −¡Yo te amo Richard! ¿Por qué tenías que
convertirme en esto? ¡Por qué! ¡Por qué!
−Guarda silencio− pide él.
−¿Por qué tenías que hacerme esto? ¿Por qué Richard?
¿Por qué tenias que convertirme es esto que soy? ¡Doy asco! ¡Me doy asco! ¡Tú
me hiciste esto maldito! ¡Tú!
En ese momento seguridad llega y toman a Rachel por
los brazos. Los de seguridad la cargan y tratan de llevársela.
−¡No! ¡No!− grita ella −¡Creíste que no iba a hacerlo! ¡Me da igual a dónde me
envíes, Richard! ¡Yo te amo! ¡Te amo! ¿Por qué no puedes entenderlo?
−¡Llévensela!− ordena Edward en voz alta.
En ese momento siento el fuerte brazo de Rosalie
pegado al mío.
−Bella. Santo Cielo. ¿Pero qué es lo que pasa?
Cuando veo a mí alrededor, todos los Cullen están
sobre mí, con miradas interrogantes.
−No lo sé− miento –Supongo que es una loca.
−¿Loca? Pero si es lo modelo principal del perfume− protesta.
−Déjalo ya, Rose− interviene Alice, salvándome el
pellejo –Bella
no sabe nada ni yo tampoco.
Los de seguridad logran por fin sacar a Rachel del
evento, ella grita pero pronto el sonido de su voz se ve acallado por la danza
que comienzan a tocar los músicos.
−Belli, tienes que hacer algo− me dice Alice.
Asiento frenéticamente, me armo de valor, tomo el
micrófono y subo al escenario.
−Por favor, señoras y señores. Tomen asiento de nuevo,
se servirá otra ronda de vino mientras aprecian la presentación filmográfica de
la nueva fragancia.
La voz me tiembla sólo un poco. Para mi suerte, los
invitados hacen lo que les he dicho y a los diez minutos están entretenidos en
otra cosa. Vaya. Gracias a Dios.
Edward sigue tenso, yo me bajo del escenario y aguanto
el paso hasta atravesar el salón; luego rompo en lágrimas y me meto al baño
corriendo.
El baño está vacío, un minuto después la puerta se
abre y entra Edward por ella.
Me limpio las lágrimas.
−¿Qué haces aquí? Es el baño de mujeres− protesto.
Él le pone el seguro a la puerta.
−Bella, ¿estás bien? ¿Por qué lloras?
Las lágrimas regresan. Me paso las manos por el pelo y
me suelto las horquillas.
−No estoy bien Edward, esa es mi respuesta para la
primera de tus preguntas, para la segunda: estoy llorando por lo que es obvio.
¡Dios! ¡Te advertí que teníamos que despedirla! ¡Mira tan sólo el espectáculo que
acaba de hacer! ¡Se cortó Edward! ¿Qué tal si hubiera lastimado a alguien más?
¿Y si te hubiera lastimado a ti?− bufo – Pero claro, eso no te importa. ¡Tú
sólo ves por esta maldita compañía!− las lágrimas ahora salen sin parar.
Él me toma por los hombros y me sacude −¿Cómo
puedes decir que sólo veo por esta compañía? ¡Eso es injusto! ¡Dejé a Victoria
por ti! ¡Aún arriesgándome a que su padre quitara el apoyo de Cullen Corp. y
que nos fuéramos a la quiebra! ¿Y por quién lo hice? ¡Por ti, Isabella! ¡Fue
por ti! ¡Así que no te atrevas a decirme que soy egoísta!
−¿Acaso no te das cuenta de que pudimos haber evitado
todo esto? ¡Eso es lo que me molesta! ¡Yo sabía a lo que me arriesgaba
dejándote seguir con tu maravillosa idea de dejar a esa loca de Rachel Collins
en esta campaña!
−¿Y qué querías?− pregunta −¿Qué la despidiera?
−¿Y si le hubiera hecho algo a alguien más? ¿A los
invitados… incluso a tu familia?
Él golpea la pared −¡Maldición, pero no lo hizo! ¡Así que olvídalo ya! ¡No
pasó nada! ¡Todo está bien!
Suspiro.
−Bella− ha bajado la voz –Hoy han sido un montón de emociones, estoy por
volverme loco. Sólo… déjalo ¿sí?
Asiento. Es verdad. Estoy siendo injusta. Él ha
sufrido la noche algo más que yo.
−Está bien− le digo –Vámonos a casa. Estoy muerta.
Me sonríe débilmente y me pasa su brazo por los
hombros.
..
..
..
−Mamá, nos vamos. Isabella está cansada y yo también.
−Sí, sí, por supuesto− dice Esme aún preocupada.
Sin embargo, al parecer los invitados han olvidado por
completo lo ocurrido momentos antes.
−¿Estás bien hijo?− pregunta Carlisle.
−Oh, déjenlos ir ya. Están ansiosos por llegar a casa y
hacerlo como dos animales− bromea Emmet.
−Cállate, idiota− le responde Edward –Familia, nos vamos.
Me giro hacia mi amiga duende y extiendo los brazos
hacia ella, ella me responde con un gran abrazo.
