Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer la historia es mía.
No eres bueno para mí
Cariño, no eres bueno para mí
No eres bueno para mí
Pero cariño te quiero, te quiero
Dieta Mountain Dew* cariño, ciudad de Nueva York
Nunca hubo alguna vez una niña tan bonita
¿Crees que estaremos enamorados por siempre?
¿Crees que estaremos enamorados?
Tómame otra vez, arrástrame hacia las cenizas
Lista para otra mentira
Dice que me va a enseñar sólo lo rápido que es
Dice que todo estará bien
Golpéame esta noche querido
Yo no sé por qué pero me gusta
Tengo que volver a mi lado salvaje
Dámelo, dámelo
Vívelo, vívelo
Tal vez me gusta esta montaña rusa
Tal vez me mantiene alta
Tal vez este golpe se acerque
Supongo que podría hacer a sus ojos brillar
Lastímame y dime que eres mío
Yo no sé por qué pero me gusta
Asústame mi Dios, eres divino
Dámelos, dámelos
Obsesión y diamantes
Capitulo 22: Serpiente, Hiedra y Tinta Azul.
Las cosas suceden tarde o temprano, por más que trates de retrasarlas…
incluso por más que trates de que nunca pasen.
Hay personas que no quieres volver a ver en toda tu vida, ya sea
porque no te agraden o porque te hicieron algo muy malo. Tratas de olvidar,
pero sabes que los errores del pasado siguen ahí, buscando el momento perfecto
para surgir de nuevo y destruirte.
Es entonces cuando te haces una pregunta: ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo
tendrás que seguirte arrepintiendo por cosas que sucedieron hace años?
Lo peor de todo es… que a veces quien más quieres que te comprenda no
lo hace y no le encuentra una razón de ser a todo eso que hiciste alguna vez.
Por más terrible que parezca todo tiene un por qué, a veces menos
obvio de lo que parece.
El dolor nos hace hacer cosas que no queremos, ya sea por despecho o
furia. En realidad, todas las emociones son un matiz del dolor. Incluso el
amor.
OoO
Abro los ojos y sospecho que ya es de día. Todos mis músculos están
engarrotados y me siento incapaz de mover un dedo.
Edward está abrazándome con fuerza, no dejó de hacerlo en toda la
noche, incluso cuando dejé de cantar.
Decido quedarme quieta, no quiero que él despierte. De todos modos
Edward me ha dicho que hoy no tendremos que estar en la oficina hasta el
mediodía. Qué alivio.
Me quedo dormida una vez más…
OoO
Esta vez, cuando despierto, Edward ya no está conmigo. Me sobresalto y
me levanto dando tumbos.
− ¿Edward?− llamo esperando contestación, pero no la obtengo.
Se me ocurre que quizás esté haciendo ejercicio. Miro el reloj y son
las ocho y media de la mañana.
Me meto al baño y me doy una ducha rápida. Cuando salgo envuelta en
una toalla me siento renovada y feliz. Camino hacia el clóset lleno de ropa que
Edward tiene para mí y elijo un traje de pantalón de Gucci en color rosa. Me
pongo unos zapatos de Miu Miu del mismo tono en tacón bajo y un bolso de Louis
Vuitton.
Cuando termino de vestirme decido que es tiempo de buscar a mi Adonis.
Me percato de que el vestido de ayer yace sobre una silla, extendido.
Camino hacia la cocina pensando que tal vez esté preparando el
desayuno, como se me ha hecho costumbre. No, no está ahí.
− ¿Edward?− llamo una vez más, sólo el silencio me responde. Me
extraño y me repito que tal vez esté haciendo ejercicio. Incluso tal vez salió
a correr.
Abro el refrigerador y saco la harina para hotcakes, mantequilla,
leche, huevo, sirope de arce y algunas moras que hay congeladas.
Enciendo la estufa y dejo que el sartén se caliente mientras preparo
la mezcla. Es entonces que recuerdo que Charlie llega hoy, eso es lo único por
el momento que me tranquiliza.
Comienzo a preocuparme cuando termino de hacer los hotcakes y Edward
sigue sin aparecer. Los sirvo en platos y me tomo mi tiempo en decorarlos con
el jarabe y los frutos.
Me siento en uno de los taburetes y comienzo a desayunar. Termino.
Miro el reloj. Las nueve y media. Ha pasado una hora.
En ese momento el timbre del ascensor suena, levanto la vista del
fregadero ya que estaba lavando los platos. Edward aparece en la sala, con
traje, corbata y maletín en mano.
−Hola− me sonríe mientras se acerca a mí y me besa en la mejilla − ¿Cómo
has dormido?
− ¿A dónde…? ¿A dónde has ido?− pregunto señalando su traje.
−A la empresa− me responde de lo más natural.
− ¿A la empresa?
−Sí, Bella. A la empresa.
−Pero…
−No quería que trabajaras hoy. Hoy llega Charlie y sería bueno que
pasaras el día con él. No se vería bien que tu novio, siendo a la vez tu jefe,
te obligue a trabajar en día de encuentro familiar. ¿No lo crees?
Alzo una ceja − ¿Eso significa que hoy no iré a la oficina?
−No− contesta –Y yo tampoco. Es por eso que he ido sólo un par de
horas para adelantar algo del trabajo de mañana− me abraza y besa mi pelo
–Tenemos el día libre nena. Bueno dos, mañana tampoco irás. Es tu clausura en
la universidad.
No puedo evitar sonreír también –Eso es… gracias, Edward.
−No se merecen− responde.
−Te he preparado unos hotcakes… pero tal vez ya has desayunado− aviso
con pesar.
−Pues la verdad es que no− dice mientras toma asiento –Esto tiene muy
buena pinta− pincha una mora y se la lleva a la boca. Hace un gesto de
aprobación.
Cuando él termina con su plato, lo deja en el fregadero y me mira.
−Y bien… ¿qué quieres hacer?− mira su reloj − ¿A qué hora llega tu
padre?
−A las dos su vuelo estará aterrizando− aviso.
−Eso significa que tenemos cuatro horas libres. ¿Qué te apetece hacer?
Me muerdo el labio − ¿Lo que yo quiera?− pregunto.
−Lo que tú quieras− acepta.
Asiento –Quiero hablar− digo.
− ¿Hablar? ¿Sobre qué?
Me pongo nerviosa… no sé cómo va a tomar la noticia.
−Tengo que decirte algo, Edward.
−Pues suéltalo ya− ordena.
Bajo la vista a mis dedos entrelazados, de pronto se han vuelto lo más
entretenido del mundo. Abro la boca para hablar, pero la cierro de nuevo.
−Voy a renunciar− suelto de golpe.
Él enfoca su mirada incrédula en mí − ¿Que tú qué?
−Voy a renunciar a Cullen Corp.− repito.
−No puedes...
Pongo una mano frente a él –Es una decisión Edward, una decisión ya tomada.
Él camina hacia uno de los sofás y se sienta, se toma la cabeza con
las manos y clava su vista en el suelo. Cuando me mira otra vez tiene una
expresión de tristeza.
− ¿Vas a dejarme?− pregunta dolido.
Frunzo el ceño − ¿Qué? ¡Claro que no!− respondo atropellando las
palabras. Corro a sentarme a su lado –Edward no voy a dejarte, si te digo que
voy a renunciar es porque quiero…
−Quieres alejarte de mí− dice mientras se pone de pie –Acéptalo
Isabella, yo te asfixio.
−No es así… sólo quiero que los dos seamos más independientes, ¿tú
entiendes…?
−No, no entiendo.
Aprieto los labios –No quiero pelear contigo.
Él bufa –No me había dado cuenta de que estábamos discutiendo, ya que
según tus propias palabras, esto es una decisión ya tomada.
−Tienes razón− le señalo con un dedo –No tengo idea siquiera por qué
te estoy diciendo esto. Tendrás mi carta de renuncia pasado mañana sobre tu
escritorio− me pongo de pie y camino hacia el ascensor, decidida a irme.
−Alto ahí− grita.
No sé porque yo me detengo.
−No tienes derecho a renunciar Isabella. Te ordeno que no renuncies.
−Ja− digo con ironía mientras me vuelvo para mirarlo − ¿Cómo que me
ordenas? ¡No puedes!
−Claro que puedo− responde –Eres mi sumisa y haces lo que yo te diga.
Si yo te ordeno que no renuncies, entonces tú no renuncias.
Me cruzo de brazos –Así que todo esto es porque soy tu sumisa… pues
bien ¡ya no quiero serlo! ¡Desde este momento me declaro una persona libre de
nuevo!
−No puedes− dice otra vez.
− ¿A no? Enséñame el papel en donde diga que no− le reto.
El hace un gesto con la cabeza y se da la vuelta para desaparecer por
el pasillo. Cuando regresa tiene un papel entre las manos. ¿Pero qué…?
− ¿Qué es eso?− pregunto con miedo –No me habrás hecho firmar un papel
mientras estaba dormida ¿verdad?− digo en tono de broma… o por lo menos lo
trato.
Él entrecierra los ojos y me dedica una mueca de “No digas tonterías”
−Claro que no− contesta y me extiende el papel para que lo lea.
− ¿Qué es esto?− pregunto aún enojada.
Él me quita de nuevo el papel.
−Pues si leyeras un poco te darías cuenta de que aquí dice, y cito:
“La candidata puede convertirse en sumisa en el momento en que ella lo solicite
y el dominante acepte, así como por medio de un compromiso o petición verbal o
por medio de una firma”
Me atraganto con mi propia saliva –No puedo creerlo− estoy ofendida −
¿Me estás diciendo que para ti siempre he sido una “candidata”?
−Ese no es el tema. Tú hiciste un compromiso verbal conmigo así que…
−Claro que es el tema, Edward. Te estás refiriendo a mí como una “candidata”
−Sabes perfectamente que tú para mí no eres una candidata, eres mi
novia y te amo; pero no pienso aceptar que renuncies.
Me paso una mano por el cabello − ¡Estoy renunciando al trabajo
solamente, no a ti!
Él arruga el papel en su puño y su vista se clava en la distancia.
−Así es como empezará todo…
− ¿A qué te refieres?− digo.
−Vas a renunciar a ser mi asistente, te irás de mi empresa, te niegas
a vivir conmigo; luego de eso conseguirás trabajo en otro lado, no tendremos
tiempo para vernos y después tú argumentarás que no nos vemos lo suficiente y
que lo nuestro no funcionará; finalmente te irás.
Oh mi… a Blancanieves se le resbala una lágrima.
