Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.
Gracias a mi beta Beakis, por corregir este cap.
La electricidad estática de tus brazos,
es un catalizador.
Eres una sustancia que quema, no hay
nada como esto.
Es el más puro elemento, pero es tan
volátil.
Una ecuación caída del cielo.
Una droga para los ángeles.
Hidrógeno en nuestras venas, no
puede contenerse,
Me hierve la sangre.
Y la presión en nuestros cuerpos,
Que hace eco en lo alto, está estallando
Y nuestras partículas que arden, es
porque se anhelan la una a la otra
Y aunque permanecemos juntos, parece
que nos extrañamos mutuamente
Capítulo 17: Sucesos Inesperados.
Los rayos de sol atravesaron la ventana y lastimaron mis ojos, pero
esa no fue la razón por la que me desperté, sino por el sentimiento de soledad
ya que Edward no estaba a mi lado, se había ido.
Me levanté de la cama y me metí en la ducha, al salir me maquillé y
me peiné con horquillas atadas a mi cabello, abrí el clóset y saqué la ropa del
día. Un vestido recto de Carolina Herrera hasta más abajo de la rodilla con los
costados en azul rey y el centro blanco con detalles florales, unos zapatos
Louboutin estilo salón con plataforma en color azul, me puse un abrigo de
Burberry y mi bolso negro de CH.
Me desvié hacia la cocina pero desistí inmediatamente, recordé que
no había nada en mi nevera, tenía que ir al supermercado, fui hacia la puerta y
estaba a punto de salir cuando descubrí una nota pegada en la madera.
Lamento no poder estar ahí para cuando despiertes, pero tenía que
ir a mi departamento a cambiarme.
No tienes idea lo sexy que te veías en ese camisón… desistí de
volver a hacerte el amor por la madrugada. Aún no se cómo lo logré.
Te espero en la oficina.
Un beso.
P.D: Desayuna o te las verás conmigo.
E.
Con una sonrisa enorme y estúpida en mi cara salí a la calle y me
dirigí –bajo amenaza de Edward- a la cafetería de la esquina a comprar un
cappuccino y un croissant.
Tomé el subterráneo hacia Midtown y luego de unos minutos más a pie
llegué a la empresa, miré el reloj de la recepción, faltaban cinco minutos para
las ocho, me di cuenta de que por primera vez en mucho tiempo llegaba temprano.
Subí al ascensor, cuando llegué a mi escritorio ya había acabado mi
desayuno. De inmediato empecé a trabajar con las miradas inquisitorias de Kate
y Jessica sobre mí. ¿Es que acaso estaba en su naturaleza ser cotillas todo el
tiempo?
Mi pulso se aceleró a penas empecé a ver todos los papeles y
contratos de la inauguración del perfume que cada vez quedaba más y más cerca
así como la llegada de papá a New York, oh, eso era lo que más me ponía
nerviosa, aunque me relajaba en cierto punto el hecho de que Edward era todo lo
que una chica podría desear y todo lo que un padre protector pudiera querer
para su única hija.
En ese momento se apareció Alice en mi escritorio, interrumpiendo
mis pensamientos.
–Buenos días, Belli– saludó –Oye, ¿qué dices si vamos esta noche a
algún lado? Tú sabes… a modo de despedida– dijo.
Me mordí el labio, estaba pensando en ir o no, Edward no la pondría
fácil… Alice se dio cuenta de mi expresión dubitativa.
– ¡Oh! ¿No me digas? Él no te dará permiso– bufó.
Agité la cabeza –No, no es eso– sonreí –Pero… bueno se supone que
tú te irás un día después del lanzamiento y para eso faltan dos semanas, tenemos
tiempo para salir cualquier otro día.
Ella encogió los hombros –Bueno… supongo que sí, entonces ¿cuándo
salimos?
– ¿Te parece bien el…– cerré los ojos haciendo un calendario mental
–…domingo? Es un día antes del lanzamiento.
Ella asintió –El domingo está bien. ¿Te parece que quedemos a las
nueve? Luego miramos dónde quedaremos en vernos.
–Perfecto, podrías invitar a Rosalie.
Alice dio un salto en su lugar – ¡Fantástico! Entonces el domingo,
pide permiso Belli– me recordó.
Y se fue.
Me hice entonces la pregunta de si alguna vez Alice entendería mi
relación con Edward y dejaría de hacer comentarios desagradables cada vez que
podía. Digo… no es que literalmente le tenga que pedir permiso a Edward para
salir ¿o sí?
Sonó mi teléfono, era la línea privada.
– ¿Diga?
–Isabella, ven a mi oficina ahora.
Colgó. Mi corazón se sacudió dentro de mi pecho, la voz de Edward
había sido mimosa y tranquila.
Lentamente me levanté de mi asiento tratando con todas mis fuerzas
de que no se notaran mis ansias de por fin llegar a la oficina de Edward.
Jalé la manija y abrí la puerta, todo esto bajo la mirada atenta de
Kate y Jessica. Me di cuenta de que ya no me importaba si ese par sospechaba de
lo mío con Edward o no. ¡A la porra! A fin de cuentas, él había dicho que
pronto anunciara lo nuestro públicamente. Temblé ante los nervios que eso me
causaba.
Por fin puse un pié dentro de la oficina y cerré la puerta a mis
espaldas, quedándome recargada en ella.
Edward al verme se levantó y en tres zancadas estaba aprisionando
mi cuerpo contra la placa metálica negra que formaba la puerta. Vestía un traje
Ralph Lauren gris del más fino algodón, camisa blanca y corbata azul rey.
Él me abrazo y me besó como si no nos hubiéramos visto en años, sus
labios presionaron sobre los míos y su lengua acarició mi paladar una y otra
vez yendo de aquí para allá dentro de mi boca y yo respondiendo con todas mis
ganas, su aliento hizo eco en mi cerebro y mareó mi cuerpo, aspiré su aroma, a
ropa recién lavada, a loción cara, a menta, a Edward.
–Buenos días, nena– dijo cuando terminó de besarme, yo seguía con
los ojos cerrados, aún disfrutando de algo que hace ya algunos segundos había
acabado.
–Buenos días, león– solté un pico sobre sus labios suaves y llenos.
Él me sostenía aún por la cintura, inclinó su cara y besó
suavemente mi cuello.
–No quería levantarme, quería quedarme a tu lado todo el día
abrazándote, viéndote dormir y haciéndote el amor.
Sonreí.
–Eso suena demasiado bueno como para ser verdad.
Edward me miró a los ojos y me sonrió, otra vez con un gesto
confuso instalado en su rostro.
– ¿Qué me haces?
Encogí los hombros y ladeé la cabeza hacia un lado, con una sonrisa
inocente en mi rostro, Edward sonrió por igual y tomó mi mentón entre sus
dedos.
–Te amo.
Dio un último beso en mis labios y se dio la vuelta, yendo de
inmediato a sentarse a su trono.
Admiré como sus piernas largas se movían con agilidad y destreza, como
si tuviera calculado cada movimiento próximo por hacer, entonces recordé lo de
la salida con Alice, decidí que era mejor decírselo con anticipación.
–Edward– llamé con voz suave mientras me acercaba poco a poco a su
escritorio.
Él levantó la vista.
– ¿Qué pasa?
–Alice quiere que salgamos a algún lado a modo de despedida, ya
sabes… se va a Italia.
La expresión de Edward había cambiado, no a una de enojo, pero si a
una más seria.
– ¿Salgamos, quiénes?
–Alice, Rosalie y yo.
– ¿Cuándo?
–Un día antes del lanzamiento, el domingo– contesté y… ¡demonios!
Me estaba dando cuenta de que esta plática entre nosotros dos estaba sonando
más bien como la charla que tienen padre e hija cuando la hija pide permiso
para salir a algún sitio con sus amigas pero no dije nada, después de todo, ya
le había dicho a Edward que aceptaría todos sus caprichos y escenas de celos
con el único fin de que él con el tiempo me tuviera confianza pero… ¡Santo
Dios! ¿Cuánto duraría aquello?
– ¿A qué hora?
– A las nueve.
Él asintió.
– ¿A dónde irán?
– Aún no tenemos el sitio.
–Bien, cuando tengan el sitio me avisas y yo te llevaré y te
recogeré.
No está hablando enserio.
– ¡Oh, Edward! ¡Por favor no! Yo puedo ir y venir sola.
Se reacomodó en su asiento –No estoy dispuesto a dejar que viajes
por esta ciudad tan grande en ferry y de noche, por lo tanto te llevaré y te
recogeré.
Di un paso para atrás y alcé los brazos hacia el cielo.
– ¡Entonces cómprame un auto!– dije en broma y medio riendo.
–Eso mismo haré– dijo.
Mi expresión era de susto, me acerqué a él todo lo que pude.
– ¡Era una broma! ¡No estaba hablando en serio!
–Pero yo sí, te comparé un auto y punto, y también no creas que se
me ha olvidado tu laptop.
Esto estaba siendo increíble, la mañana había empezado de lo más y
ahora… iba de la mierda y todo era culpa mía.
Suspiré, me giré y comencé a caminar hacia la salida.
–Haz lo que te plazca Edward, de todos modos, alégrate con saber
que no aceptaré nada de lo que vayas a darme.
–Para esto Isabella, por favor– su voz tensa y cortante –Los
aceptarás quieras o no, te lo he dicho, tengo mis medios para convencerte,
recuerdo que fue así como tuve el placer de que usaras mi tarjeta de crédito
para que fueras de compras.
