−Bella,
yo sé que es difícil de entender…
−
¿Qué? ¿Difícil? ¡Edward! ¡Tenemos que despedirla! ¡Es un peligro!
Él tomó mis manos entre las suyas.
Cómo le agradecía al cielo que esa modelo loca no le hubiera hecho nada…
−No
podemos. Pone en sumo peligro a la campaña.
Bufé. Maldita campaña.
−Ella
va a terminar su contrato en la empresa, y una vez terminado yo personalmente
me aseguraré de que ingrese a un psiquiátrico en Inglaterra de alta seguridad.
−Oh,
Edward. Perdóname una vez más por pensar cosas que… Pero pues… todo se veía tan
extraño ¿qué querías que pensara?
Me sonrió.
−Lo
importante es que te tengo de nuevo a mi lado.
OoO
Edward cerró la puerta con seguro.
−Acerca
la cara al escritorio− ordenó.
¿?¿?¿?
−
¿Qué?
−Shh.
No preguntes. Acerca la cara al escritorio. Obedece.
Acerqué tanto el rostro al
escritorio que casi podía ver cada fibra de vidrio por la que estaba formado.
−Pon
las palmas sobre el cristal, a los lados de tu cabeza.
¿Qué? Estoy en una posición totalmente
sexual. Mi trasero está expuesto.
Hago lo que me indica.
Poco a poco él se acerca y pone sus
manos en mis caderas. Siento su erección clavarse en mi sexo, a través de la
falda.
OoO
Edward
me está mirando como lo ha hecho últimamente. Ojos escrutándome, llenos de
culpa y dolor.
¿Por
qué? La perra de la Madrastra me susurra al oído que todo tiene que ver con la
rubia y perfecta Rachel.
No
quiero escucharla. No puede ser. Edward me ha dicho que me ama una y mil veces.
Él no podría engañarme.
Sin
embargo, la duda está ahí, latente. Edward no ha sido el mismo desde el domingo
que Rachel se apareció en su apartamento.
El
silencio crece entre nosotros. Él no se mueve, desvía su vista de mí y sólo
respira.
.
.
.
Me
miro frente al espejo y el recuerdo de la habitación negra llega a mi mente.
Edward acariciándome y diciéndome que soy hermosa… Recuerdo que me sentí tan
segura de mi físico en ese momento como nunca en mi vida.
Supiro.
¿Y ahora? Ahora ya no estoy segura de nada. Edward no está aquí conmigo, ni siquiera
se ha ofrecido a traerme del trabajo. ¿Está con ella? ¿Con Rachel?
Me
muerdo el labio, estoy a punto de volver a llorar, pero la Madrastra se para
frente a mí, se pone una mano en la cintura y agita su cabello al viento. Somos
mejores que ella. La rubia idiota no tiene algo que nosotras sí. El amor de
Edward.
Espero
porque Blancanieves llore, como yo quiero hacerlo en ese momento, pero ella
tampoco lo hace. Tiene puesta una armadura y una espada en la mano.
Luchemos
por él, Bella.
Sonrío
y todo rastro de tristeza se va. No. No voy a darme por vencida tan fácil.
Edward Cullen es mío, y esa rubia perfecta no lo va a tener.
OoO
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