−Eso es tener mucha imaginación, Edward− susurro.
−No se necesita pensar demasiado para darse cuenta de que quieres
alejarte de mí. Contéstame tan sólo una cosa: ¿Cuándo nos veremos? Toda la
semana tú estarás trabajando y los sábados y domingos vas a la universidad.
−Vamos a encontrar un espacio, recuerda que siempre puedo dormir
contigo− sonrío. Se me ha ablandado el corazón.
Él abre sus brazos y los deja caer a sus costados –Acepta vivir
conmigo y dejaré que renuncies.
−No voy a permitir que me condiciones− me defiendo.
− ¿Por qué te cuesta tanto trabajo entregarte a mí? ¿Por qué no
entiendes de una vez que eres mía?
Alzo las cejas y aprieto los labios.
− ¿Cómo te atreves a decirme eso? Edward, te he entregado a ti mi
cuerpo, te he dado mi alma y mi corazón. Confío en ti cuando estamos en tu
habitación negra, cuando me atas y me golpeas. Dejo en tus manos todo mi ser.
¿Cómo puedes decir que me cuesta trabajo entregarme a ti? Una y mil veces te he
dicho que te pertenezco…− suspiro –Pero es que tú siempre complicas las cosas.
Él se acerca hacia mí y me estrecha entre sus brazos fuertemente.
Entierra su nariz en mi cabello.
−No quiero que te vayas Isabella. Tengo miedo. ¿Acaso no comprendes lo
que me pasaría si tú te vas?
Puedo notar el dolor en su voz. Oh no. Lo último que quiero en este
mundo es lastimarlo.
−Oh, cariño− susurro mientras subo mis manos a su cabello y lo
acaricio –Yo te amo más que a nadie. Tú eres la única persona que puede hacerme
feliz verdaderamente… dependo de ti. ¿Crees que a mí no me duele cuando estás
lejos de mí? ¿Crees acaso que no me dolieron esos momentos en los que creí que
me dejarías por Rachel? Quise morir Edward. Pero necesito esto, en verdad lo
necesito. Quiero saber que aún soy yo.
−No te comprendo.
−Quiero tener la seguridad de que siempre estaré aquí. Que aunque te
he dado mi vida quiero convencerme a mí misma de que sigo siendo yo… Isabella
Swan, la chica tímida a la que le gusta leer y que vive en un pueblo pequeño y
frío, que va a la universidad y que trabaja como asistente de un hermoso y
exigente jefe.
Él se separa de mí, con mirada profunda examina mi expresión.
− ¿Prometes que algún día te mudarás aquí conmigo?− pregunta
cautelosamente, pero puedo notar a la perfección la emoción de su voz.
Sonrío –Lo prometo. Y además prometo que será pronto.
Él sonríe de manera sincera y una vez más se ve joven… como el chico
de veintiséis años que es.
−Dejaré que te vayas de la empresa− dice –Sólo… prométeme que no vas a
irte de mi lado.
−Lo juro− musito.
Él suspira de alivio − ¿Qué quieres hacer ahora?
Suelto una risa. Vaya cambio de humor.
Lo miro de arriba hacia abajo y lo veo en su delicioso traje caro de
corte inglés. Me muerdo el labio…
−Creo que ya sé lo que quiero hacer− digo en voz alta.
Él me sonríe torcidamente y luego me alza en brazos. Yo suelto un
grito de sorpresa.
Jadeo cuando me deja caer en la cama.
− ¿Cuándo entenderás que no me gusta que lleves pantalón?− me mira
peligrosamente –Es una de las reglas, Isabella.
Bajo la mirada. ¡Mierda!
−Azótame entonces− le reto.
Alza una ceja. Antes de que me dé cuenta me ha sacado el pantalón. Me
da vuelta y mi cara queda hacia la cama.
−Entonces te complaceré, Swan.
OoO
Edward se derrumba sobre mí. Los dos permanecemos abrazados durante un
rato.
−Eres genial en la cama, Bella− me alaba.
Me sonrojo –Me ha enseñado el mejor maestro.
−Cierto.
Me besa la frente y se acuesta a mi lado, sin dejar de abrazarme. Miro
el reloj. A penas son las doce.
Él se acurruca a mi lado y pega su pecho a mi espalda, entrelazando
sus piernas con las mías. Pongo mi mano sobre la suya.
− ¿Te emociona ver a tu padre?− pregunta.
−Desde luego que sí. ¿Por qué lo dices?
−Sólo ha sido una pregunta− dice.
Abro la boca para hablar y retomar el tema que hemos dejado los dos en
el aire −Entonces… ¿no pasaremos la navidad aquí?− no logro ocultar la tristeza
en mi voz.
Él se pone rígido − ¿Te afecta tanto?
−No estoy preparada para ir a Forks todavía. Recuerdo mucho lo de
James y…
Él pasa la yema de sus dedos por mi brazo una y otra vez –Todavía lo
amas− susurra sin preguntar y su tono de voz es sorprendentemente tranquilo.
−James siempre será mi primer amor, Edward− contesto –Pero te prefiero
mil y un veces a ti.
Besa mi cabello –Lo sé.
−Quería conocer a tu familia−confieso –Es por eso que también me
gustaría…
−No vamos a quedarnos aquí, Bella. Nos iremos a Forks− me interrumpe
–Ya encontraremos otra ocasión para que conozcas a mis abuelos, ahora no es el
momento.
Me giro para encararlo − ¿Qué soñaste anoche?
Mira para otra parte –Supongo que fue una pesadilla… pero no lo
recuerdo bien− contesta.
−Estabas soñando con tu tía Anne− le recuerdo –No parabas de gritar su
nombre y de pedirle que “no lo hiciera”− ladeo la cabeza − ¿Que no hiciera qué,
Edward?
Él carraspea y se levanta de la cama –Te he dicho que no lo recuerdo.
Voy a darme una ducha rápida.
Él se va prácticamente corriendo al baño. Me levanto de la cama hasta
quedar sentada sobre ella y miro atentamente hacia donde él ha desaparecido. Es
aterradoramente raro todo esto… no sé por qué.
Suspiro. Me pongo de pie y recojo mi ropa de la silla. Me la pongo de
nuevo, me cepillo el cabello y me retoco el maquillaje. Edward sigue en el
baño… aunque no escucho la caída del agua. Me preocupo y camino hasta la puerta
y trato de girar la perilla, pero tiene seguro. Da lo mismo. Quizás quiere
estar sólo.
Voy hasta la sala y me quedo mirando hacia los cristales… el sol está
terriblemente fuerte allá afuera.
Me muerdo el labio. Edward me preocupa, me está carcomiendo el alma la
incertidumbre. ¿Qué diablos pasa con la tía Anne? ¿Lo sabrá Esme? Levanto el teléfono
y marco rápidamente a la casa de los Cullen. Luego de un par de pitidos
Carlisle me contesta la llamada. Me levanto y voy a la cocina, hasta un rincón
lejano para que Edward no pueda oírme.
− ¿Diga?
−Hola, Carlisle. Soy Bella.
Se nota la sorpresa en su voz –Bella, qué sorpresa. ¿Está todo bien?
−Sí, sí− suelto una risita nerviosa. Nada está bien –Er…
¿podrías pasarme a Esme?− comienzo a morderme una uña.
−En seguida− dice y se va un segundo. Una alterada Esme me contesta −
¿Bella? ¿Estás ahí? ¿Va todo bien?
−Sí, sí− repito –Sólo quiero… quería ver si podría ir a visitarte hoy.
Tengo ganas de hablar con alguien y ahora que Alice se fue…
−Oh− su alegría vuelve –Claro que sí, cariño. Me encantaría que
vinieras. Voy a preparar una tarta y café ¿te gustaría?
−Sí. Eso es perfecto.
−Bien. ¿A qué hora piensas venir?
−No sé a qué hora podría. Supongo que yo… te llamaré de nuevo Esme
¿bueno?
−Claro querida.
−Bien. Adiós− me despido de ella lo más amable que puedo y cuelgo
justo cuando escucho los pasos de Edward acercarse. Escondo el teléfono.
Él se queda mirándome interrogante. Frunce el ceño y su vista baja de
mis ojos hasta mi mano que está detrás de mi espalda.
− ¿Con quién hablabas?− Hay un atisbo de enojo en su voz.
Trago saliva. No sé qué decir. No sé si le gustará que le diga que he
hablado con Esme y hemos quedado para tomar un café.
−Con… Charlie− miento.
− ¿Charlie ya aterrizó?− pregunta mientras se acerca con pasos lentos
hacia mí.
−Er… no− Mierda. Mentir se me da fatal y mis manos están temblando.
− ¿Por qué estás tan nerviosa?− ladea la cabeza cuando llega hasta
donde yo estoy. Sus ojos se encuentran con los míos. Pasa su brazo por mi
espalda y la desliza por mi brazo y me quita el teléfono − ¿Con quién
hablabas?− pregunta una vez más lentamente.
No contesto. Él acaricia mi mentón y me besa en la boca, sus labios
ascienden hasta mi oreja y muerde mi lóbulo. Gimo. Oh.
− ¿Estabas hablando con Jacob?− la intimidante tranquilidad sigue en
su voz.
Abro los ojos − ¡No!− contesto en un grito agudo –Estaba hablando con…
tu madre− confieso.
− ¿Con Esme? ¿Para qué?
Pongo la mejor sonrisa que tengo –Quiero visitarla. Con todo esto de
la llegada de Charlie… no sé, me ha dado una punzada familiar.
Parece creerme y yo respiro otra vez.
−Bien. ¿Quieres que te lleve?
− ¡No!− exclamo antes de lo que es educadamente correcto –Quiero
decir, yo iré sola. Es una charla de té, entre mujeres solamente.
−Bien− contesta simple –Envíale a Esme mis saludos, dale un beso de mi
parte− sonríe y se me encoge el corazón al descubrir esa faceta tan tiernamente
familiar de Edward.
Nos quedamos un rato más en el pent-house mientras que Edward atiende
llamadas en su Blackberry y yo recojo el poco desastre que hay en el lugar.
Tiendo la cama, lavo los platos y sacudo un poco los muebles.
Edward por fin deja de lado su molesto celular. Viene hacia mí y me
abraza, dándome un beso en la mejilla.
−En verdad me gustaría que vivieras conmigo− susurra –Anda, vamos al
aeropuerto a recoger a tu padre. Ya estoy ansioso− dice alzando las cejas.
Le guiño un ojo y le sigo, pronto estamos en el estacionamiento.