Mis pies se paralizaron sobre el suelo y lentamente me giré para
verlo.
– ¿Estás diciendo que soy fácil de convencer? ¡Perfecto, Edward! ¡Dame
lo que quieras! ¡Sólo soy tu maldita puta!
Me giré de nuevo, totalmente cabreada y abrí la puerta.
– ¡Regresa aquí en este instante Isabella!– gritó.
Kate y Jessica voltearon contemplando la escena, me sonrojé de
inmediato, contra mi voluntad, cerré la puerta de nuevo y me giré hacia Edward.
– ¿Qué?– pregunté osca.
Edward ya estaba enfrente mío antes de siquiera darme cuenta.
– ¡Maldita sea, Isabella! ¡Te lo he dicho! ¡No!. Eres. Mí. ¡Puta!–
separó cada palabra – ¡Te amo! ¡Sólo quiero darte lo mejor! ¡Tengo dinero! ¡Más
del que podría gastar en toda mi vida! ¡Si yo quiero darte todo déjame hacerlo!
Negué – ¡Mi felicidad no se encuentra ni en el dinero ni en las
posesiones! ¡Mi felicidad se encuentra en ti, nada más!
Edward suspiró sonoramente y me miró, sus ojos eran totalmente
verdes… totalmente cristalinos y suaves.
–Discúlpame– pidió –No quiero pelear.
Torcí los labios y los uní en una línea fina.
–Yo tampoco– contesté.
–Nada me va a hacer cambiar mi decisión Isabella, si no quieres el
auto entonces cuando tengas que salir a cualquier otro sitio yo te llevaré y te
recogeré y por lo de la laptop… esa si tendrás que aceptarla por las buenas, si
no quieres de verdad volver a pelear.
Me sentí derrotada, era verdad lo que él decía, por más que yo me
esforzara en no aceptar sus regalos siempre terminaba rindiéndome. ¿Sería
siempre así?
Asentí con una sonrisa ligera.
–De acuerdo.
Edward tomó mi mentón y lo acarició un poco.
–Ahora sí, ya puedes irte a trabajar.
Me giré y tomé de nuevo la manija para abrir la puerta.
–Por cierto– llamó –Hoy te ves hermosa.
Le lancé un beso y salí de ahí.
¡uff! Nuestra relación era tan malditamente enferma… En un momento
estamos peleando y gritando y al siguiente, en solo un segundo estamos
besándonos y reconciliándonos.
Me senté en mi lugar. Una vez más, Kate y Jessica estaban
observándome con miradas interrogantes, me giré hacia ellas.
– ¿Se os ha perdido algo, chicas?
Ellas me miraron levantando las cejas, sintiéndose ofendidas y sin
decir palabra continuaron con sus labores. ¡Ag! Ese par me tenían harta.
OoO
En la tarde, mi teléfono comenzó a sonar.
– ¿Diga?
–Belli, la modelo… Rachel, ya está aquí.
Me levanté de mi asiento aún sin colgar el teléfono.
–Voy para allá.
Agarré de mi escritorio el contrato que ya tenía preparado para la
modelo y un bolígrafo.
Lo más rápido que pude llegué al taller de Alice y como ella había
dicho, la rubia guapa ya estaba ahí.
Enfundada en unos pantalones de piel y un top rojo que hacía juego con los
altos tacones que llevaba.
Rachel me saludó con una sonrisa amplia.
–Hola Bella.
–Hola– contesté lo más amable que pude, esa chica tenía algo… algo
que no me agradaba. Tal vez sólo eran cosas mías.
Rachel miró hacia atrás, sobre mi cabeza buscando algo o a alguien.
– ¿Y el presidente, no viene contigo?– Era muy obvio el tono
desesperado que radicaba en su voz.
Alice me miró, extrañada y yo le devolví la mirada.
– ¿Por qué habría de venir conmigo?– También era terriblemente
obvio el tono celoso y a la defensiva con el que había hablado.
Rachel señaló a Alice.
–Ella me dijo que tú eras su asistente, así que supuse que él
vendría contigo o más bien, que tú vendrías con él.
Entorné los ojos imperceptiblemente.
–El presidente– recalqué las palabras –Él ha dejado esta campaña
totalmente a mi cargo y no se inmiscuye en mis asuntos, yo puedo hacer lo que
me plazca y él no dirá nada.
Rachel pestañeó varías veces.
–No… no lo sabía– tartamudeó.
Sonreí falsamente –Ahora ya lo sabes, querida.
Alice se acercó y me jaló por el brazo, alejándonos unos cuantos
metros de Rachel.
– ¿Se puede saber por qué esas siendo tan brusca con ella?– estaba
enfadada.
Rodé los ojos.
– ¿Qué no te parece obvio, Alice?
Ella negó aún con gesto enojado – ¿El qué?
Me llevé una mano a la cintura aún con los papeles del contrato en
la mano –Ella está preguntando demasiado por Edward y eso no me gusta. ¿Qué
quiere de él? ¿Para qué quiere verlo?
Alice agrandó los ojos y con gesto incrédulo me respondió.
–Belli… estar con Edward te ha contagiado los celos posesivos, te
estás imaginando cosas que no son. ¡Santo Cielo! ¡Es normal que la chica quiera
ver al presidente! Simplemente Rachel quiere tener la aceptación del dueño y
jefe de todo esto.
Fruncí los labios y avancé un paso hacia Alice.
– ¡Pues yo soy la jefa en todo esto! ¡Esta campaña está a mi
cargo!– contesté con voz fuerte pero sin gritar.
–No lo puedo creer Bella. Creo que… que ya no te conozco.
Y con eso Alice me dejó ahí sola regresando con Rachel.
Tomé una profunda respiración y conté hasta diez. Vale… podía ser
que Alice tuviera razón, tal vez estaba exagerando.
Me recompuse y me dirigí hacia ellas.
–Bueno, Rachel… aquí están los papeles que tienes que firmar, léelos
y me dices que cláusulas o apartados no te parecen ¿bueno?
Ella asintió y comenzó a dar lo que parecía una rápida lectura al
contrato, luego de unos minutos por fin habló.
–Todo está bien. ¿Tienen un bolígrafo?
Le extendí el que llevaba.
Rachel firmó el contrato y le dirigió una gran sonrisa a Alice.
–Ya trabajas aquí– susurró ella entonces.
Rachel asintió.
– ¿Cuándo veré al presidente?
Entorné los ojos, era la segunda vez desde que había llegado que
preguntaba eso y de la primera vez no habían pasado ni veinte minutos. ¿Qué
diablos le pasaba? Mi mente comenzó a imaginar cosas extrañas. ¿Acaso ella
tenía un especial interés en Edward?...O peor… ¿Ella sería una de sus ex?
Es que todo me parecía tan raro y los celos una vez más estaban
aflorando en mí.
–Ya te dije que no verás al presidente–Traté de que mi tono fuera
suave.
–Pero tal vez lo veas el día del lanzamiento, es lo más seguro– le
animó Alice y le dirigí una mirada enojada. ¿De qué lado estaba ella?
Pude apreciar como los ojos de la rubia se agrandaban y brillaban,
su perfecta dentadura se mostró ante la gran sonrisa completamente feliz -y algo
psicópata a decir verdad- que mostraba en ese momento.
No quería
estar más tiempo ahí, tenía que irme.
–Bueno, yo
las dejo trabajando– me giré hacia Alice –Asegúrate de hacer todo bien.
Y con eso me
fui.
Cuando las
puertas del elevador se abrieron fue como sentir un soplo de aire fresco en el
rostro, me dirigí de nuevo a mi asiento y aferré los dedos al borde del
escritorio. Estaba reprimiendo contra todas mis fuerzas de ir a la oficina de
Edward y preguntarle de inmediato si él tenía o había tenido algo que ver con
la modelo de la campaña. Rachel Collins.
Volteé a ver
el reloj de mi ordenador. ¡Las cinco! ¡Dios! El día se me había pasado como una
exhalación y lo peor de todo es que no había ido a comer, Edward se enfadaría
conmigo y no quería volver a discutir con él, tomé mi bolso y me dirigí a su
oficina, asomando sólo mi cabeza.
–Voy a ir a
comer– anuncié, Edward como siempre escribía como loco en su laptop – ¿Quieres
que te traiga algo?
El alzó la
vista –No, gracias, no tengo hambre, anda, come algo, ya es demasiado tarde
Isabella– y ahí estaba, su tono de voz de advertencia, justo lo que quería
evitar. Mientras él hablaba yo sólo miraba su rostro y me preguntaba si decirle
o no mis dudas que tenía sobre él y la modelo, decidí que no… no quería que
Edward se diera cuenta que me estaba volviendo casi o tan celosa como él.
Bajé la
vista cuando me di cuenta que me había quedado ya un buen rato mirándolo aún
sin contestar nada.
–Sí, voy a
ir a comer algo a alguna cafetería que haya por ahí.
Edward me
miró, se llevó el dedo índice a los labios.
– ¿Qué te
parece si mejor vamos los dos a comer?
Oh no…
–Pero ya es
tarde y hay trabajo por hacer, si vamos a comer juntos doy por seguro que no
volveremos a la oficina hasta mañana.
Edward
asintió y soltó una risa.
–A veces
eres más responsable que yo, está bien, ve a comer.