−Voy a extrañarte mucho, Alice− las lágrimas regresan a mis ojos –Espero que te vaya muy bien en Italia, prometo que me
mantendré en contacto contigo− le digo.
−Oh, Belli, yo también voy a extrañarte− susurra –Eres una gran amiga, prometo que regresaré para
Navidad, lo juro.
Sonrío. Luego Rosalie se levanta y se une a nuestro
abrazo.
−Yo te prometo que te visitaré lo más a menudo que
pueda. Te quiero, duende.
Todas sonreímos y nos damos un muy largo abrazo.
Luego, me despido de Jasper.
−Adiós, Jasper. También voy a extrañarte a ti, eres
todo un caballero− él se sonroja ante mis palabras, toma mi mano y la
besa.
−Ha sido un placer, señorita.
Me despido del resto de los Cullen y no puedo evitar
abrazar de nuevo a Alice. Mi gran amiga se marcha a Italia…
−Regresen para Navidad− les pide Edward y besa a Alice en
la mejilla. El gesto toma a todos por sorpresa.
−Nos vamos− dice él.
OoO
En la distancia, Tanya Denali contempla a la feliz
pareja ahora oficial.
Stefan, su novio rico de turno, se acerca a ella y le
ofrece una copa de vino.
−¿Qué tanto miras?− pregunta él.
−A Edward Cullen y a su linda chica.
−¿Y eso?
−Curiosidad supongo. Ya sabes… te dije que Edward Cullen
me ha hecho mucho daño…
−Sí, y te dije que iba a ayudarte.
−Te tengo noticias− canturrea ella –Tenemos un aliado.
−¿Un aliado?
−Como lo oyes, querido. Se llama Jacob Black. Él tiene
información sobre Edward Cullen… que puede servirnos.
−¿Qué tipo de información?
−Una muy inquietante y bastante útil.
−Pensé que ibas a plantarle cara a ese idiota de Cullen
hoy mismo, pensé que por eso querías venir a este evento− le recuerda Stefan.
−Aún es muy pronto cariño. Edward Cullen debe creer que
todo está bien… y cuando menos lo espere− suspira –Su mundo se vendrá abajo.
OoO
Edward me besa apasionadamente mientras me tumba en la
cama.
−He esperado toda la maldita noche para poder quitarte
este vestido− dice mientras baja el cierre y lo saca de mi cuerpo.
Lo atraigo hacia mi cuerpo, el me besa la boca y el
cuello. Baja dando pequeños mordiscos hasta mi vientre y mete la lengua en mi
ombligo.
−¡Ah!
Su boca llega hasta mis zapatos, besa el empeine y
luego me los quita. Sube de nuevo hasta mi rostro.
−Estoy muy excitado nena− musita –Esto va a ser muy rápido.
Me baja las bragas de un tirón, se levanta de la cama
y en dos minutos está completamente desnudo. Se tumba sobre mí y nos da la
vuelta, de modo que yo quedo arriba.
−Hazme el amor Bella… hazme olvidar− suena casi como una súplica.
Acaricio su rostro y beso su delicioso mentón mientras
dejo que él se hunda en mí. Gemimos al unísono.
−Oh, Bella...
−Edward…
Mi boca se transforma en un completa O. Gimo bajito,
como el ronroneo de un gato. Edward tiene los ojos cerrados mientras disfruta
de las sensaciones.
Sus manos acunan mis pechos, juega con mis pezones
hasta que estos se endurecen hasta el dolor. Presiono mis senos contra sus
manos buscando más y más placer. Me hago hacía atrás. Él se endereza, ahora
está sentado y con la cara contra la mía. Empuja hacia arriba y llega hasta
adentro.
−Oooh…
Lo abrazo y lo beso, él enreda mis manos en mi cabello
y tira de él suavemente.
−Bella… Mi Bella− reclama con tanta ternura que casi
me derrito.
Beso su cuello y el fantástico lunar que tiene en la
nuca.
−Edward− susurro –Mi Edward.
Empuja rápido una y otra vez. Su dedo índice desciende
hasta mi clítoris y lo presiona.
−¡Aggg! ¡Mmmm! ¡Edward!
−Eso es nena… déjate llevar.
Siento que estoy cerca… muy cerca. Y Edward también.
Su miembro crece en mi interior llenándome toda.
−Bella… estoy tan…
−Shht− pongo mi dedo sobre sus labios –Córrete Edward. Córrete para mí.
El cierra los ojos y hecha la cabeza para atrás,
mientras siento el semen caliente derramarse en mi interior. Sus manos se ciñen
a las mías mientras yo me vengo una y otra vez.
Me desplomo sobre su pecho. Él me llena la cara de
besos y me cubre con las cobijas.
−Te amo Edward− susurro contra su pecho, mientras
oigo a su corazón latir.
−Y yo a ti. Eres todo para mí… ¿sabes? Ahora que lo
pienso… si Rachel te hubiera hecho algo…
−Shhht− lo callo una vez más –Pero no pasó− le devuelvo sus palabras –Además… ella muy pronto estará lejos de nuestras
vidas.