− ¿Segura que no quieres que te deje sola con tu padre? Yo puedo
conocerlo luego− dice en tono serio.
−De ningún modo− protesto –Quiero que tú vengas conmigo y punto.
OoO
Charlie recoge sus maletas de la barra deslizante del aeropuerto.
Puedo verlo a lo lejos, y creo que él también me ha visto, porque camina
directamente hacia mí.
Mi mano sujeta la de Edward.
− ¿Qué tal estoy?− le pregunto mientras me aliso un poco el cabello
con mi mano libre.
−Estás perfecta− contesta.
Le dedico una mueca. En ese momento papá llega.
−Hola Bells− dice con su tono de voz extrañamente cálido.
Suelto la mano de Edward − ¡Papá!− me lanzo a sus brazos y lo estrujo.
Inhalo el aroma de su ropa… aún huele a pino y a tierra húmeda. Huele a Forks.
Él se limita a palmearme un poco la espalda e indicarme de manera sutil que
está comenzando a sentirse incómodo ante mi efusiva muestra de afecto.
−Lo siento− susurro.
Charlie me sonríe y se le marcan las arrugas en las comisuras de los
ojos. Luego, su vista se enfoca en Edward. ¡Mierda! ¡Lo había olvidado!
−Papá, te presento a Edward Cullen, mi novio− y las palabras me salen
con increíble soltura. La voz no se me ha quebrado como creí que iba a pasar.
Edward le extiende una mano a papá, y él se la devuelve. Charlie
observa a Edward escrutadoramente, escaneándolo con la mirada. Vamos papá. Aquí
no estamos en la estación de policía…
−Jefe Swan− saluda él. Charlie le responde con un movimiento de
cabeza.
−Y bien Bells ¿Cómo has estado?
−Muy bien papá− respondo − ¿Llevo tu maleta?
−No, está bien.
Me agarro del brazo de papá y volteo la mirada hacia Edward y le
dedico un gesto de disculpa por el comportamiento frío de él. Él me responde
con una sonrisa de “No hay cuidado”
Nos subimos al auto y Edward nos conduce a través de las calles llenas
de taxis hasta un restaurante fino.
Pide una mesa y tomamos asiento. La Blackberry de Edward suena de
nuevo, él se levanta de la mesa y se disculpa alejándose un poco de nosotros.
Siento la mirada de Charlie sobre mí.
− ¿Qué?− pregunto.
−Nada. Es que… te ves tan… madura y feliz. Cuando te fuiste de Forks
estabas destrozada.
Bajo la vista –Edward es la razón por la que he superado a James. Él,
los amigos que hecho aquí, la universidad, el trabajo y la ciudad en general.
Todo es muy reconfortante.
− ¿Cómo te va con él?− inquiere en tono algo enojado.
−Papá… Edward es alguien muy especial para mí. Lo amo con todo mí ser
y él a mí.
−Más le vale que nunca te haga daño− advierte –No me gustaría que él
te lastimara.
Los platos que hemos pedido llegan y Edward sigue hablando por
teléfono.
Charlie mira a Edward como un halcón y entonces doy por sentado que a
papá Edward no le agrada del todo, si no es que en lo absoluto.
−Papá, deja de mirarlo así− susurro por lo bajo.
− ¿Cómo?− pregunta.
−Él no es ningún delincuente o asesino, es mi novio, el mejor− digo.
−Tengo que estar al pendiente de con quien está mi niña− encoge los
hombros − ¿A qué se dedica?− pregunta.
−Es presidente y dueño mayoritario de Cullen Corp., una empresa de
publicidad.
− ¿Y en qué trabajas, Bells?
Me muerdo el labio –En una empresa de publicidad.
Él frunce el ceño − ¿Y en qué puesto?
−Soy asistente personal del presidente y dueño mayoritario de Cullen
Corp.− suelto una risa ante lo cómica que me parece la situación.
Charle tarda sólo cinco segundos en entender.
− ¿Estás diciendo que eres novia del jefe? Bella… ¿lo saben en el
trabajo?− Oh, oh. No está feliz. Ha tomado la noticia mucho peor de lo que
esperaba.
−Desde ayer, sí− contesto.
Él abre la boca –Bella… no te sigo. ¿Cómo que desde ayer?
Suspiro –Manteníamos lo nuestro en relativo secreto para evitar
problemas. Pero voy a renunciar a la empresa, por eso Edward ha anunciado
públicamente nuestra relación− digo lo más rápido que puedo. No quiero que
Charlie le dé muchas vueltas al asunto. No es para tanto ¿o sí?
Edward llega con una sonrisa enorme en el rostro que desentona de
manera fatal ante la cara de papá. Él está enojado, muy enojado.
Tomo la cuchara y pruebo la Crème brûlée que nos han traído
como postre. Está deliciosa, pero no puedo saborearla gracias a la palpable
tensión entre nosotros tres. De pronto lamento haberle dicho a Charlie la
verdad. Creo que todo estaría mejor de haberle dicho que trabajaba como asistente
de un presidente y que había conocido a Edward en un evento, incluso en la
universidad.
La comida termina y Edward paga la cuenta.
− ¿Le ha agradado la comida, jefe Swan?− pregunta.
−Supongo que sí, Edward.
Salimos del restaurante y subimos de nuevo al auto.
− ¿Qué te gustaría hacer ahora, papá?
−Estoy cansado, me gustaría ir a tu departamento Bells.
−Está bien.
Edward sabe de memoria el camino, así que pronto estamos a los pies
del edificio. Abro la cajuela y saco la maleta de Charlie, pero Edward me la
quita de las manos antes de que pueda hacer nada.
−Déjame. Yo la llevo− me pide.
Tomo de nuevo el brazo de mi padre y atravesamos la recepción del
edificio y tomamos el ascensor. Edward se mete con nosotros y hay una atmósfera
pesada en el aire. Aunque ya le pedí a Charlie que no lo hiciera él sigue
mirando fijamente a Edward. ¿Qué pasa? ¿Tan mal le cae?
Saco las llaves de mi bolso rosa y abro la puerta. Dejo que Charlie
pase primero y luego entro yo y al final Edward.
Charlie se para en el centro de la enorme sala y admira por un momento
mi casa. Creo que le gusta.
−Has tenido muy buen gusto para decorar este lugar− alaba –Es cálido.
−Siéntate, por favor papá.
Charlie mira el sofá y luego se sienta. Edward ha dejado la maleta a
un lado de mi cama. Regresa a la sala y se sienta en el sofá frente a Charlie.
Carraspeo. Esto se está volviendo verdaderamente incómodo.
−Y… ¿les gustaría un poco de café? ¿Té?
−Creo que me gustaría una cerveza− dice papá –Estoy muriendo de calor.
Tuerzo la boca. Mierda.
−No tengo cerveza papá… pero podría ir a comprar algunas.
−Me parece bien− contesta.
Edward se levanta del asiento –Te llevo− ofrece.
−Creo que estaría bien que Bella vaya sola− dice papá y entonces
comprendo que quiere quedarse un momento a solas con Edward.
Asiento con la cabeza y vuelvo a tomar mi bolso de donde lo he dejado
–Regreso en un momento− digo.
Abro la puerta y regreso mi vista a mis espaldas. Ellos están en
silencio.
Me da miedo irme y dejarlos solos, no quiero hacerlo, pero papá ha
dicho que quiere cerveza así que tengo que ir al supermercado.
Cierro la puerta y dejo a los hombres de mi vida sentados juntos en el
sofá de mi sala, el uno frente al otro.
OoO
POV Edward.
Me quedo a solas con Charlie y me remuevo en el asiento. Percibo que
no le agrado mucho, pero tengo que hacer todo lo posible para que eso cambie.
Él es el padre de Mi Bella, tengo que agradarle.
Charlie me mira y abre la boca, quiere decirme algo.
−Sé que eres un buen hombre− me dice Charlie –Pero, como ya mi hija te
habrá dicho, soy jefe de policía de Forks.
−Lo sé, jefe Swan− contesto con educación.
Él asiente –Bueno, Edward− carraspea –Sé que eres un empresario
exitoso y que nadas en dinero, así que creo que no te gustará saber que ha
llegado a mis manos información muy inquietante sobre ti.
Conservo mi expresión impasible –Prosiga, jefe Swan.
−Tengo información de que tú tuviste algo que ver la noche en que
James Witherdale murió− murmura.
Asiento lentamente. Respiro, estoy tranquilo.
− ¿Y qué piensa usted sobre eso?− pregunto.
−Confío en que son rumores nada más. He visto y comprobado cómo tratas
a mi hija, y me agrada. Por eso te estoy diciendo esto.
Me remuevo en mi asiento –Dígame, jefe Swan ¿Quién le ha dado esa
información?
−Un día llegó a mi oficina un tal Jacob Black, me mostró fotos de ti,
o más bien de tu auto justo detrás del de James. Revisé las placas y me dieron
los datos del dueño. Eres tú.
Trago saliva. Así que Jacob Black también había tratado de sobornarlo.
−Jefe Swan… no sé cómo decirle esto pero, Jacob Black trabaja en mi
empresa. Él me ha sobornado con esas mismas fotos que le mostró a usted, y
aunque sé que yo no tuve nada que ver con el accidente de este tipo al que yo
no conozco usted deberá comprender que no me conviene que estas fotos sean
reveladas. Perjudicaría a mi familia entera, a mi empresa y a su hija. Y yo no
dejaría que nada ni nadie le hicieran daño.
Asiente una y otra vez –Estoy sorprendido en serio de qué tan lejos ha
llegado el chico Black, tenemos que detenerlo.
Sonrío para mis adentros. Ahora todo está bien una vez más. Justo bajo
control.
−Usted es policía, jefe Swan. Usted podría apresarlo por soborno,
hasta donde sé, eso es un delito.
Él me mira impasible –Eres inteligente, Edward− comenta –Y me gusta
como tratas a mi hija. ¿Ella te ha contado quién era James?
Asiento –Sí. Era su novio y murió en ese accidente terrible. Ella
habla de él todo el tiempo y dice que aún lo ama− decir eso me pica la lengua
–Pero me ama más a mí.
−Eres un buen chico, Edward. Quieres a mi hija y la comprendes.
−La amo como a nadie, jefe Swan.
−Deja de decirme jefe Swan. Soy Charlie para ti.
Sonrío lo más agradable que puedo.
− ¿Le agrada la pesca, Charlie?
OoO
Regreso casi corriendo a casa. No quiero ni pensar lo que estará
pasando ahora entre los dos amores de mi vida.