Asentí y
cerré la puerta. Oh, de la que me había librado, no es que no me muriera de
ganas por estar con Edward a cada segundo pero… no quería perder mi libertad
del todo. No aún…
Como había
dicho fui a una cafetería que estaba cerca de la empresa, comí una baguette y
un té helado de limón. Me senté en una de las mesas que había en el balcón del
local. Estaba haciendo frío y mucho, tal vez pronto empezaría a nevar.
Me puse a
pensar de nuevo, aprovechando el aire frío que golpeaba en mi cara y despejaba
mi mente. Me tenía ansiosa Rachel. Parecía como si… como si ella en verdad
quisiera conocer con todas sus fuerzas al presidente… o tal vez ya lo conocía y
quería verlo de nuevo. ¿Para qué? ¿Para reanudar algo? Un escalofrío recorrió
mi cuerpo, sólo averiguaría si Edward había tenido algo con ella hasta el día
del lanzamiento. Las ansias me carcomían. ¿Qué tal si Edward decidía entonces,
-si es que ya conocía a Rachel- reanudar algo con ella? ¿Dónde quedaría yo? Sabía
que Edward me amaba pero… ¿era eso suficiente? ¿Era el amor que Edward me tenía
suficiente para no alejarse y dejarme a la primera que viera a una chica rubia
y hermosa que encajara más con él? ¿Con su mundo? Sabía que existía una enorme
posibilidad de que Edward conociera a Rachel de antes, así como también sabía
que allá afuera, en la ciudad había mujeres que conocían a Edward. Sus ex, de ejemplo
claro estaba Victoria, la mujer que Edward dejó por mí… eso no me hacía sentir
bien conmigo misma. ¡Dios! ¡Yo había sido su amante en ese entonces! La villana
del cuento que separa a una pareja, independientemente de si ellos eran felices
o no, también estaba Tanya… la hermosa rubia que un día se había aparecido en
la oficina y que ahora… al parecer había desaparecido. ¿Formaría entonces
Rachel parte de esa lista de ex de Edward? Dios quisiera que no…
OoO
Alice estaba
probándole la ropa a Rachel, estaba ajustando alfileres en la cintura porque
éste le quedaba grande.
– ¿Y el
presidente?– inquirió Rachel – ¿cómo es?
Alice se
distrajo un momento de sus tareas.
–Es alto… de
piel pálida, ojos verdes y cabello cobrizo, es increíblemente guapo a decir
verdad– explicó ella –Pero tiene un humor de los mil demonios, y… bueno, no es
de mi agrado. No… no me cae bien.
Rachel tenía
una sonrisa en los labios. Tal como lo recordaba… pensó.
–Rara vez baja de su trono, el único trayecto que hace por la
empresa es de su oficina a su auto y del auto a su oficina– continuó Alice –Como
dije, es un hombre difícil, es por eso que yo mejor estoy con su hermano.
Alice cerró los ojos al darse cuenta de que se había ido de la
lengua.
La chica abrió la boca –No sabía que Edward tuviera hermanos– soltó
y ese comentario llamó la atención de Alice.
– ¿Conoces a Edward?
Rachel agitó la cabeza – ¡No! Es que… bueno ya sabes… todo el mundo
sabe el nombre del presidente de esta famosa empresa– explicó –No me imaginé
que tuviera hermanos.
Alice pestañeó varias veces y luego sonrió, aliviada.
–Ah– dijo – Bueno pues sí, estoy con su hermano Jasper, es muy
guapo también.
Rachel asintió.
–Listo. Mírate en el espejo– anunció ella cuando hubo terminado de
ajustar el vestido, Rachel hizo lo que le pidió y se dirigió con pasos cortos
al espejo que quedaba a unos cuantos metros de ella.
Alice colocó el almohadón con los alfileres en la mesa y por
accidente hizo caer el bolso de Rachel, que seguía mirándose en el espejo, al
piso, se agachó de inmediato y empezó a recoger las cosas del suelo, un papel
blanco con letras azules doblado por la mitad llamó su atención por sus siglas:
“CMHC”
Con la vista fija en Rachel cuidando que ella no se diera cuenta de
que estaba husmeando entre sus cosas abrió el papel y lo que vio no le gusto
nada.
Centurion Mental Health Center (CMHC) Fecha: jueves 29 de noviembre
del 2012.
Cita a Usted: Srta. Rachel Janette Collins Farell
A las instalaciones del Centro de Salud Mental
Centurión, ubicado en Graylingwell Drive, Chichester, West Sussex, Reino Unido,
con el fin de reanudar su tratamiento psiquiátrico interrumpido por causas ya
conocidas. Se nos ha informado que en estos momentos Ud. reside en Nueva York,
EUA por lo que solicitamos cuanto antes acuda al centro ya que es peligroso que
Ud. No esté tomando el medicamento siendo causa lo anterior de recaídas graves.
Esperamos que sea consciente de que si en el plazo de
un mes partiendo de la fecha en que Ud. Haya recibido esta carta, no se ha
presentado en la Institución, nos veremos obligados de informar a la Aduana y
al Consulado de los Estados Unidos de América y del Reino Unido su residencia
ilegal con papeles falsos en el ya mencionado país, lo que causaría lógicamente
su deportación inmediata de regreso a Inglaterra y el ingreso por la fuerza al
Psiquiátrico.
Esperando su pronto regreso y sin nada más por el
momento. Me despido de usted.
Dr. William Stahl.
Director de Centurion Mental Health Center.
Tel: (011) (44) (343) 34 56…
Alice se
llevó una mano a la boca y lo más rápido que pudo guardó el papel en el bolsillo
trasero de sus vaqueros, terminó de recoger todo y dejó la bolsa sobre la mesa.
Justo en ese momento Rachel se dio la vuelta.
–Me encanta
el vestido, haces un gran trabajo Alice.
Ella
asintió, tratando de disimular el miedo al saber que estaba frente a una loca
mentirosa que estaba en Nueva York no por casualidad, si no, en busca de algo y
tenía el presentimiento de que sabía lo que buscaba.
Alice se
irguió y respiró.
–Bueno
Rachel, yo creo que ya hemos terminado, puedes irte y regresar mañana por la
mañana para seguir.
Rachel elevó
una mano y la puso sobre el hombro de Alice, que sintió una oleada de terror.
– ¿Te
encuentras bien? Estás pálida.
–No. Todo
está bien, supongo que estoy cansada y he comido poco, estoy bien.
Rachel retiró
la mano y miró su reloj, las cinco y media.
–Parece que
hoy llegaré temprano a casa, ¿no?– dijo ella.
Alice
asintió sin decir palabra y luego miró como Rachel se cambiaba la ropa y se
iba.
Dejó salir
el aire que había estado conteniendo en todo ese tiempo y se preguntó si Rachel
repararía en la pérdida de ese papel que ahora ella tenía en su posesión.
Bella tenía
razón… ¿qué quiere Rachel de Edward? ¿Qué?
Se retorció
los dedos. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Decirle a Bella? ¿Decirle a
Edward? ¿A ambos? No. No podía decirles aún hasta tener la información completa
y saber con exactitud la razón de que Rachel estuviera en Nueva York. Sin
embargo, tenía que decirle a alguien, no podía quedarse con aquello ella sola,
lamentó profundamente que justo ese día Jasper se retirara de su puesto por lo
que no podía correr en ese momento a sus brazos, sin embargo podía llamarlo.
Pescó su Iphone y marcó el número.
–Aló ¿Jazz?
Si. Necesito que vengas por mí, es urgente.
Y colgó.
Hizo
ejercicios de respiración. Sí. Le contaría a Jasper. Él siempre era más
centrado que ella y sabría qué hacer.
OoO
Acabé con mi
comida y me dirigí a la caja a pagar. A través de la vitrina vi algo que tal
vez le podría gustar a Edward ¿Sería aquello demasiado? ¡No! En ese momento
descubrí que yo había tenido muy pocos -o tal vez ninguno- detalles con Edward,
pedí que me envolvieran uno para llevar.
Regresé a la
oficina con la cajita en las manos, puse mis cosas en el escritorio y reparé en
la hora. Cinco cuarenta y cinco.
Toqué con
los nudillos la puerta negra.
–Adelante–
contestó con voz suave. ¿Sabría que era yo?
Abrí y me
metí en su oficina, con un brazo detrás, escondiendo mi obsequio comestible.
Me sonrió.
–No has
tardado– dijo.
Me acerqué a
él, poniéndome a su lado apoyando ligeramente mi cadera sobre la madera del
escritorio.
Él frunció
el entrecejo.
– ¿Qué pasa?
Incliné la
cabeza hacia un lado.
– ¿Te gusta
el chocolate?
Una sonrisa
bailó en sus labios.
–Claro que
me gusta, ¿por qué?
Entonces le
mostré la pequeña cajita de la cafetería y se la extendí.
–Toma, es un
obsequio.
Levantó las
cejas – ¿Celebramos algo y no me he acordado?
Agité la
cabeza negativamente y encogí los hombros –Sólo quería darte algo.
Con cuidado
abrió el pequeño paquete y al ver su contenido me sonrió.
–Se ve rico.
El color
subió a mis mejillas, el tono de su voz me dio la impresión de que estaba
hablando de algo más que de su regalo, el obsequio comestible era un corazón de
chocolate duro con puntos de crema batida en el borde y que tenía una placa
rectangular de chocolate clavada en el centro que decía “Cómeme”
Él retiró el
rectángulo de chocolate pero contrario a lo que esperaba, lo colocó en mis
labios.
–Chupa–
ordenó.