−Supongo que es verdad. Ahora duerme, Mi Bella.
−Edward… ¿tú invitaste a Tanya Denali al evento?− pregunto con miedo.
Él se aparta un poco de mí −¿Qué?
¡No! ¿Por qué…
−Ella estaba ahí− le respondo antes de que termine –La vi, Edward.
−No es posible…− dice –Tal vez sólo la imaginaste. Fue una noche difícil.
Le doy la razón –Creo que sí− de pronto, una sonrisa aparece en
mi rostro –Mañana
llega Charlie a la ciudad− le aviso.
−Eso es genial, Bella. Al fin voy a conocer a mi
suegro.
La sonrisa se me acaba pronto cuando recuerdo lo que
pasó en la inauguración.
−Y… hablando de Charlie… ¿Qué no se supone que íbamos a
pasar la Navidad aquí? ¿Por qué de pronto has cambiado los planes diciendo que
irás a Forks conmigo?
Él se pone rígido –Creo que te hará bien regresar a ese lugar y que veas
tu casa y a tu padre… lo hago por tu comodidad.
Ladeo la cabeza –No digas mentiras Edward. Te conozco. Tu actitud ha
cambiado completamente durante la cena cuando Esme te dijo que tú tía Anne
vendría en Navidad.
−Bella− me mira –En serio quiero dormir.
Agito la cabeza negativamente –No
voy a dejarte dormir hasta que me digas lo que pasa− me levanto de la cama y abro uno de
los cajones. Como estamos en el apartamento de Edward no tengo pijamas, así que
tomo una playera suya larga y luego vuelvo a la cama.
−Sigo esperando− le digo.
Él suspira –No pasa nada ¿bueno? Es sólo que me emocionó demasiado
la noticia, luego se me juntó la preocupación de lo de Rachel y… supongo que
fue un choque de emociones.
−Eres demasiado megalómano y obseso del control como
para dejar que un “choque de emociones” te afecte.
−Bella, déjame dormir. Mañana también es día de
oficina. Estoy casi o tan cansado como tú.
Le doy un ligero golpe en el hombro, luego beso sus
labios y me acurruco junto a él.
−Duerme, mentirosillo− digo en broma.
−Duerme, mi bella detective.
OoO
Es de madrugada. Necesito hacer pipi. Edward tiene mis
piernas entre las suyas y su pesado brazo encima de mí. Me empieza a faltar el
aire. Lo empujo un poco y logro salir de esa prisión.
Estoy lavándome las manos cuando escucho quejidos
provenientes de la única persona que hay en ese apartamento. Edward. Cierro el
grifo y me seco las manos con la toalla. Salgo del baño y me acerco a él.
Vuelve a quejarse y murmura algo ininteligible. Lo muevo para que se despierte,
pero no lo hace. Vuelve a murmurar algo… me acerco a él para entender y
entonces lo hago.
−No tía Anne… no…− suplica.
Me hago para atrás. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Está
teniendo una pesadilla con su tía Anne? El grita fuerte.
−¡No! ¡No quiero! ¡Déjame! ¡Tía Anne!
Lo muevo fuerte una y otra vez.
−¡Edward! ¡Edward! ¡Despierta! ¡Despierta!− él abre los ojos y se ve como
perdido. Tiene la triste mirada de un cachorrito perdido en medio de la lluvia.
−Mi cielo… ¿qué tienes?− acuno su rostro entre mis manos –Ya, ya… todo está bien.
Me toma por la cintura y me hace aterrizar en la cama
junto a él.
−Bella… cariño… o mi Bella… pensé… ella estaba…− balbucea. Siento pánico. Jamás le
había visto así.
−Shht. Shht. Ya, está bien− canturreo –Tranquilo.
Él se pega a mi cuerpo y me abraza hasta asfixiarme
pero esta vez no me importa.
−Abrázame fuerte, Bella. Abrázame fuerte y no me
sueltes− su voz se quiebra, estiro el brazo y prendo la luz de
la lámpara de noche. ¡Oh santo cielo! Edward está llorando.
Lo abrazo fuerte como él me ha dicho –Edward
¿qué pasa? Dime.
Pero él no contesta. Su respiración es errática.
−Canta− pide –Canta algo Bella, lo que sea. Por favor.
Me toma unos minutos entender lo que está pidiendo,
luego al fin lo hago.
Tarareo una canción de cuna que mamá me cantaba cuando
llovía y a mí me daba miedo.
Un rato después la respiración de Edward se vuelve
acompasada, está dormido… pero no me suelta.
Es entonces que sé que Edward está alterado por la
llegada de su tía Anne. Jamás le había visto así, tan alterado. Había,
pánico, terror…
Esa mujer le hizo algo… la mujer de las fotos le hizo
algo, y no puede ser nada bueno… Estoy decidida a averiguar lo que pasó… y todo
tiene que ser antes de Navidad.
OoO
Canción: Save Me
Artista: Gotye
*GQ: A veces también llamada la “Vogue de los hombres”
Es una revista de moda, autos, últimas tendencias y tips para el género
masculino.
Un
beso. Dejen su review.
Amy
W.