Me imaginaba la peor escena. Como un bosque turbulento lleno de ramas
y espinas al que no se le ve final. Algo oscuro, una pelea entre Charlie y
Edward. Eso destrozaría mi corazón.
Oh, por qué, por qué he tenido que dejarlos solos.
Abro la puerta a toda prisa sosteniendo con la otra mano el six de
cervezas que he comprado. Estoy a punto de que éstas se me caigan al suelo.
Charlie suelta una risa. (Ver a Charlie reír es algo muy, muy raro)
−Gracias a Dios a mí nunca me ha pasado Ed− añade él –No quiero
imaginarme lo que es que un pez se te lance al rostro.
−Ya ves Charles… pasan cosas tan extrañas en el mar.
Ambos voltean y me ven ahí de pie en el umbral.
−Bella, llegaste− dicen los dos en cómico coro y no puedo reprimir la
risa y el temor.
¿Qué diablos ha pasado? Me fui ¿por cuánto? ¿Media hora? ¿Cuarenta y
cinco minutos? Ellos se hablaban de Edward, Jefe Swan, de usted… ¿y ahora? En
diminutivos de nombre: Ed, Charles, de tú…
Edward me mira poner el six en el refrigerador y yo le devuelvo una
mirada inquisitiva. Me tendrás que decir lo que le has hecho a mi padre.
Me sorprende hasta donde llega el encanto de Edward. No sólo yo… o más
bien todas las mujeres somos cegadas por el Sol Edward Cullen, nos sentimos
atraídas por su magnetismo, por su caballerosidad, su encanto, su vibra… algo.
Tomo dos cervezas y se las extiendo.
−Toma papá. Edward.
Ambos me agradecen y continúan con su charla revuelta de pesca,
navegación, autos y armas. No tenía idea de que Edward supiera de todo eso…
pero él sabe de todo. Siempre.
Voy a mi habitación y recojo lo poco que puede haber tirado. Miro el
reloj, son las cinco. Mierda. He olvidado llamar a Esme. Tomo mi celular y me
encierro en el baño. Marco el número.
− ¿Diga?− es Esme.
−Hola, Esme. Soy Bella.
− ¡Bella, querida! ¡Estaba esperando que llamaras! ¿A qué hora
vendrás? Ya hice café, té, pastel y galletas.
−Voy para allá, Esme. Estaré ahí dentro de una hora.
−Te espero, Bella− contesta y puedo percibir la sonrisa en su voz.
Salgo del cuarto de baño y me cepillo un poco el cabello. Mierda. Se
ha esponjado. Me hago una coleta y la sujeto con una goma. Así está mejor.
−Chicos, tengo que salir.
− ¿A dónde vas?− pregunta Edward en el mismo tono autoritario de
siempre.
−Con Esme, te dije que iría a visitarla.− Edward asiente y puedo ver
la cara de confusión de Charlie.
−Esme es la madre de Edward, y hemos quedado hoy para tomar café−
explico brevemente y Charlie asiente.
Edward mira su reloj y yo pongo los ojos en blanco. Por Dios.
−Bella, es muy tarde. La casa de mis padres queda a poco más de una
hora de aquí ¿a qué hora llegarás?
−Yo te llamaré para decirte que estoy bien. Si les da hambre hay un
poco de lasaña en el congelador. Volveré pronto lo prometo, y papá, perdón por
dejarte ahora que has venido a visitarme pero es urgente− me disculpo.
−No hay problema Bells. Yo me quedaré aquí con Ed para seguir
platicando de pesca.
Sonrío tiernamente porque me da una felicidad enorme que ellos se
lleven tan bien. ¿Cómo ha hecho Edward para meterse a un hombre como mi padre en
el bolsillo?
OoO
He tomado el ferry para poder llegar a Long Island. Tomo un taxi e
indico la dirección. Cuando son las siete y cuarto estoy frente a la enorme y
bonita mansión francesa de los Cullen.
Le pago al taxista y llego prácticamente corriendo a tocar el timbre.
Esme me abre la puerta con una enorme sonrisa en el rostro. Lleva un vestido
morado que le sienta perfecto y el suave cabello caramelo cayendo en suaves
ondas.
−Pasa, Bella. Te esperaba− me besa una mejilla y me abraza –Que gusto
que estés aquí− cierra la puerta y yo camino hasta el recibidor –Vamos,
acompáñame a la cocina.
La sigo. Frente a mí hay un dulce banquete de tarta, pastel y
galletas; sin faltar todo el juego de té de plata horriblemente pulida y
brillante.
No oigo ningún sonido en la casa y pienso que tal vez Carlisle no
está. Perfecto. Esto que estoy a punto de hablar con Esme no debe escucharlo
nadie. Absolutamente nadie.
−Ayúdame a llevar esto a la mesa− me pide.
Cuando terminamos de poner todo tomamos asiento. Esme suspira y me
mira melancólica.
−Estoy sola en esta casa. Carlisle se ha ido al club de golf, no tengo
servidumbre porque no me gusta y todos mis hijos ya tienen su vida aparte. Me
da gusto que me vengas a visitar− acaricia mi mano –Estoy tan aburrida yo sola
aquí…
Me pongo triste por ella. Debe de ser terrible estar tan sola. Ella me
sirve té ante mi aviso de que no me agrada del todo el café. Tomo un pequeño
panqué cubierto de betún y lo muerdo. ¡Está rico!
−Y… ¿de qué querías hablar, Bella?− pregunta.
Me atraganto un poco con el té. Mierda. ¿Cómo empiezo?
−En realidad quiero platicar contigo a cerca de la familia de Edward.
Él es muy callado y no me cuenta muchas cosas, y yo quiero conocerlo más.
Esme sonríe de nuevo y encoge los hombros mientras de la un sorbo a su
taza de té.
−Te he contado casi todo sobre la familia Cullen.
Juego un poco con mi panqué − ¿Qué hay de la tía Anne?− pregunto
mirando hacia otro lado. No quiero que detecte nada en mis transparentes ojos.
Esme frunce el ceño − ¿Mi hermana? Pues… ella es muy parecida a
Edward. Es inteligente y hermosa. Mis padres decían que ella era toda una niña
prodigio, yo siempre la quise enormemente… lástima que durante un tiempo
desapareció.
− ¿Y por qué se fue de pronto?− pregunto a Esme en el tono más
desinteresado que puedo fingir.
Esme encoge los hombros –Eso fue algo muy raro. Como te he dicho,
Edward y ella eran inseparables. Un día todo cambió, los dos dejaron de
hablarse y días después sin despedirse de nadie, mi hermana se fue. Hasta un
año después no me enteré de que ella estaba en Italia.
− ¿Nunca se te ocurrió preguntarle a Edward qué fue lo que pasó?
−Siempre lo hacía, pero él se mostraba muy esquivo. Decidí dejarlo
pasar. Bella, no sé si te habrás dado cuenta, pero mi hijo es una persona muy
difícil.
Aprieto los labios. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Conseguiré que Edward me
confiese lo que hubo entre él y su tía para que ella se fuera tan lejos?
− ¿Qué fue lo que le hizo?− digo en voz alta y abro los ojos como
platos cuando me doy cuenta de que mi filtro de pensamientos y boca no
funciona. Mierda.
− ¿Qué has dicho?− inquiere intrigada.
−Nada− miento y lamentable y estúpidamente se me ocurre alzar la vista
y entonces Esme puede ver mis pensamientos a través de mis ojos.
−Bella ¿qué pasa? ¿Hay algo que quieras decirme?
Me doy cuenta de que hay una probabilidad nula de que Edward me cuente
algo. Esme es la única oportunidad que tengo.
−Presiento que la tía Anne le hizo algo a Edward− lo digo con voz
fuerte y convincente.
− ¿De qué hablas? ¿Cómo es que piensas eso?− Esme alza la voz más de
una octava.
−No quiero que te enfades conmigo Esme, sé que es tu hermana y toda
esta cosa mía tal vez sea un error…− tomo aire –Tengo serias razones para
pensar lo que te he dicho. Para empezar Edward y yo teníamos planeado pasar la
Navidad aquí con ustedes para que yo conociera a toda la familia, pero en la
ceremonia de inauguración cuando le dijiste que tu hermana venía en Navidad él
comenzó a actuar muy raro y en menos de un segundo cambió el plan de quedarnos
aquí en diciembre. A penas llegamos a casa me dijo que iríamos a Forks a pasar
la Navidad con mi padre.
−Eso puede ser simple coincidencia, Isabella− Oh, oh. Esme está
enojada.
−Esa misma noche Edward tuvo una pesadilla y no paraba de gritar el
nombre de tu hermana. Cuando logré que se despertara él estaba tan desorientado
y asustado que por un momento quedé congelada en mi lugar. Me pidió que lo
abrazara toda la noche. Ese no es un comportamiento normal en Edward, y cuando
le pregunto acerca de Anne él simplemente me distrae con otra cosa o se va sin
contestarme. Dime ¿qué quieres que piense?
−Sé que quieres a mi hijo y que estás preocupada por él; pero todo
esto no lo sé… tiene que haber una explicación lógica. Sí, mi hermana Anne
desapareció sin que nadie se diera cuenta y sí, Edward actuó raro de repente
pero tal vez fue porque le afectó la noticia.
− ¡Pero el mintió!− exclamo –Te dijo que nosotros ya teníamos planes
en diciembre para ir a Forks, pero no es cierto. Esme, por favor ayúdame.
−Entiendo que te preocupes por él, Isabella. Pero no hay razones para
que impliques en esto a mi familia, y mucho menos a mi hermana. Ahora por
favor, vete de mi casa− sus ojos antes cálidos ahora son fríos e inexpresivos
como el hielo; ahora entiendo de dónde ha sacado Edward eso.
Suspiro y me levanto –Lo…lo siento. Pero tenía siquiera que
intentarlo. Edward nunca me deja entrar del todo en su vida, él me ha dado todo
y poder ayudarlo con esto que le está pasando sería todo en mi vida. Adiós,
Esme.
Me doy la vuelta y camino a paso marcado hacia la salida. No escucho
alguna otra palabra de ella.
OoO
Le he pedido al taxista que me dejara tres cuadras antes. Necesito
caminar y pensar.
Quiero ayudar a Edward con toda mi alma… quiero saber lo que está
pasando. Mi mente está imaginando terribles posibilidades de lo que pudo haber
ocurrido. Pero ¿y si todo es un malentendido? ¿Si yo estoy exagerando? Lo único
que he conseguido es que Esme me eche de su casa.