Hice lo que
me dijo y el chocolate quedó atrapado entre mis dientes, sólo la tercera parte,
Edward se levantó de su lugar y mordió la parte saliente del chocolate en mis
labios, hizo un sonido de aprobación.
–Sabe
delicioso, ahora probemos el chocolate oscuro.
Sacó de la
caja el corazón y lo llevó a su boca, dándole un gran mordisco.
No lo creía posible,
la boca de Edward hacia movimientos sensuales al comer, demasiado para mi
gusto, y una parte concreta de mi anatomía comenzaba a mojarse.
– ¿Quieres?–
ofreció
Mordí el
chocolate y lo saboreé, si que era bueno.
En ese
momento Edward se lanzó a mi boca y me besó, el sabor del chocolate en su
aliento y en sus labios hizo el beso más delicioso e inolvidable… como todas
las veces que nos habíamos besado.
Cuando
Edward se separó de mí sus ojos estaban oscuros, predominaba el negro en sus
ojos y sólo quedaba una franja verde en el iris, su respiración jadeante al
igual que la mía. Oh.
Cerró la
caja con el chocolate dentro y lo guardó en uno de los cajones del escritorio.
–El resto lo
guardaremos para la noche– su voz… llena de promesas que aseguraban cumplirse
con creces.
Asentí, aún
mareada por el anterior beso.
– ¿Te... te
gustó?– fue lo único que pude decir.
En sus ojos
brilló el deseo.
–Por
supuesto que me gustó, pero tengo el buen presentimiento que lo disfrutaré aún
más por la noche.
– ¿Entraremos
de nuevo a tu… habitación negra?– mi voz tembló y no de miedo, sino de la
anticipación que eso me producía.
–Si–
contestó – ¿Y sabes? Tengo muy buenos planes para ti hoy.
Mi
entrepierna dolió y por primera vez ansié que dieran las nueve de la noche
cuanto antes.
OoO
POV Edward.
Mi celular
sonó, sólo podía ser una persona, por lo que contesté de inmediato.
–Dígame lo
que averiguó, Sam– ordené.
–Señor, he
entrado a la habitación del chico, le he seguido, vive en un hotel/bar barato
llamado “Paul’s” y logré averiguar que acaba de llegar a la ciudad hace un par
de días tan sólo, su residencia se encuentra en el estado de Washington, Forks,
en una reserva llamada La Push, su padre es paralítico y él y su familia tienen
un taller mecánico, es de origen pobre señor.
– ¿Las
fotos? ¿Has encontrado las fotos que te he dicho?
–Lamentablemente
no, señor.
– ¿En dónde
se encuentra ahora?
–El chico en
su habitación y yo frente al edificio del hotel.
–Siga
averiguando Sam, necesito que averigüe todo sobre él y que además a como dé
lugar rescate las fotos que le he dicho, de lo contrario no recibirá su pago.
–Como
ordene, señor.
Y colgué.
No podía
creer que ahora, justo en esos momentos en los que parecía que por fin la
relación con Mi Bella iba excelente, tenía que aparecer ese idiota…
Lo único que
me aliviaba de las tres horas de trabajo que tenía por delante era el
pensamiento de Mi Bella en la habitación negra… atada… mojada…jadeante…
dispuesta… y lo mejor de todo… amándome por sobre todas las cosas así como yo a
ella.
Estaba
ansioso por que llegara el día del lanzamiento y así poder decirle al mundo que
ella era la mujer de mi vida, ninguna otra, ninguna.
En ese
momento sonó mi Blackberry, miré la pantalla. ¿Esme?
– ¿Diga?
–Edward,
hola. ¿Cómo estás?
–Bien, mamá.
¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien?
No era
normal que Esme me llamara al trabajo, por lo regular lo hacían con más
frecuencia Emmet o Jasper.
–Sí, todo
está perfecto, sólo llamaba para decirte que esta noche hemos organizado una
cena familiar tu padre y yo, nos gustaría que asistieras, claro, acompañado por
Isabella.
– ¿Con
motivo de qué es la cena?
–Es una
especie de despedida para Jasper.
Por la
mañana le había dicho a Esme que Jasper se iría a Italia en algunos días.
–Está bien,
mamá. ¿A qué hora?
–A las nueve
y media estaría bien, será algo sencillo e íntimo, no te preocupes.
–Ahí
estaremos entonces, Esme.
Ella colgó.
Bufé, eso significaba
que los planes para con Mi Bella se veían retrasados por una cena familiar de
último momento, sin embargo sonreí ante la posibilidad de que como la cena ya
era un poco tarde Bella seguramente acabaría muy cansada y así, tal vez podría
convencerla con mayor facilidad de que se quedara en mi departamento esa noche.
Después de
todo, aunque ella no lo supiera, yo tenía un armario lleno con ropa y zapatos
exclusivamente para ella.
OoO
Eran las
ocho y media, llamé al taller de Alice pero nadie me contestó, tal vez había
salido temprano.
Giré el
cuello varias veces y estiré las piernas aún sentada, tenía los músculos muy
tensos.
Kate y
Jessica ya se habían ido, estaba sola, así que me levanté de mi lugar y fui a
la oficina de Edward sin tocar primero. Él aún seguía trabajando.
Caminé hasta
donde estaba él.
– ¿Ya casi
terminas?– inquirí.
El alzó la
vista.
–Ahora nos
vamos– contestó y volvió la vista al computador.
Comencé a
dar vueltas por el lugar sin tener claro que hacer, fui hasta una de las
ventanas y me paré frente a ella, mirando hacia abajo, todo se veía demasiado
lejos, ahí, en esa oficina, me sentía invencible.
Sentí la
mirada de Edward sobre mí, me giré.
– ¿Qué?–
pregunté.
–Tenemos una
cena hoy con mi familia– dijo de pronto.
– ¿Para
qué?– traté de disimular mi nerviosismo.
–Bueno, le
dije a mi padre y a mamá que Jasper se iba a Italia, y quieren que todos nos
reunamos para platicar, es algo sencillo, no te preocupes.
Reí.
–La última
vez que estuvimos con tu familia tú y yo nos dimos dos días, ¿lo recuerdas?
–Recuerdo
que tú fuiste la que pediste tiempo, pero no te preocupes, he hablado ya con
Emmet, el estará bien.
Sonreí
–Ahora supongo que tengo que buscar que ponerme.
Él se
levantó de su silla y fue hasta mí.
–Tú con lo
que sea te ves bien, Mi Bella– dejó un beso en mi mejilla.
Sube mi
autoestima Edward, eso es…
Él siguió
besándome, formando un camino desde mi mejilla a mi clavícula, me tomó por la
cintura y me giró, quedando yo de nuevo frente al enorme ventanal.
–Al parecer
la cena ha interrumpido los planes que tenía para ti– susurró en mi oído –Pero podemos
hacer algo ahora para remediarlo.
Oh. Cerré
mis ojos y recargué mi cabeza en su hombro, mi centro latió ante sus palabras y
reaccionó, humedeciéndose al instante.
Las manos de
Edward subieron de mis muslos a mis caderas subiendo el vestido hasta mi
cintura, sus manos se quedaron ahí y sopló en mi oreja, me estremecí.
–Apoya las
manos contra el cristal– ordenó.
Puse mis
palmas en el frío vidrio.
–Inclínate
hacia adelante– susurró.
Acerqué el
rostro al cristal todo lo que pude. Mi piel estaba caliente y contrastaba contra
la fría superficie, noté como Edward bajaba mis bragas hasta los tobillos y
luego sumergía un dedo ahí… ah… se sentía tan bien, su dedo cálido y salía y
entraba de mí lentamente, haciendo giros dentro, expandiéndome, adaptándome,
acostumbrándome. Empecé a mover mis caderas a su ritmo pero él me detuvo.
–Quieta.
Obedecí. Su
dedo salió de mi interior y luego, sin saber en qué momento había desabrochado
su pantalón, entró completamente en mí. Jadeé y mi frente chocó contra el
cristal, mi aliento dejaba una nube vaporosa que se extinguía y se expandía
conforme mis exhalaciones.
Edward unió
sus manos a las mías y las apoyó a la dura superficie. Comenzó a entrar en mi
lentamente, sin prisas, como queriendo grabar ese momento es su cerebro, mi
placer aumentó ante el pensamiento de que si en ese momento, algún transeúnte o
alguna persona desde cualquier edificio se molestara en mirar hacia arriba…
vería a una pareja haciendo el amor frente al cristal como dos condenados
exhibicionistas.
Toda yo era
placer y fuego, amor y deseo.
–Oh,
Isabella…– el susurro de Edward había sido bajo sólo para que yo lo escuchara.
Él se movía
dentro de mí pausadamente, cada vez mejor, cada vez más rápido acercándome a mi
tan anhelado orgasmo, mi mejilla tocó el vidrio y sentí un escalofrío recorrer
mi espina dorsal, sentía el aliento caliente de Edward en mi cuello, en mi
oreja susurrando con cada embestida mi nombre, mordí mis labios, liberando
suspiros tan sólo.
Las manos de
Edward se apretaron aún más a las mías haciéndome saber que él estaba cerca, al
igual que yo, no pude mantener los ojos abiertos por más tiempo, cada vez todo
era más insoportable y sólo podía ver entre pestañeos las deslumbrantes luces
de los anuncios allá afuera.
Edward bajó
una mano hasta mi clítoris y presionó su palma en él, me tambaleé sobre mis
pies, Edward envolvió un brazo en mi cintura mientras se vaciaba en mi
interior, el orgasmo fue tan intenso para los dos, que por un segundo dudamos
si seguíamos en la tierra.
–Oooh, oooh–
gemí mientras aún sentía el potente latido de mi centro y la mordida de Edward
en mi nuca.
El sólo
gruñó sonoramente cuando su clímax llegó y me apretó aún más a él, haciendo una
leve presión en mi bajo vientre.
Se inclinó
sobre mí, pero aún así yo no soportaba ni un gramo de su peso, besó la parte
trasera de mí oído y luego con sumo cuidado se acuclillo a mis pies y acomodó
mis bragas en su lugar, me bajó el vestido y alisó todas las arrugas que
podrían existir en él.
Cuando me
erguí, el ya tenía puestos los pantalones y el cinturón, sentí bajar una gota
caliente por detrás de mi cuello. Tenía calor.
–Nunca voy a
cansarme de hacer el amor contigo, Isabella.
El rubor
coloreó mi cara.
–Yo tampoco–
acepté y le lancé un beso.
¿Así siempre
sería? ¿Palabras dulces antes y después del sexo? ¿Discusiones y
reconciliaciones? ¿Habitaciones negras? ¿Deseos bajos? ¿Cenas por las noches en
casa de sus padres? ¿Besos y caricias?
Salimos de
la oficina, yo me puse mi abrigo tomándome mi tiempo en acomodar bien el
cinturón, pude notar la mirada preocupada de Edward.
–Estás muy
delgada Isabella, necesitas comer más.
Me extrañé,
sabía que era delgada, tal vez flacucha, pero toda mi vida había sido así. Por
más que me esforzara en engordar nunca lograría tener aunque sea un poco de
curvas. Además, el cinturón era muy ajustado y me hacía ver más delgada de lo
que en realidad era.
–Nada de
eso, estoy bien.
Pero no
logré tranquilizar a Edward. No me quise imaginar las medidas que a partir de
ese momento tomaría para que yo subiera unos cuantos kilos.
Ya en el
auto, mientras Edward doblaba hacia la derecha por la Quinta Av. No me abstuve
de preguntar.
– ¿No iremos
a mi departamento?
– ¿Para qué?
–Bueno, como
es la cena en casa de tus padres, pensé que tendría que ir a cambiarme.
Negó.
–Así te ves
perfecta, no necesitas cambiar tu vestuario.
Entonces
dejé de luchar. Si Edward decía que así estaba bien pues… así estaba bien. Miré
el reloj del auto, eran las nueve y la casa de Esme y Carlisle estaba en Long
Island, no llegaríamos a tiempo.
Por fin después
de aproximadamente una hora empezamos a ver como las casas iban aumentando de
tamaño y lujo, luego de varias cuadras, Edward se detuvo frente a una… ¿qué es
lo que había dicho Edward? A si… Frente a una casa de campo, ¡pero qué va! Para
mí una casa de campo era algo pequeño, situado en medio de un bosque y con una
chimenea y máximo tres habitaciones. Pero lo que tenía frente a mí no era nada
de eso. Era una mansión. Las paredes blancas y con diferentes niveles con los
tejados de dos aguas, un estilo demasiado extraño de francés- minimalista, el
jardín era enorme, ahí podrían caber a lo poco, trece autos.
Edward abrió
mi puerta y me tendió la mano, caminamos hasta el porche de la enorme casa y él
tocó el timbre, Esme nos abrió con una gran sonrisa.
– ¡Pasen,
pasen!
Cerró la
puerta a nuestras espaldas. Ahí en la sala, estaban todos, Carlisle, Emmet,
Rosalie, Alice y Jasper. Edward y yo saludamos a cada uno y luego nos sentamos
en uno de los sofás, Edward me abrazó por la cintura.
El ambiente
era demasiado íntimo y a pesar de que estábamos en silencio, no era pesado,
Rosalie estaba muy sonriente y desinhibida, lo contrario que Alice, a pesar de
estar igual de sonriente y cariñosa con Jasper, yo la conocía demasiado bien,
ella tenía algo.
Lo dejé
pasar. No quería salir en ese momento con mis preguntas.
–Por favor,
pasen a la mesa, la cena está lista– anunció Esme.
Todos nos levantamos
y nos dirigimos a la mesa, Carlisle, como siempre, a la cabeza del comedor, con
Esme a su derecha, a la izquierda se sentó Edward y a su lado yo, Rosalie se
sentó en medio de Esme y Emmet y a mi lado estaba Alice, seguida por Jasper.
La mesa estaba
servida a rebosar, había carne de un fino corte de res a término medio, crema
de maíz, pan horneado, quesos de diferentes tipos y vino tinto.
–Has
preparado mi comida favorita mamá, gracias– dijo Jasper mientras comía
vorazmente, Esme inclinó la cabeza hacia un lado con una sonrisa maternal en el
rostro.
La cena
estaba deliciosa, tanto que inclusive pedí un segundo plato de crema de maíz y
un segundo corte de carne, tomé la mano de Edward por debajo de la mesa, Carlisle
platicaba con Emmet algo que no entendí muy bien y Rosalie asentía.
Volteé para
el otro lado, hacia Alice, ella apenas había probado bocado, me preocupé.
– ¿Te pasa
algo?– susurré. Ella contestó un casi inaudible “no”
Podía mentir
muy bien, pero yo sabía que algo me ocultaba, algo que tenía que ver conmigo
porque de lo contrario ya me lo hubiera dicho.
Cuando todos
terminamos nuestros platos Esme se levantó a recogerlos y luego nos ofreció
postre, a lo que todos contestamos que sí.
El color
subió a mis mejillas, podía apostar que mi cara estaba del color del camino de
mesa. Roja. Y eso se debía a que el postre no era nada más y nada menos que un
brownie bañado en chocolate con una gran montaña de crema batida encima. Miré
de reojo a Edward, quien también estaba sonriendo ante nuestra broma privada, apretó
mi mano por debajo del mantel y una oleada de calor me invadió de nuevo, las
promesas que había hecho esa tarde, con el chocolate en sus labios…
Gracias al
Cielo nadie se dio cuenta de nuestras caras mientras comíamos el brownie.
Me sorprendí
a mi misma aún hambrienta a pesar de todo lo que ya había comido. Decidí no
pedir más. Es que hasta yo no sabía lo que me pasaba, jamás había comido tanto
en toda mi vida, tal vez era por lo poco que comí comparado con el GRAN
ejercicio que hice con Edward.
La cena
terminó y todos volvimos a la sala de estar, fue como si esa vez Emmet hubiera
estado practicando para ser el alma de la fiesta porque empezó a contar la vez
en la que cuando era niño por accidente tiró a Edward dentro de una coladera y
lo dejó ahí por dos horas mientras ideaba algún plan para sacarlo de ahí, todos
reímos, Emmet era muy bueno para las anécdotas y tenía ángel para los chistes.
Comenzó a agradarme, ya que la primera vez que nos vimos no había sido del todo
cordial el encuentro.
Hasta Edward
estaba riendo, se veía joven y feliz.
–Pero
recuerda que tú tuviste la culpa, Emmet– se defendió Edward –Lo hiciste a
propósito, me dijiste que se te había caído un juguete al pasto que rodeaba la
coladera y yo quise ayudarte pero al llegar tú me empujaste, no fue ningún
accidente.
Rosalie
abrió la boca –No me habías contado eso, osito– rió.
Me percaté
de que Esme no estaba en la plática, al contrario estaba en la mesa recogiendo
los trastos, por lo que me levanté y me dirigí a ayudarle, Edward no reparó en
mi ausencia.
–Te ayudo,
Esme– dije mientras tomaba los platos en mis manos.
–Oh,
tranquila, no hace falta, yo puedo apañármelas sola.
Pero no hice
caso, por lo que terminé de recoger los platos, cubiertos y copas y las dejé en
el fregadero de la cocina y comencé a lavarlos, mientras, Esme guardaba la
comida sobrante en la nevera, decidí que ese era un buen momento para platicar
con ella.
–Y… ¿por qué
se fue Edward a estudiar a Inglaterra?– traté de sonar desinteresada.
–Dijo que
quería cambiar de ambiente, ¿sabes? Nunca le ha gustado vivir en Nueva York así
que cuando cumplió dieciocho años quiso regresar a su lugar natal y estudiar en
Londres la universidad.
Paré con lo
que estaba haciendo y me giré, dándole la cara a Esme.
– ¿Lugar
natal?– repetí confundida.
Esme me miró
con las cejas levantadas.
– ¿Edward no
te lo ha contado? El nació en Inglaterra, en Londres para ser más exactos.
Me hice para
atrás. ¿Edward era inglés?
–Nunca me lo
había mencionado– respondí al tiempo que me giraba reanudando mi tarea.
–Pues en su
acta de nacimiento y en sus papeles tiene a Londres como lugar natal.
– ¿Y por qué
nació allá?– de pronto estaba muy ansiosa por saber.
Esme rió
mientras continuaba colocando la comida en el refrigerador.
–Carlisle
decidió que era necesario viajar a Londres para atender la empresa que tenemos
allá, estuvimos ahí alrededor de un año y entonces me embaracé de Edward, ahí
nació y vivió durante los primeros dos años de su vida, luego regresamos a
Nueva York y tuve a Emmet.
Escuchaba atenta
todo lo que me decía, era tan interesante y al mismo tiempo tan frustrante…
¿por qué Edward jamás me había contado aquello?