Paso de largo una tienda de regalos ya cerrada… y me doy cuenta de que
prácticamente todo está cerrado. Miro mi celular y veo la hora. Cielos, no
pensé que fuera tan tarde. Además tengo diez llamadas perdidas de Edward.
Maldición. La calle está inusualmente sola.
De pronto escucho pasos detrás de mí. Respiro, quizás sea un
transeúnte más. Desacelero el paso y entonces el sonido se hace cada vez más
cercano. Mierda. Vuelvo a caminar rápido. Oh, Dios. Camino todo lo rápido que
los malditos tacones me permiten y sopeso por un momento la idea de quitármelos
y echar a correr.
Siento los pasos pisándome los talones. Mi corazón late con fuerza. Es
entonces cuando empiezo a trotar procurando no caer. La persona desconocida
también empieza a hacer lo mismo…. Entonces siento como me tiran del bolso y
trastabillo hacia atrás a punto de caer.
−Dame todo lo que traigas− me dice una voz grave.
Yo tiemblo de miedo. Mierda. Ni siquiera puedo mirarlo a los ojos. Con
manos temblorosas abro mi bolso y saco los cincuenta dólares que traigo y se
los doy. El sujeto me los arrebata.
− ¿Esto es todo?− se oye molesto.
−No… no tengo más.
− ¡Dame el anillo y el collar!− insiste.
Me llevo la mano al cuello. No… el collar no. Me lo regaló Edward.
− ¿Qué no has oído? ¡El maldito collar y el anillo! ¡Ahora!
Arrojo el bolso al suelo, me doy la vuelta y echo a correr. Tal vez
soy estúpida, tal vez debería darle lo que me pide, pero no quiero. El sujeto
me alcanza y me jala del cabello tirándome al suelo y entonces puedo ver su
rostro. Es un hombre rubio y que tiene la nariz roja e hinchada.
− ¡Dámelo, con un carajo!− el sujeto se inclina y lo único que veo es
su mano volar por el aire y estamparse en mi mejilla. De inmediato siento el
líquido caliente brotar de mi nariz.
− ¡Déjala en paz!− grita una voz grave y conocida. Giro la vista ¡Es
Jacob!
Él corre hacia mi atacante y lo estampa en la pared y le suelta uno…
dos… tres puñetazos.
− ¡Lárgate ahora, hijo de puta!− le grita y una vena salta de su
cuello.
El sujeto drogadicto se va corriendo y se pierde en la oscuridad.
− ¡Bella, santo cielo!− se inclina y me recoge del suelo − ¿Estás
bien?− toca mi mejilla, saca un pañuelo de su saco y me limpia con él.
−Estoy bien… quiero… quiero ir a casa- le digo –Gracias por haber
llegado a tiempo, Jake.
Me sonríe con sus dientes blancos. –Vamos, te llevaré a casa.
Él recoge mi bolso y me lo tiende.
Subimos a su auto y yo cierro los ojos. Si Jacob no hubiera llegado
quién sabe qué hubiera pasado.
En menos de cinco minutos hemos llegado. Él me ayuda a bajar del auto
y vuelve a tocar mi mejilla.
−Esto se está inflamando− advierte –Tendrás que ponerte hielo.
¿Quieres que entre contigo?− ofrece.
−No. No− digo rotunda –Edward está allá arriba y…
−Entiendo. No quieres problemas− dice comprensivo –Entonces hasta el jueves,
Bella− se despide y me da el acostumbrado beso en la mejilla −Cuídate− dice
antes de subirse al auto e irse.
Suspiro preparándome para la tremenda discusión que me espera. Tanto
Edward como Charlie se pondrán furiosos y resultaré victoriosa si logro no
salir castigada con una semana sin salir a la calle.
Abro la puerta del apartamento y de inmediato Edward salta sobre mí.
− ¡Bella!− grita en un principio, pero luego enfoca más la mirada − ¡Cristo!
¿Qué pasó?− me toma por los hombros.
−Alguien me ha… atacado en la calle.
− ¿Qué? ¿Cómo? ¡Dios! ¿Estás bien?− antes de que me dé cuenta estoy
entre sus brazos. Me abraza fuerte − ¿Quién fue el hijo de puta que te hizo
esto?− acaricia mi mejilla.
−No lo sé… no lo vi muy bien. ¿Dónde está papá?− pregunto cuando me
percato de que Charlie no está por ningún lado.
− ¿Cómo hiciste para escapar? ¿Te lastimaste otra cosa?
−Estoy bien, Edward. En serio.
− ¿Qué pasó?− en su voz intuyo el enojo y la desesperación.
−Me asaltó Edward. Quería dinero… pero no traía mucho; y me pidió el
anillo y el collar. No quise dárselos, intenté correr pero él me golpeó.
− ¡Dios! ¿Por qué demonios no se los diste? ¿Y si te hubiera pasado
algo peor? ¡Bella! ¡Por favor!
− ¡Basta Edward! Sé que sonará estúpido pero no estaba dispuesta a
darle las cosas que tú me has regalado a un desconocido− tomo el collar entre
mis dedos –Tú me has regalado esto… y no es por cuánto cuestan que no quise
dárselos, si no por lo que representan para mí.
Él me mira un segundo y luego me besa tiernamente acunando mi rostro
entre sus manos − ¡Si te hubiera pasado algo! ¡Debí haberte llevado! ¡Debí ir
contigo!
−Está bien, león. Fue mi culpa. Quería caminar y le pedí al taxista
que me dejara a unas calles de aquí. Fue negligencia de mi parte. Perdóname.
− ¿Cómo has logrado escapar? ¿Corriste? ¿Lo golpeaste? ¿Te robó algo?
Respiro –Jacob llegó un momento antes de que el hombre me diera un
segundo golpe. Me salvó, y me ha traído hasta aquí.
− ¿Qué?− pregunta con incredulidad − ¿Qué hacía ese idiota por aquí?
−Edward eso no importa. Me salvó. Le estoy agradecida por eso.
Él sacude la cabeza, y luego me arrastra hasta el sofá y me sienta.
Luego va a la cocina y vuelve con un poco de hielo cubierto en una toalla. Lo
pone sobre mi mejilla.
− ¿Dónde está Charlie?− pregunto de nuevo.
−Se fue a buscarte, Bella− responde molesto –Son casi las diez de la
noche y no contestabas mis llamadas. Se preocupó y dijo que iría a buscarte; me
pidió que me quedara aquí por si tú llegabas.
−Perdón− susurro –Llama a papá y dile que puede volver a casa.
Edward resopla y toma su celular.
−Charlie, Bella está aquí− dice firme y cuelga –Tu padre está
tremendamente molesto contigo. Y yo también. Enormemente− presiona el hielo
sobre mi mejilla − ¡Dios! ¡Cómo quisiera darte unos buenos azotes en este
momento y luego cogerte fuerte y agradecer que estés conmigo aún!
−Fui una estúpida, lo sé. Pero estoy bien.
− ¿Ahora entiendes porqué me es tan importante cuidar de ti?−
inquiere.
−A mí también me gustaría cuidar de ti… ayudarte− musito.
Pero el momento nos es interrumpido. Charlie entra como una tromba por
la puerta. Me mira, imperturbable y sereno. Luego viene a mi lado a sentarse en
el sofá.
− ¿Qué pasó?− pregunta, pero sé que en realidad quiere gritarme.
−Un sujeto me asaltó y me atacó− explico a la brevedad –Pero estoy
bien.
Suelta el aire y se pasa la mano por el cabello negro. Creo que le ha
imitado el gesto a Edward.
−Es tarde y mañana es tu evento en la universidad. Creo que todos
deberíamos ir a dormir.
−Está bien, papá. Tú puedes quedarte en mi cama, yo dormiré en el
sofá.
−De ningún modo, yo dormiré aquí en el sofá.
Ladeo la cabeza –Estás de visita por sólo dos días. Tengo que
consentirte.
Charlie suspira y se rinde –Está bien.
Sonrío triunfante y hago una mueca de molestia por el dolor que me ha
causado sonreír. Edward pasa otra vez el hielo.
Cinco minutos después retira la toalla de mi rostro y la deja en la
cocina.
−Creo que es mejor que me vaya− anuncia y se acerca a mí, me da un
beso breve en los labios –Buenas noches, ratona− sonríe cuando lo dice y yo
bufo.
− ¡Papá!− grito − ¿Le has dicho cómo me decías de pequeña?
Él encoge los hombros –Pensé que lo sabía, Bells.
Entrecierro los ojos y gruño, pero el enojo se me pasa en un segundo.
−Hasta mañana, león− sonrío –Te espero mañana en mi universidad.
−No hace falta− contesta –Vendré por ustedes mañana por la mañana.
−Bueno− digo.
−Buenas noches, Charlie− dice y luego se va.
Yo me levanto y voy a mi cuarto y saco una almohada y una colcha; las
dejo sobre el sofá. Regreso a la habitación y levanto las sábanas.
−Espero que no te moleste el cobertor púrpura, papá.
−Está bien− dice y me da un beso en la frente –Hasta mañana, Bells.
−Hasta mañana, pa’.
Saco mi pijama de Kitty del cajón y me cambio en la sala.
Acomodo mi almohada en el sofá y me cubro con la cobija. Cierro los
ojos e intento dormir… pero no puedo. Cambio de posición constantemente pero no
concibo el sueño. Pasa una hora y sigo despierta.
Charlie está dormido, puedo escuchar sus ronquidos hasta acá.
Estoy con la cabeza debajo de la almohada cuando escucho el timbre de
mi celular. Me levanto como impulsada por un resorte y busco mi bolso en la
oscuridad. Lo encuentro y miro el identificador de llamadas: Llamada entrante:
Edward Cullen.
Contesto de inmediato.
− ¿Hola?− digo en un susurro.
−Estoy esperándote en la entrada. Baja ahora− cuelga.
Mi corazón late con fuerza. Entro de nuevo a mi habitación y saco del
clóset un pequeño suéter con botones. Salgo de ahí intentando no hacer ruido.
Me siento como una adolescente escapándose por la ventana.
Abro la puerta y me voy. Tomo el ascensor y bajo una vez ahí me doy
cuenta de que llevo pantuflas. Me río de mi misma.
Atravieso corriendo la recepción y salgo a la fresca noche. El Aston
está ahí y Edward me espera de pie en las escaleras. Me abalanzo sobre él y
envuelvo mis piernas en sus caderas. Él me abraza y entonces nos besamos al
modo telenovela. Cuando nos separamos nos falta el aire.