–Edward
obtuvo la residencia americana gracias a que Carlisle nació aquí.
Me giré de
nuevo.
– ¿Acaso tú
tampoco naciste aquí?
Esme sonrió
otra vez.
–No. Yo nací
en Italia.
–Wow!– fue
lo único que pude decir. ¿Esme italiana? – ¿Cuánto tiempo viviste allá?
–Apenas
cuatro años, luego mi familia se vino a los Estados Unidos, más concretamente a
Pennsylvania y al cabo de unos años nos trasladamos a Nueva York, estudié la
carrera de literatura y conocí a Carlisle– una sonrisa enorme cruzó su rostro
cuando lo dijo.
– ¿Y los
abuelos de Edward? ¿Tus padres? ¿Dónde están?
Esme me miró
–No están muertos, si es a lo que te refieres, pero hace ya cinco años no han
hecho más que viajar alrededor del mundo. Ahora están viviendo en Miami. La
última vez que nos visitaron fue el año pasado, el día de Acción de Gracias, ojalá
que en Navidad vengan los abuelos, Edward es el favorito de mi madre y ella te
amará cuando te vea, el abuelo es algo más difícil, pero no te preocupes, a él
también le caerás bien, aunque Rosalie sea su favorita.
Sonreí. Me
hizo ilusión conocer a la familia de Edward… lo que desembocó en otra pregunta.
– ¿Y los
padres de Carlisle?– deseé mentalmente con todas mis fuerzas que Esme no
pensara que era una chismosa.
–Ellos viven
en Rusia, son igual de cálidos que mis padres, dijeron que vendrían para
Navidad, así que, tienes suerte, en pocos días conocerás a la familia entera del
Clan Cullen – Platt.
Maldije
mentalmente, eso me recordaba que aún no le había dicho a Edward que no pasaría
la Navidad en la ciudad.
– ¿Cómo se
conocieron Carlisle y tú?– pregunté cambiando de tema.
Esme soltó
un largo suspiro y se recargó en la isla que había en el centro de la cocina.
–Yo estaba
estudiando literatura en la NYU y un día me dejaron la tarea de hacer un ensayo
acerca del impacto que el libro Jane Eyre tuvo en la población inglesa de los
años mil ochocientos, para eso tuve que ir a la biblioteca de la universidad
para retomar el libro y entonces en una de las mesas estaba él, leyendo Tess de
los d’Urberville, uno de mis libros favoritos y me sorprendió ver a un hombre
leyendo eso, me intrigó así que me acerqué a él y le pregunté por qué leía el
libro, qué le llamaba la atención de la lectura, entre otras cosas, y luego sin
siquiera darme cuenta los dos estábamos solos en la biblioteca y ya habían
pasado tres horas desde que habíamos comenzado a charlar, y me fui, no sin
antes prometerle que al día siguiente lo vería ahí en el mismo lugar, te
sorprenderás de saber que hasta el segundo día no reparé en lo guapo que era, vernos todos los días se volvió una rutina, hasta
que él me invitó a un paseo y me compró un helado–. Esme se levantó de la mesa
y caminó, quedando a mi lado –Ese día me dijo que le gustaba y me pidió que
fuera su novia, obviamente contesté que sí, con el paso del tiempo, Carlisle me
dijo que su familia tenía dinero, mucho, y que él planeaba montar una empresa
de publicidad con esa fortuna– hizo una pausa, suspiró – ¿Te imaginas? Un
estudiante de mercadotecnia que en menos de un año logró construir una empresa
y hacerla una de las mejores del mundo, por eso es que lo admiro y lo amo
tanto, al cabo de un año, cuando él ya conocía a mi familia y yo a la suya, me
pidió que nos casáramos, era una locura, y lo sabía, éramos muy jóvenes, pero
nos amábamos con todo el corazón– Su expresión de un momento a otro se volvió
triste –Lamentablemente eso no bastó para nuestros padres, que se opusieron a
que nos casáramos argumentando que teníamos muy poco de conocernos, no nos
importó, hicimos caso omiso del mundo y de todo lo demás y un fin de semana,
huimos a Las Vegas, ahí nos casamos a los dos días regresamos a la ciudad–
soltó una carcajada haciéndome reír a mí también –Obviamente nuestra familia
estaba furiosa pero cuando vieron que nos resbalaba lo que ellos dijeran u
opinaran terminaron por aceptar de buen grado nuestro matrimonio, que al cabo
de dos meses se convirtió en una boda por la iglesia y por lo civil, fue la
boda de mis sueños Isabella, yo parecía una princesa con mi gran vestido blanco
y Carlisle un príncipe azul en su traje negro, fue todo tremendamente hermoso,
y luego, en nuestra luna de miel, en un crucero por el Caribe, me embaracé de
Edward, ya había terminado mi carrera y me sentía feliz y realizada con la vida
que tenía, a la fecha, todo sigue siendo como un cuento de hadas– Esme se quedó
unos momentos largos mirando hacia el techo, luego bajó la vista y me sonrió tiernamente
–Lo siento, Bella, creo que hablé demasiado ¿verdad?
Agité la
cabeza en respuesta –No, no. Nada de eso.
Ella me tomó
una mano y con la otra me dio unos pequeños golpes sobre el dorso.
–Ahora
cuéntame tú. ¿Y tus padres?
Torcí la
boca y bajé mi mirada, fui consciente de que por mi rostro pasó una sombra de
dolor, que yo creía superada.
–Yo sólo
tengo a mi padre. Charlie. Mi mamá murió intentando escalar los Alpes, cuando
yo tenía doce, nunca conocí a mis abuelos ni tíos o algo parecido, la única familia
que conozco desde que era adolescente ha sido mi papá.
Esme me
abrazó.
–Oh cariño,
cuánto lo siento, estoy segura de que tu madre estaría muy orgullosa de ti. Por
lo que me ha contado Edward, dice que eres una estupenda estudiante de
publicidad y que la campaña que ha dejado en tus manos va de maravilla.
–Gracias–
logré decir.
Entonces
Edward irrumpió en la cocina.
–Oh,
Isabella, me has dado un susto de muerte, no sabía dónde estabas– caminó con
pasos lentos hacia mí.
–Tranquilo
Edward, ella sólo me estaba ayudando con la cocina.
Él sonrió.
–Bueno mamá,
me temo que tenemos que irnos, es la una de la mañana.
Me alarmé.
¡¿La una de la mañana?! ¿A dónde se había ido el tiempo?
Esme se
llevó una mano al pecho.
–Pero es ya
muy tarde, sería más conveniente que se quedaran a dormir, no importa que
mañana lleguen un poco tarde a la empresa, es muy peligroso que conduzcas a
estas horas.
Se me
ablandó el corazón. A pesar de que los tres hijos de Esme ya eran todos unos
hombres hechos y derechos ella seguía comportándose como una mamá gallina.
–No podemos
mamá– dijo Edward –Pero te prometo que conduciré con cuidado. Tenemos que
irnos.
Esme
suspiró, resignada y luego asintió.
Los tres
salimos de la cocina, el resto de la familia seguía en la sala aún platicando,
Edward anunció nuestra partida.
–Que te vaya
bien en Italia– dijo él cuando abrazó a Jasper y le palmeó la espalda. Alice
tenía lágrimas en los ojos.
Yo por igual
tomé firmemente la mano de Jasper y en un abuso de confianza le di un abrazo.
–Que tengas
suerte– susurré. Él me hizo una inclinación de cabeza a modo de agradecimiento.
Luego tocó
el turno de despedirme de Alice.
–Recuerda
que mañana tienes que llegar a la empresa temprano– dije en su oído mientras la
estrechaba entre mis brazos.
–No te
preocupes, ahí voy a estar– contestó.
–Tú tienes
algo que no quieres contarme– susurré y me separé de ella. Alice no contestó
nada, por lo que se confirmaron mis sospechas.
Como en ese
momento no pude preguntarle más, al día siguiente en la oficina lo haría.
Luego seguí
despidiéndome del resto, al igual que Edward, para mi sorpresa Emmet me
despidió con un abrazo y con un beso en la mejilla, haciendo que me sonrojara,
Rosalie me abrazó también.
Esme y
Carlisle nos acompañaron hasta la puerta y se quedaron en el porche
contemplando como Edward arrancaba el auto y nos íbamos perdiéndonos en la
oscuridad.
OoO
De regreso
hacia Manhattan pude identificar la zona en la que vivían los padres de Edward.
Old Westbury, en el condado de Nassau.
Edward
manejaba por la Interestatal 278 Oeste. Carraspeé.
–Así que…–
me giré a verlo – ¿Por qué no me habías contado que habías nacido en
Inglaterra?
Edward
arrugó el entrecejo.
–No le
encontré la menor importancia.
Ladeé la
cabeza –Bueno, pues, tampoco me contaste que tu madre era italiana, tampoco me
contaste que tus abuelos vendrían en Navidad ¿Tampoco le encontraste
importancia a eso?– mi voz era calmada y pausada, pero yo por dentro estaba
enojada.
– ¿Así que
quieres comenzar a pelear de nuevo, eh?– dio vuelta en la curva.
Respiré –No
es que quiera pelear Edward, pero ¿acaso no te das cuenta de la razón de mi
enojo? Yo te he contado varias cosas de mi vida, mis sueños, mis pesadillas,
mis sufrimientos, mis alegrías, todo, en cambio tú no me cuentas casi nada, sólo
estás conmigo cuando quieres sexo, no me tomas en serio.