−Bella− resopla con su frente pegada a la mía. Luego abre la puerta
del conductor y se mete al auto aún conmigo entre brazos. Quedo sentada a
horcajadas sobre él y con mi nariz enterrada en su cuello.
−Tenía que besarte una vez más antes de poder irme a dormir− confiesa.
−Mmm…
− ¿Ya estabas dormida?
−Mmm…
− ¿Quieres ir a algún lado?
−Mmm…
− ¿Vas a contestarme otra cosa?− ríe.
−Mmm…
−Te amo, Bella. Significas todo para mí, eres mi mundo. Hubiera muerto
si a ti te hubiera pasado algo.
−No me pasó nada. Olvídalo ya− respondo.
−No termino de comprender lo que hacía Jacob Black por aquí. Ese tipo
no me da buena espina.
−Pues tendrás que darle algunos puntos. Él quizás me salvó la vida, o
mínimo de una gran golpiza.
− ¿Por qué no simplemente le diste lo que te pidió y ya?
−Te dije que los regalos que tú me das son algo más que lujo para mí.
Son una demostración de amor… cuando me diste este colgante dijiste que era
hora de que me olvidara de James, cuando me diste el anillo fue para asegurarte
de que era tuya. Amo todas y cada una de las cosas que me das.
−Prometo que no te dejaré sola nunca más. Yo no quería que fueras
sola, pero tu padre me dijo que si quería que esto durara tenía que darte tu
espacio. Mira lo que ha pasado por darte espacio. ¡Casi mueres!
−Eres un melodramático eterno, león− lo abrazo.
−Dios, Mi linda y dulce Bella− me aprieta contra su cuerpo –Muero por
hacerte el amor.
−Entonces hazlo− lo aliento.
−Esta noche quiero hacerte de verdad el amor. Disfrutarte entera. No
dentro de este auto deportivo y sin espacio.
Me muerdo el labio y una idea brilla en mi cabeza. Me paso rápidamente
al asiento del copiloto, dejando a Edward confundido.
−Conduce− ordeno.
− ¿Qué?
−Conduce− repito.
Él enciende al auto y arranca.
−Gira a la derecha− digo y él lo hace.
Son sólo unos cuantos metros, luego la calle se empieza a hacer más
oscura y el alumbrado público escasea.
−Detente− susurro. Abro la puerta del auto y bajo. Edward me sigue.
− ¿Qué hacemos aquí?− pregunta.
Me giro hacia él y lo jalo por la camisa, sumergiéndolo en la
profundidad del oscuro callejón que está detrás de nosotros. Lo estampo contra
la pared y me paro de puntitas para besarlo. Él no tarda en responder y
entonces se da cuenta de lo que planeo. Nos gira, de modo que ahora yo estoy
contra la pared. Él me alza por la cintura. Me envuelvo en él mientras disfruto
de la sensación de su boca sobre mi cuello. Mete las manos por debajo de mi blusa
y llega a mis pechos, los amasa y aprieta.
−Nena…
Beso sus labios y lo muerdo con fuerza. Se estremece.
−Vamos Edward. Hazme el amor− suplico.
Me baja el short y este cae en el sucio suelo. Él de desabrocha el
pantalón y baja sus bóxer.
−Te amo, Bella− suspira –Te a…− su frase se corta y suelta el aire
cuando entra en mí. Cierro los ojos.
−Oh... Dios…Edward− jadeo.
Sus dedos se clavan en la tierna piel de mi espalda. Luego me sujeta
con una mano mientras que la otra se sumerge en mi espeso cabello.
−Se…siente…tan…bien…dentro…de…ti…− dice Edward con voz excitantemente
ronca.
Llevo mis manos detrás de su cuello y sujeto con fuerza el cabello en
su nuca. Lo beso, intentando ahogar las exclamaciones que me muero por gritar.
No puedo olvidar que si gritamos demasiado fuerte alguien puede descubrirnos.
−Estás…tan receptiva− acaricia mi espalda –Te excita pensar que
alguien pueda vernos ¿verdad?− se detiene un momento.
−Mucho− acepto.
Baja su mano y acaricia mi trasero, luego, para mi sorpresa, me da un
azote fuerte. Me separo de sus labios y suelto un jadeo de dolor.
−Has sido tan… tonta…− me mira a los ojos y su mirada se conecta con
la mía. Puedo notar que él, además de estar angustiado está terriblemente
enojado. Oh.
−Tengo…tantas…ganas de… castigarte− gime y me reclama. –Tantas…− se
impulsa y llega muy profundo. Echo la cabeza para atrás. Él está diciéndome que
quiere castigarme de veras y yo retorciéndome de placer.
−Oh Bella…− me jala el cabello dolorosamente y me muerde el cuello,
luego chupa fuerte y me pone tanto… eso seguro dejará marca. Pero no importa.
Me agarro más fuerte de él abrazando sus hombros y apretando mis manos
contra su espalda. Lo quiero completamente dentro de mí. Él se impulsa de nuevo
y jala mi cabello cada vez que lo hace. Estoy a punto de llegar… aprieto mi
centro a propósito y escucho el gemido de placer de Edward.
−Oh Bella… sí, así− recarga su cabeza en el hueco de mi cuello, su
mano viaja a mi trasero y me presiona contra él cuando siento cómo se deshace
dentro de mí. Cierro los ojos y suspiro logrando no hacer ruido. Dios…
−Edward…− jadeo cuando llego y él me besa castamente. Respiramos en la
boca del otro y Edward aún dentro de mí me mira tiernamente a los ojos. Acuna
mi cara en su mano derecha y con su pulgar frota una y otra vez mi mejilla.
−No quiero por favor que vuelvas a cometer una estupidez semejante,
Isabella− me regaña con voz oscura pero su toque no deja de ser suave − ¿No te
lo he dicho ya? Yo me muero si a ti te pasa algo, por favor, por favor. No
vuelvas a hacerlo.
Se me quiebra el corazón de oírlo. ¿Acaso es verdad que depende tanto
de mí? No sé si eso me encanta o me asusta.
−Perdóname león. Yo te amo y jamás te haría daño. Prometo que jamás
volverá a ocurrir.
Termino de decirlo y él me estrecha fuerte entre sus brazos. Luego
sale de mí y me deposita en el suelo. Corro a ponerme mi sucio short.
Cuando caminamos de regreso al auto él está más tranquilo al igual que
yo.
−Sé que en parte debería agradecer que Black apareció a tiempo−
comenta cuando pasamos de largo por una calle llena de luces de Navidad –Pero
no dejo de pensar que es mucha coincidencia que el chucho ese haya surgido de
la nada…− aprieta el volante hasta que sus nudillos se colorean de blanco –Es
como si estuviera siguiéndote− agrega.
Pongo mi mano sobre la suya –Claro que no. Jacob es sólo un buen
chico, ha sido simple casualidad que haya estado por estos lugares.
No dice nada más y estaciona frente a mi edificio de nuevo. Le dedico
una enorme sonrisa y lo beso por última vez en la noche.
−Ve a dormir, chico gruñón− digo en broma.
−Mañana vendré a recogerte a ti y a tu padre− dice por último y mi
sonrisa se acaba cuando detecto que no le ha tomado la menor importancia a mi
comentario anterior.
−Bien− digo entre labios y abro la puerta. Él me toma por la mano
obligándome a mirarlo.
−Tal vez…− gruñe –Tal vez sea mejor que mañana no nos veamos por la
noche.
Frunzo el ceño − ¿Qué?− mi voz sale aguda − ¿Por qué?
−Es lo mejor− contesta y me suelta la mano para dejarme ir –Ahora ve a
dormir. Estaré puntual mañana a las ocho.
Asiento y comprendo que debo irme. Cierro la puerta y regreso a mi
departamento cabizbaja.
Por suerte Charlie tiene el sueño de un oso grizzli y sigue roncando
igual de fuerte que cuando me fui. Regreso al sofá y me cubro para poder
concebir el sueño, sin embargo la última cosa que Edward me ha dicho hoy me
deja inquieta. Doy vueltas y vueltas una vez más y no logro cerrar los ojos.
Veo mi reloj y son las dos de la mañana. Seguro que tendré ojeras terribles.
Suspiro y decido que llamar a Edward para aclarar lo que me ha dicho
será como remedio para mí insomnio. No me contesta y vuelvo a insistir. Él me
contesta a los cinco pitidos.
− ¿Qué pasa?− me dice.
− ¿Por qué has dicho que será mejor que mañana no nos veamos a solas?−
atropello las palabras.
− ¿Para eso me has llamado? Estaba a punto de quedarme dormido por
fin− su voz es dura.
Tuerzo los labios –Y un cuerno, Edward. No me interesa, contéstame de
una vez.
Durante unos instantes sólo escucho su respiración al otro lado del
teléfono y comienzo a desesperarme.
−…Porque cuando dije que de verdad quería hacerte daño no estaba
mintiendo en lo absoluto.
Con esas palabras terribles me cuelga, y yo no puedo reprimir el
miedo. Maldición. No puedo creer que en serio quiera castigarme.
OoO
Me despierto con la idea de que no he dormido lo suficiente. Tengo los
ojos entreabiertos y cuando me miro en el espejo parezco un jodido fantasma.
Charlie está en la cocina preparando café y está fresco como una margarita. Ya
se ha bañado y está vestido con un traje azul marino sin corbata y ha
conseguido la apariencia perfecta para un evento como lo es una clausura de
semestre.
Salgo de bañarme y aún tengo ganas de quedarme tirada en el sillón.
Creo que estoy enferma. Abro la puertita detrás del espejo y me tomo la
pastilla en seco. He conseguido que no se me olvide tomármela, claro que era
obvio que pasara luego de la terrible experiencia que tuve cuando pensé que
Charlie iba a ser abuelo.
Abro el clóset y barajo posibilidades de lo que puedo ponerme. Hay
muchas opciones, pero lo que no cambia es que tengo que ponerme ropa interior
muy sexy. He decidido que tengo que quietarle la tonta idea a Edward de que
desea hacerme daño. Confío en él y sé que es su enojo el que habla. Ayer
hicimos el amor y no me dañó… excepto por los azotes y el que me tirara del
cabello… bueno, no me ha hecho daño de veras.
Le pongo seguro a la puerta, no quiero que por accidente papá vaya a
entrar y me descubra poniéndome un atrevido y sexy bustier de Victoria Secret
–uno de los tres que he comprado−. Sé que volverá loco a Edward… es blanco con
encaje negro, precioso. Me miro en el espejo y me giro mirando todos mis
ángulos, perfecto.