El chirrido
de llantas resonó sobre el asfalto, Edward había frenado de golpe. La carretera
estaba vacía y oscura, casi tenebrosa. Él se giró sobre su asiento, sus ojos
estaban entornados, sus manos sobre el volante.
– ¿Qué no te
tomo en serio? ¿Que sólo estoy contigo cuando quiero sexo? ¿Qué tal la vez en
la que creímos que estabas embarazada? Te apoyé en todo momento, e incluso te
compré un café para calmarte. ¿Qué tal la vez en la que te llevé a mi casa y te
presenté a mis padres? ¿Qué tal la vez en la que te llevé de día de campo? ¿Y
cuando te llevé al mar? ¿Y cuando te llevé a un bungee? O incluso está la vez
en la que te conté que dos mujeres se habían suicidado por mi culpa. ¿Y aún así
dices que no te tomo en serio?
–Edward yo…
– ¡No
Isabella! ¡Te he dicho incontables veces que te amo! ¡Que eres la mujer más
importante en mi vida!
–Pero es que
entiéndeme– alcé la voz –Si me has contado cosas tan íntimas y delicadas como
lo de tus ex, ¿por qué no me contaste algo tan simple como que no habías nacido
aquí?
Edward
suspiró.
–Digamos que
Inglaterra no es un lugar grato para mí, sé por el contrario a ti te encantaría
ir, pero para mí, Londres representa el último lugar al que iría en mi vida.
Asentí – ¿Por
qué?
–Por cosas
que ahora no es el momento de contar.
Rodé los ojos
y me acomodé en mi asiento, dejando claro que no quería seguir hablando.
Edward
entendió, arrancó el auto y siguió con el camino.
¿Por qué
diablos habíamos peleado tanto en el día?
OoO
La cena en
casa de los padres de Jasper había acabado.
Por el
contrario a Edward y a Bella, Jasper y Alice sí se quedarían a dormir en la
mansión.
Jasper cerró
la puerta de la habitación y luego, abrazó a Alice por la espalda, besó su
cabello.
–Amor,
cálmate ya. ¿Por qué no haces esa llamada que tanto anhelas hacer y te quitas
de dudas?– inquirió.
Alice se
separó de él.
–Tienes
razón, voy a averiguarlo.
Se giró y se
dirigió a la mesita de noche, donde estaba el teléfono. Sacó el papel del
bolsillo trasero de su pantalón y comenzó a marcar el número. Se llevó el
auricular al oído y escuchó los pitidos. Jasper se colocó detrás de ella
posando una mano en su hombro.
–Centro de
Salud Mental Centurión, ¿en qué puedo servirle?– respondieron del otro lado de
la línea.
Alice
comenzó a morderse las uñas.
– ¿Podría…–
su garganta le falló – Podría comunicarme con el doctor William Stahl?
– ¿Quién lo
busca?
–Soy… tengo
información de Rachel Collins.
–En este
momento la comunico con él, un momento por favor.
Le sorprendió
la súbita eficacia y rapidez de la recepcionista. Segundos después una voz
masculina y profunda le contestó.
– ¿Diga?
– ¿Doctor
Stahl? Soy Alice Brandon– murmuró.
–Me han
informado de que usted tiene información de Rachel Collins.
Alice se
llevó una mano a la frente, perlada de sudor.
–Soy alguien
cercano a ella y he encontrado una carta firmada por usted, en donde avisa que
ella debe regresar a la institución.
–Así es.
– ¿Podría
decirme por qué la señorita Rachel estuvo en ese psiquiátrico?– inquirió ella y
tuvo la impresión de que su corazón había subido a su garganta.
–Eso es
información confidencial, me temo que no puedo decirle nada– respondió el
director.
–Soy jefa de
Rachel Collins, no había sido informada de que ella había estado en un psiquiátrico,
por favor, necesito que me diga lo que está pasando.
–En ese
caso, supongo que podría hacer una excepción– le respondió –La señorita Rachel
Collins estuvo internada en este psiquiátrico porque le fue detectada
esquizofrenia de tipo indiferenciado, es decir que no presenta alucinaciones ni
estados catatónicos, por el contrario la paciente experimenta dificultad para
sentir emociones y puede desarrollar obsesiones hacia algo o alguien que pueden
llegar a ser peligrosas, todo eso sumado a que presenta un cuadro depresivo
crónico que en cualquier momento puede provocar algo grave.
Alice
contuvo la respiración, su cabeza daba vueltas y tenía náuseas.
– ¿Por qué
se detuvo el tratamiento?– esa era la pregunta del millón.
–La paciente
escapó, hace dos meses y de algún modo consiguió el pasaporte y la visa para
Estados Unidos, ella dijo que quería retomar su anterior vida, claro eso no
podría ser posible, ninguna pasarela la aceptaría de nuevo, y menos luego de lo
que hizo.
– ¿Qué… qué
hizo?
– ¿No lo sabe?
Me sorprende, la noticia fue muy sonada en el país.
–No, no
estoy enterada.
Alice tomó
firmemente la mano de Jasper, mientras que él tenía un gesto preocupado en el
rostro.
–Rachel
Collins era una famosa modelo de las grandes pasarelas, hasta el día en que
supuestamente se suicidó por culpa de un tal Richard Williams, la noticia salió
en todos los periódicos y revistas, mucho tiempo después ella misma llegó aquí
al psiquiátrico y nos confesó quién era y nos dijo que había fingido su muerte.
– ¿Y qué paso
con Richard Williams? ¿Quién era él?
–Nunca nadie
lo supo, según Rachel, Richard era su novio y le amaba mucho, pero él la
maltrataba y se deprimió tanto por eso que decidió desaparecer del mundo de la
moda y aparentar su suicidio, aunque a veces decía que ella tenía que encontrar
de nuevo a su novio, gritaba por las noches que él la había engañado y que
necesitaba encontrarlo. Pero como ya le dije, señorita, nadie supo nunca quién
había sido Richard Williams, supongo que Rachel escapó para ir buscarlo en
Nueva York, pero sinceramente, la señorita Collins es muy peligrosa, yo le
recomendaría que cuanto antes envíe de regreso a Rachel, si ella logra
localizar al tal Richard…– el director no terminó la oración, pero tampoco fue
necesario que lo hiciera.
Alice
respiró entrecortadamente.
–Yo… yo haré
todo lo que esté en mis manos para que Rachel Collins regrese a la institución,
de eso no se preocupe.
–Se lo
agradecería infinitamente, señorita Brandon, si yo no he dado aviso a la
policía de que un paciente de alto riesgo se escapó de la institución es porque
de inmediato la noticia saldría en los periódicos, y yo tengo un contrato de
confidencialidad que cumplir, nadie en el mundo sabe que Rachel está viva.
Ella carraspeó.
–Tengo…
tengo que colgar– dijo –Le agradezco la información que me ha dado.
–Señorita–
le detuvo el doctor Stahl –Cuídese mucho por favor y de ser posible nunca esté
sola con la paciente, Rachel no ha tomado en todo este tiempo el medicamento ni
las terapias, por lo que se hace aún más posible que en cualquier momento sufra
un ataque y peligre su vida.
Alice colgó,
sin decir más.
– ¿Qué pasó?
Jasper
estaba casi o tan preocupado como Alice.
–Tengo que
encontrar a Richard Williams– susurró en voz baja. Jasper apenas le escuchó.
–Alice, dime
en este momento qué pasa.
Jasper
tembló cuando Alice terminó de decirle todo.
– ¿Qué debo
hacer Jazz? ¡Dime!
Jasper
empezó a caminar en círculos y se pasó una mano por el cabello, pareciéndose a
Edward en el gesto.
–Lo primero
que tienes que hacer es hablar con Edward. Él tiene que saber esto cuanto
antes.
– ¿Y Bella?
¿No le diremos a ella?
–Ya te lo dije Alice,
se lo diremos a Edward, él decidirá si decírselo o no a Isabella.
–Pero…
–Confía en mí Alice, es
lo mejor, es lo mejor.
OoO
Edward me
había convencido de dormir en su apartamento, me había dicho que tenía ropa
para mí en un clóset, además así tendría más tiempo para reconciliarme con él.
–Discúlpame
por lo de hace un rato– murmuré cuando él se acostó a mi lado.
Me sonrió y
acarició mi mejilla.
–Está bien,
creo que la culpa fue mía, armé una discusión de algo tonto, si no te dije que
había nacido en Londres fue porque no le encontré importancia, lo cual no
quiere decir que no te tenga confianza.
Asentí.
– ¿Qué tal
estuvo la reunión que tuviste con tu familia?– cambié de tema.
–Fue muy
buena, hacia bastante tiempo que no platicábamos todos juntos, excepto porque
me robaste a Esme en toda la cena. ¿Qué tanto platicaron?
Encogí los
hombros.
–Me contó
acerca de que habías nacido en Londres, que ella era de Italia, que tus abuelos
de Rusia y Miami vendrían en Navidad y me contó también la historia de cómo
había conocido a Carlisle.
–Admiro el
matrimonio de mis padres– murmuró –Siempre están felices y a la más mínima discusión
encuentran tarde o temprano algún modo de arreglarlo.
Comencé a
jugar con mis dedos.
–Edward… no
te lo había dicho pero… no… no voy a poder pasar la Navidad contigo.