Me pongo el vestido amarillo de Erdem que ya había escogido
previamente para la ocasión. Tiene flores celestes y negras en el pecho. Es una
bonita combinación, para terminar me cuelo los Pigalle.
Me dejo el cabello suelto y lo seco con la secadora haciendo ondas
hacia afuera en las puntas. Me pinto los labios de tono fucsia y delineo mis
ojos por el párpado. El moretón que tengo en la mejilla no es muy grande y
puedo disimularlo con maquillaje.
Salgo de mi cuarto y Charlie ya tiene fruta picada sobre la mesa.
Charlie es pésimo cocinando y lo único que puede hacer son cosas en frío o que
se calienten en microondas.
Nos sentamos a la mesa e intercambiamos algunas palabras. Nunca
establecemos mucha comunicación, y agradezco enormemente el hecho de que no me
recuerde el suceso terrible de ayer.
−Edward me agrada− dice mientras pica la fruta con el tenedor.
Tomo mí bolso celeste de Carolina Herrera y me percato de la mirada
atenta de papá. Alzo una ceja.
− ¿Qué ocurre?− por instinto me miro el vestido y me aliso la falda.
−Nada− encoge los hombros –Recuerdo que la última vez que te vi
parecías una niña triste y ahora eres toda una mujer feliz y bien vestida. Me
da gusto por ti, Bells.
Le sonrío tiernamente, en ese momento mi celular suena y contesto. Es
Edward, quien me avisa de manera fría que está en el auto esperándonos.
Tomo el brazo de papá y salimos de casa.
Nos montamos al Aston y Charlie se sienta en el lugar del copiloto.
Edward me dedica una rápida mirada a mí y a mi atuendo y la Madrastra y
Blancanieves me abrazan cálidamente cuando ellas también se dan cuenta de que a
Edward le gusta cómo luzco. Me dice buenos días en tono bajo y es todo.
OoO
Llegamos al gimnasio de la Universidad y Adam se acerca a mí con una
nerviosa sonrisa.
−Mis padres también han venido a la ceremonia− me confiesa por lo bajo
− ¿Te has decidido a traer a tu galán?− pregunta.
Asiento –Pero lamentablemente hoy no estamos lo que se dice bien− me
entristezco.
Después de una hastiosa y más bien monótona presentación de todos los
profesores y de los alumnos más destacados por fin llega la hora en la que
mencionan mi nombre y me hacen la entrega del mismo reconocimiento que les han
dado a los otros trescientos alumnos. Papá me frunce el ceño cuando se da
cuenta de que no he sacado reconocimiento este semestre.
−No fui lo suficientemente aplicada− explico antes de que pregunte
nada.
La verdad es que esperaba ser de las estudiantes destacadas, y puedo
ver gracias a mi informe que iba bastante bien. Mis notas comenzaron a bajar
justo en octubre… el mes que conocí a Edward.
Mi “fabuloso” día –o por lo menos como había planeado que fuera− está
siendo aburrido. Lo único bueno es que tengo a Charlie a mi lado, por lo
general… Adam platica con otros chicos y Edward se mantiene lo más alejado
posible de mí. Estoy empezando a creer que está aquí por compromiso y no porque
de verdad lo desee.
Está mirando hacia el vacío, sigo su mirada y ésta se pierde en el
amarillo chillón de la pancarta de promoción. Me acerco a Charlie y le susurro
al oído que se adelante al auto. Él no pide más explicación y entiende a la
perfección que necesito hablar con Edward.
−Si lo que quieres es hacerme daño, entonces hazlo− murmuro en su
oído. Él me mira y se aparta, mirándome con expresión cautelosa.
− ¿Dónde está tu padre?− pregunta mirando sobre mi cabeza.
−Esperándonos en el auto− explico. –Pero no intentes huir. Edward,
tenemos que hablar.
− ¿De qué?
−No puedes estar alejado de mí todo el día.
Dirige sus ojos hacia mí –Tienes razón. Estaré alejado de ti al menos
una semana.
Aprieto los puños. La madrastra estampa su pie contra el suelo como
niña enfurruñada.
−Voy a tener a papá sólo dos días. Por el momento él es mi prioridad−
digo seca –Vámonos− ordeno.
Obviamente todas las miradas se centran en nosotros, más bien en
Edward. Intentamos salir lo más rápido posible de ahí.
OoO
Edward nos lleva a Charlie y a mí a comer hamburguesas. Todo ha sido
petición de papá. Dice que no puede acostumbrarse a platillos gourmet con poca
comida y raros nombres. Entonces en un momento a solas con mi mente me doy
cuenta de que mañana tendré que dejar todo en orden para poder entregarle el
puesto a Edward. Seguro será algo difícil para él, pero es una decisión ya
tomada.
¿Cómo se siente él al respecto? La verdad es que lo ha tomado muy mal.
Mucho peor de lo que pensaba.
Después de eso Charlie y yo damos un paseo por Central Park. Edward decide
esperarnos en el auto.
−No puedo creer que mañana te vayas, papá− me recuesto en su hombro
–Tenerte aquí me ha gustado tanto.
−Vamos, Bells. Dices que irás a verme para Navidad, no falta mucho
para eso.
−He estado medio año sin verte− explico.
−Tú lo haces sonar como mucho tiempo, pero no es así.
Cambio el tema antes de que me ponga sentimental. A Charlie no le
agradan mucho las despedidas o las palabras tristes.
−Edward te ha caído bien ¿eh?
−Es un buen hombre. Ayer cuando no llegabas a casa él estaba tan
preocupado por ti… incluso más que yo. Lo hubieras visto, no paraba de caminar
de un lado a otro como león enjaulado.
Sonrío –Oh, papá. No es la primera vez que se pone así. Créeme.
−De todos modos me gusta saber que verdaderamente se preocupa por ti.
−Creo que a veces lo hace en exceso.
−Bells, no es por ofender, pero tienes muy mala racha en eso de salir
por las calles. Es compresible que Edward sea así contigo.
Papá es muy bueno para hacerme ver las cosas de otro modo.
Mi departamento queda cerca de ahí, por lo que en el Aston llegamos en
cinco minutos. A pesar de mi invitación Edward se rehúsa a entrar argumentando
“trabajo en la oficina”. No digo nada aunque sé que esté mintiendo y me bajo
del auto.
OoO
Tengo una televisión pequeña en la sala, 26 pulgadas. Charlie está
tomando cerveza y viendo el beisbol. Es entonces que decido comprar una
pantalla plana. A Charlie le gustará ver sus deportes en mayor calidad cuando
venga a visitarme.
Estoy en la cocina preparando té. Me recargo sobre la barra, aburrida,
mientras veo de reojo el canal de deportes.
Como sé que Charlie odia el té no le ofrezco, me sirvo yo una taza
humeante y voy a sentarme a su lado.
Mi celular suena y veo el número. Es Edward. Cuelgo y no contesto.
¿Por qué no quiso hablar conmigo cuando estábamos cara a cara? Me enfado con él
aún más de lo que ya estoy.
No puedo quedarme quieta y constantemente me muevo de lugar. Me acabo
el té, me levanto y lo dejo en la cocina, recojo un poco y luego voy a mi
cuarto para levantar cualquier mínima cosa que esté fuera de lugar. ¿Esto
podría ser más patético?
¡Agh! ¡Maldita sea! ¡Tengo que ir a ver a Edward! Es completamente
imposible que ya no pueda soportar estar distanciada de él. Esto último quita
todo vestigio de duda. Tengo que renunciar para volverme independiente. Tengo
que renunciar para volverme independiente.
Decidida, tomo mi bolso del sofá y miro a Charlie.
−Papá, tengo que salir por un momento. ¿Te molestaría?
−No Bells− a penas me mira, al parecer su juego está atrayendo toda su
atención. –Ve tranquila.− contesta.
Salgo a toda prisa de mi departamento sintiéndome culpable por dejar
solo a papá una vez más. Como tengo urgencia de llegar tomo un taxi, pero el
chofer no conduce tan rápido como quisiera. Saco quince dólares de mi cartera y
se los pago, salgo dando tumbos y echo a correr al edificio.
Me tranquilizo cuando subo al elevador, no quiero que él sepa que
estuve apresurada por llegar. Las puertas se abren y veo la amplia y blanca
sala vacía.
−Edward− llamo.
Camino hacia la habitación, tal vez esté ahí, cuando llego no hay
nadie.
Recorro todos los lugares posibles y no hay rastro de él. Pero sé que
está aquí, he visto sus llaves en la encimera de la cocina y su saco en el
sillón. Grito su nombre de nuevo, pero no hay nada. Como último recurso voy a
la habitación negra, pero pienso que es absurdo que esté ahí.
Abro la puerta de par en par en un solo movimiento y me sorprendo
cuando veo que Edward está ahí, de espaldas a mí, en una posición amenazante y
oscura. Mi aliento se vuelve pausado y frágil, las manos me tiemblan y algo se
apodera de mí ser porque a pesar del miedo avanzo hacía él, cerrando la puerta.
Edward tiene un látigo en la mano, se parece al que encontré en el clóset de su
habitación una vez. Lo estira entre sus manos y lo azota en el aire, cortándolo
y casi volviéndolo sólido. Obviamente está tan sumergido en aquella terrible
actividad que no nota mi presencia ahí.
Alzo mi mano y toco su hombro, se vuelve al segundo y su mirada
furiosa y dura se suaviza un poco.
−Isabella− dice − ¿Qué haces aquí?
Suspiro –Quería venir a hablar contigo− mi voz tiembla.
Él enreda aquel terrible instrumento de tortura en su puño.
−Ahora no es un buen momento− dice.
−Necesito hablar contigo− avanzo un paso hacia él, pero me detiene cuando
pone sus manos entre nosotros. Frunce el ceño y mira al suelo.
−Bella, por favor…
Y entonces entiendo que sus ganas de castigarme golpeándome siguen ahí
latentes. Comprendo en un gesto enternecedor el que Edward quiera protegerme de
él mismo de algún modo.
− ¿Qué haces aquí?− pregunto. Reprimo la inoportuna punzada de lástima
que me causa. Edward no contesta, incluso parece avergonzado.
−Fantaseas con golpearme con esa cosa− susurro es una simple
afirmación para mí misma.
−Sí− dice seco.
Cierro fuerte los ojos por un momento. Una parte de mi guardaba la
esperanza de que todo fuera cosa mía.
−Necesito que te vayas− musita.
−No quiero irme.