Fue claro
que se había enojado. ¡Mierda! ¡Otra discusión! La Madrastra se puso los guantes
de box, preparándose para la pelea. Mientras que Blancanieves bufaba.
–Me voy a ir
a Forks, hace mucho tiempo que no veo a mi padre, tengo que estar con él.
–Pero tu
padre vendrá para tu ceremonia de clausura de semestre.
–No es lo
mismo, tengo que visitarlo al menos.
Edward se
giró, quedando boca arriba.
–Tenía la
esperanza de que conocieras a toda mi familia.
Me mordí el
labio. –Yo también Edward, pero no puedo, lo siento.
– ¿Puedo ir
contigo?
¿?¿?¿?¿?
– ¿A dónde?–
me recargué sobre mi codo.
–A Forks, a
pasar la Navidad contigo y con tu padre.
Oh, oh.
–Tengo que…
hablar con papá sobre eso.
Edward me
miró ilusionado.
–No estoy
diciendo que sí, Edward.
–Soy un
encanto Swan, tu padre me recibirá en su casa con los brazos abiertos.
Me guiñó un
ojo y yo reí.
Bueno… al
menos no lo ha tomado del todo mal… Aunque ahora tenía
otro problema con Charlie.
OoO
Bostecé
sobre mi escritorio, no había dormido mucho y me había levantado demasiado
temprano para mi gusto.
Edward me
había levantado con un rico desayuno y me sorprendió cuando me había dicho que
ya había escogido mi ropa, le agradecí con un enorme beso, no había despertado
de mucho humor para poner atención en lo que me pondría. Él había elegido un
vestido en tono rosa palo hasta más abajo de la rodilla, con el cierre
transversal y mangas ligeramente abombadas, un cinturón delgado para hacer
juego, tacones de Buffalo en tono beige y un bolso púrpura, el vestido era
bastante abrigado, lo que me hacía sentir mucho más cómoda.
Edward había
elegido ponerse un traje negro Armani y corbata color vino. Deslumbrante como
siempre.
El timbre
del elevador anunció la llegada de alguien.
Me sorprendí al ver como aquel chico… el chico moreno que había
venido el otro día, llegaba con traje puesto. ¿Qué estaba pasando aquí?
–Hola linda– me saludó y me guiñó un ojo.
Jessica estaba a punto de babear… y Kate también, vamos que el
chico estaba guapo… pero ¿en serio? Él tenía algo que no me gustaba nada.
– ¿Se te ofrece algo?– inquirí.
Él alzó una ceja – ¿Tu jefe no te lo dijo?
Negué con la cabeza.
Él extendió los brazos –Soy el nuevo gerente de ventas– rió.
Abrí los ojos ¿Qué?
Aquí estaba pasando algo raro o no había escuchado bien, fui
consciente de las miradas sorprendidas que Kate y Jessica le lanzaban a Jacob.
–Anda linda, hazme un favor y dile a tu jefe que estoy aquí.
Me levanté de mi lugar, aún sin poderme creer lo que estaba
pasando, entré al despacho de Edward sin tocar.
–Jacob Black está allí fuera, señor, el nuevo gerente de ventas–
anuncié.
Edward levantó la vista y su bolígrafo resbaló de sus dedos.
– ¡¿Qué?!– Gritó –Dile que pase.
–
Pase,
señor Black.
Apreté los dientes cuando el moreno pasó a mi lado sonriéndome con…
¿deseo? ¡Puagh!
Miré por última vez a Edward, dándole a entender con la mirada que
él me tenía que explicar lo que pasaba.
Me devolví a mi asiento. ¿O sea que Edward había mandado a Jasper a
Italia y le había dado el puesto a ese… chucho? Estaba confundida, un día ese
chico moreno se presenta en la empresa y dice que tiene cosas muy importantes
para Edward y él, dos días después, le da trabajo, todo era muy raro.
Continué con mi trabajo, haciendo un gran esfuerzo por
concentrarme.
OoO
POV Edward.
– ¿Por qué demonios viniste hasta aquí?– pregunté enfadado, en esos
momentos lo único que quería era golpear a ese chucho hasta hacerlo sangrar.
Él sonreía cínico y despreocupado, con las manos en sus bolsillos.
–Supuse que me tendría que presentar a mi jefe en mi primer día de
trabajo, dime ahora ¿Por dónde empiezo? ¿Dónde está mi oficina?
Mi cerebro retumbaba, seguramente, después de esto, gracias a ese
imbécil, tendría otra pelea con Mi Bella.
Descolgué el teléfono y marqué un número.
– ¿Jane? Muéstrale al señor Jacob Black su nueva oficina.
Colgué y le encaré.
–Jane Duncan es tú secretaria personal, ella te mostrará tu oficina
y te pondrá al tanto de lo que tienes que hacer, dime. ¿Tienes siquiera
experiencia en el campo de las ventas?
Él se carcajeó.
– ¿Pero qué dices? No tengo ni puta idea de ventas– se encogió de
hombros –Pero haré mi mejor esfuerzo– se dirigió a la puerta. –Ah. Si algo sale
mal con mi trabajo, hazte un bien y ni siquiera pienses en despedirme o ya
sabes lo que pasará, tu linda y deliciosa princesa que tienes por asistente se
enterará.
Abrió la puerta y se fue.
No supe bien lo que tenía entre las manos, pero lo lancé hacia la
puerta y éste se rompió en miles de pedazos.
Tenía que deshacerme de ese imbécil antes de que me jodiera más la
vida.
Estaba en peligro no sólo mi relación con Isabella, si no también
mi empresa, la empresa que mi padre había dejado en mis manos.
Volví a hacer una llamada.
– ¿David? Quiero que te encargues de toda el área de ventas, el
gerente es un estúpido que no sabe hacer nada, por favor, no le dejes solo.
David era el jefe de ventas, a partir de ahora él estaría manejando
prácticamente las ventas de toda la empresa.
OoO
Justo después de que el “Nuevo gerente de ventas” se fuera,
llegaron Alice y Jasper al piso.
– Buenos días– saludó Jasper.
–Buenos días– contesté – ¿Se les ofrece algo?
–Tenemos que hablar con Edward.
Su cara era serena, pero la de Alice reflejaba miedo puro.
– ¿Pasa algo grave?
–Tenemos que hablar con Edward– repitió Jasper –Con permiso.
Y dicho eso desaparecieron por la puerta de la oficina de Edward.
¡Maldición! ¿Qué estaba pasando?
OoO
POV Edward.
Jasper y Alice irrumpieron en mi oficina.
– ¡Jasper! ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar ya en Italia?
–Alice tiene que decirte algo.
Sentí como el ambiente en el lugar cambiaba. Miré a Alice.
– ¿Qué ocurre?
Ella se quitó la mascada que traía en el cuello y empezó a
retorcerla entre sus manos.
–Es sobre la modelo de la campaña– dijo ella –Pero… me gustaría
que… que Belli estuviera aquí.
Me levanté y miré a Alice con ojos de advertencia.
– ¿Qué tiene que ver Isabella en todo esto?
Jasper avanzó tres pasos hacia Alice.
–Yo le dije a ella que te lo dijera todo a ti y que tú decidieras
si contárselo o no a Isabella.
Me crucé de brazos.
–Sea lo que sea que tengan que decirme Isabella no estará presente,
así que habla ahora, Alice.
Miró hacia el suelo, luego hacia los cristales.
–Descubrí por accidente un papel en el bolso de la modelo y…
descubrí que era de un psiquiátrico. Edward… la modelo está residiendo aquí en
New York con papeles falsos y además ella era… es paciente del Centurion, un
hospital de salud mental en Inglaterra. Ella se escapó hace dos meses de ahí.
Llevé mi dedo índice y pulgar al puente de mi nariz. Esto era
grave.
–Y eso no es todo– anunció Alice. –Ayer por la noche llamé al
psiquiátrico y me dijeron que… que ella tiene esquizofrenia diagnosticada y que
es muy peligrosa Edward. El director del centro también me dijo que ella había
venido a Nueva York para buscar a alguien.
Estaba confundido.
– ¿Y eso a mí qué me importa? No me interesa detrás de quién esté
ella. Hay que mandarla de regreso a Inglaterra.
Jasper me interrumpió.
–Tienes que escucharla, Edward. Por favor.
Me quedé en silencio, preparándome para lo que fuera que Alice iba
a decirme.
–Tal vez, como tú dices, no debería de importarte quién sea ella o
detrás de quién esté, pero yo lo considero importante– ella caminó hasta el
sofá y se sentó –El director del hospital me dijo que ella había sido en el
pasado una famosa top model que supuestamente se había suicidado.
Respiré. Esa historia me sonaba terriblemente familiar.
–Me dijeron que ella se había suicidado por culpa de un novio que
había tenido. Pero que ella había fingido su muerte sólo para alejarse del
mundo de la moda, pero al parecer, su novio también la abandonó.
Me pasé una mano por la frente.
– ¿Cómo… se llama la modelo, Alice?
Ella frunció el ceño, no esperándose la pregunta.
–Ella se llama Rachel Collins y me dijeron que estaba detrás de un
tal… Richard Williams.
Mi mundo se vino abajo, como una gran torre de bloques de Jenga.
Quise pensar que eso no estaba pasando, quise pensar que todo era
un sueño y que yo seguía dormido, a lado de Mi Bella, abrazando su cuerpo
cálido y dulce.
No. No. No. No.
OoO
Canción: Strangeness And Charm.
Artista: Florence And The Machine