Él se pasa una mano por el cabello y aprieta el látigo en su mano
En un acto de valentía que en realidad estoy empezando a creer que
tengo, me llevo las manos al cierre del vestido, lo deslizo hacia abajo y
muestro el bustier de encaje que tengo puesto. Me muerdo el labio y miro entre
mis pestañas a Edward.
−Si lo que quieres es azotarme, entonces hazlo− reto.
Su puño se ciñe con más fuerza a aquel fatal instrumento hasta que sus
nudillos se tornan blancos, un escalofrío me recorre cuando creo que va a
hacerlo, en una fracción de tiempo suelta el látigo y éste cae al suelo con un
sonido sordo.
−No puedo− dice.
Suspiro para mis adentro de alivio –Vamos Edward, hazlo. Necesito que
lo hagas− miento.
−Bella, por favor no.
Recompongo la postura y camino hacia él, enredo mis brazos en su
cuello y lo atraigo hacia mí, él se queda impávido. Beso sus labios dulcemente.
−Estoy aquí como tu sumisa, Edward. Sólo tuya. Hazme lo que quieras.
Si quieres castigarme entonces hazlo; si quieres infringirme dolor… no me
opongo− rezo una plegaria en silencio porque no lo haga.
Suelta un gruñido antes de abrazarme fuerte y levantarme unos cuantos
centímetros del suelo. Camina aún conmigo en brazos y me deja frente a la cama,
alejada a una cierta distancia.
−Arrodíllate− ordena.
Tomo aire, y repito en mi mente que sea lo que sea que él me haga, yo
lo he pedido.
Me arrodillo en el suelo, sobre la gran alfombra. Él hace lo mismo
frente a mí y se inclina hacia adelante hasta que estoy tumbada en el suelo.
Pasa sus manos por mis nalgas y engancha sus dedos en mis bragas tira de ellas
hacia abajo y las deja en algún lugar, me quita los tacones y sólo me deja
puesto el corsé, me incorpora volviéndome a dejar hincada.
Se levanta y va al misteriosos clóset de madera oscura del que no
estoy segura de cuántas cosas terribles y excitantes esconde. Edward saca una
enorme tira de tela de seda rosa de al menos cuatro metros de largo, la
extiende y camina de nuevo hacia mí, mi corazón retumba en mis oídos. Edward se
pone en algún lugar a mis espaldas por lo que no puedo verlo, y tampoco es que
me pueda atrever en estos momentos a mirar hacia atrás.
Él pasa las tiras por encima de mi cabeza, echo la cara para atrás y
entonces puedo verlo a él y al par de tiras que penden en el aire, sujetas en
el poste de la cama en un extraño nudo. Enreda las tiras en mi cuello, luego da
la vuelta a mi alrededor y queda frente a mí, en cada mano tiene sujeto un
extremo de la tela, vuelve a arrodillarse, se abre el pantalón y su erección se
hace visible al instante; tiene los labios entreabiertos y respira con
dificultad… como yo, estoy viendo una de las escenas más eróticas de mi vida.
Se afloja la corbata, me toma por la cintura y me sienta a horcajadas
sobre él. Me humedezco cuando siento nuestros sexos rozarse. Sin perder de
vista mi rostro entra muy-lenta-mente en mí, cierro los ojos y respiro y luego
exhalo con fuerza.
−Voy a castigarte duro, muy duro− sus palabras me intimidan. Luego
empuja otra vez con fuerza y luego otra, de pronto las tiras alrededor de mi
cuello hacen su propósito y mi mente, que obviamente se ha quedado corta
comprende para qué la seda.
Edward enrolla los extremos de la tela en sus brazos y tira de ellos
al tiempo que entra de nuevo en mí. El aire se va de mis pulmones y no puedo
respirar. Por instinto llevo una de mis manos a mi cuello en un vano intento de
aflojar sólo un poco… un poco.
−Edward…− alcanzo a decir.
Me penetra con fuerza − ¿Entiendes?− pregunta –Sin ti yo no vivo−
tensa más las tiras.
Y empieza un ritmo pausado y fuerte, el aire cada vez entra menos, sin
embargo no protesto.
−No puedes respirar− susurra con voz entrecortada –Así… mismo me siento
yo… contigo− me eleva unos centímetros y me deja caer de nuevo.
Por enfermo que pueda sonar me agrada la sensación que tengo ahora… y
no comprendo por qué. ¡Dios! Prácticamente estoy dejando mi vida en sus manos…
mi aire.
− ¿Te gusta cómo se siente?− tensa de nuevo las tiras –Todas las
sensaciones al millón, todo mas fuerte…Oh, Bella.
Estoy cerca, lo sé. Edward entonces comienza a moverse verdaderamente
rápido y la fricción se vuelve insoportable y sublime. Tira de la tela una vez
más antes de soltarlas y caer desmadejado encima de mí. Como un halito divino
el aire me inunda como una bocanada de aire fresco. Abrazo a Edward entre mis
piernas y rasguño su espalda.
−Te amo− exclamo cuando me siento cerca.
El gime en mi oído y jadea. Luego, al poco tiempo grita mi nombre y se
deja ir.
−Dios, te amo− gime.
Mi garganta arde y duele, me siento satisfecha y de algún modo
presiento que acabo de saldar una cuenta pendiente. Edward se pone a mi lado
sobre el suelo y no dice nada por un largo rato.
− ¿Cómo te sientes?− pregunta.
−Me duele la garganta− respondo con obvia voz lastimada.
−Tenía que hacerlo− dice como una disculpa.
Asiento –Lo sé− digo tranquila.
− ¿Y tu padre?− pregunta.
−En el apartamento− me incorporo –Tengo que irme− digo.
Intuyo detrás de mí la mirada de Edward, está totalmente sorprendido.
− ¿No vas a reclamarme? ¿Nada?
Frunzo el ceño –Claro que no.
−Demonios− maldice –Tú sí que sabes cómo derrumbarme.
Me muerdo el labio − ¿Puedo hacerte una pregunta?
−Luego de lo que te he hecho… supongo que sí.
Suspiro –Tu tía Anne ¿Ella abusó de ti?− lo digo sin más. Si seguía
pensándolo terminaría por no hacerlo.
Se tensa pero su voz conserva la calma − ¿Por qué dices eso?
−Cada vez que la menciono comienzas a sudar− respondo y paso mi dedo
por su frente para mostrarle una perla de sudor.
−No pasó nada con ella. Absolutamente nada.
− ¿Por qué no quieres verla entonces?
−Isabella Swan− llama con voz fuerte mientras levanta del suelo –Deja
de hacer suposiciones absurdas. Deja de tratar de encontrar un motivo obvio
para mi enferma afición a castigarte.
Me quedo con la boca abierta y me doy cuenta de que no lo había visto
nunca de ese modo. Miro al suelo, quizás él tenga razón.
Me levanto del suelo y cojo mis bragas, me las pongo lo más rápido que
puedo al igual que el vestido, salto en los Pigalle y camino hacia la puerta.
−En verdad lamento haberte molestado.
−Bella yo…− pero no termina de decir nada.
−Espero que en verdad te haya servido de algo el haberme asfixiado−
cierro la puerta a mis espaldas y me voy de ahí.
OoO
Camino por Cathedral Parkway, justo en la calle de mi edificio.
¿Así que sólo he ido hasta Tribeca para tener sexo sin aire? Bien… He
viajado hasta Tribeca para hablar con él, para hacer que contuviera su enojo… Y
nada de eso he conseguido. ¿Será que tengo muy poca fuerza de voluntad?
Hay una tiendita de regalos cerca, así que camino hasta allá y compro
unos chocolates y una tarjeta para Charlie que dice: “Vuelve pronto, te quiero”
Llego a casa y Charlie sigue viendo la tele. Guardo el regalo en el
clóset. No voy a dárselo hasta mañana cuando lamentablemente se vaya. Me pongo
una mascada en el cuello para que no se vean las marcas y finalmente voy a la
cocina a prepararle lasaña a papá. Sé que le gusta.
No hablamos nada, nos gusta el silencio a los dos.
En mi mente siguen las palabras de Edward. ¿Será que mi subconsciente
busca cualquier posible respuesta para las aficiones de Edward?
Estamos tomando café en la mesa cuando Charlie me hace una pregunta
inesperada.
−Y ese chico Jacob ¿qué tal?
Lo miro extrañada.
−Es el gerente de ventas. Es nuevo en la empresa y se puede decir que
somos “amigos”− respondo.
−A Edward no le agrada− agrega.
−Lo sé, y no entiendo. Él me ha salvado del maleante que me atacó
ayer.
−Tal vez Edward tenga razón y Jacob no estaba aquí por casualidad.
Suelto una pequeña risa − ¿Qué pasa con los hombres de mi vida?−
pregunto –Son todos unos machos celosos.
Charlie se avergüenza y es el fin de la conversación.
Me voy a dormir y gracias al cielo concibo rápidamente el sueño. Sueño
con Edward y con mujeres guapas de cuarenta y tantos años de cabello negro.
OoO
− ¿Ha resultado?− pregunta Tanya.
−Sí− contesta Jacob –Pero creo que te has pasado con el asalto. Ese
hombre la golpeo.
Ella encoje los hombros –Se necesitaba, querido. Las cosas tenían que
ser creíbles.
−Y además querías lastimarla.
−No voy a negarlo− sonríe − ¿Has cumplido tu parte?
−Por supuesto. Luego de que le salvé la vida ella me deberá una. Sé
bien cómo cobrármela.
OoO
En el lujoso y frío departamento de Edward Cullen el zumbido del
silencio invade el lugar.
Sale al balcón y la fresca noche mueve su cabello cobrizo. Toma un
sorbo de licor y mete una de sus manos en el bolsillo. En su mente vuelve a
escuchar sus gritos de emoción de cuando era niño y veía llegar a su casa a la
tía Anne. Ella lo correteaba por toda la casa y le hacía cosquillas, él era un
niño feliz.
Luego, cuando creció y sus hormonas comenzaron a despertar le fue
inevitable ver el atractivo inmenso de su tía. Vivía enamorado de ella, pero
nunca iba a decírselo. Entonces Anne decidió probarle qué tan profunda era su
belleza.
Una vez Edward Cullen fue un adolescente con las hormonas alborotadas
que una vez creyó estar enamorado de la mujer que abusaba de él.
OoO
Canción: Diet Mountain Dew*
Artista: Lana Del Rey
*Mountain Dew: Es una bebida sin azúcar que se utiliza mayormente en los
Estados Unidos para hacer dieta. Por eso el motivo de la canción.