domingo, 15 de julio de 2012

Tú, Mi Obsesión Adelanto Cap 9: La Jaula Del León

 Isabella entró en la habitación, era demasiado clínica, las paredes eran blancas al igual que el piso de cerámica, a lado de la entrada había una mesita blanca alta de porcelana. Una serie de puertas de madera color negro que abarcaban toda una pared eran, al parecer, el clóset. En el otro extremo había una ventana de piso a techo que dejaba ver a toda Nueva York, frente a esta había una silla de cuero blanco y patas de metal. Y en el centro de la gran habitación dominaba una enorme cama con sábanas blancas y almohadas y edredón negro, así como la cabecera.

Bella paseaba por la habitación y, aprovechando que Edward no la veía se atrevió a abrir una de las puertas del clóset, lo primero que vió fue los trajes de Edward, miró hacia ambos lados cuidando que nadie estuviera y pegó la nariz a uno de los trajes Mmmm... exquisito...huele tan bien, estaba a punto de cerrar la puerta cuando de repente un extraño objeto que yacía al fondo del enorme clóset llamó su atención, se agachó y lo tomó entre sus manos, lo miró bien Oh, por favor, que no sea lo que creo que es... rogaba. Se sentó en la cama dando la espalda a la puerta. El instrumento era un mango largo forrado de cuero con varias tiras del mismo material que colgaban fuera de el. Isabella sintió la presencia de Edward a sus espaldas, dió media vuelta, y lo más inocente que pudo, dijo: -¿Qué es esto?
Edward sonrió -Un látigo, ¿no los conocías?- colocó la copa de vino sobre la mesita blanca
El corazón de Bella sufrió un paro cardiaco y Blancanieves había caído en coma Oh mi...
-¿Por qué tienes...un látigo?- había dejado de tomar oxígeno
El se puso tenso, sus ojos se oscurecieron -No quieres saber
-Te lo estoy preguntando- dijo -Quiero saber- sostenía el instrumento de cuero entre sus manos, estrujándolo
-Me gusta...golpear- tomó aire -a las mujeres

La madrastra encontraba aquello divertido y excitante, paseaba sus dedos por sus medias de red, mientras que Blancanieves encendía la alarma de su cabeza respirando aún con la mascarilla de oxígeno.
Doble mierda!...¿es un sádico?...Oh Dios, ayúdame... ¿en dónde me he metido?

De inmediato se hizo un silencio sepulcral en la habitación, ni Edward ni Bella se movían, hasta se podían ver detenidamente las partículas de polvo que viajaban en el aire. Bella soltó el látigo sobre la cama y se puso de pié. Edward se acercó con cuidado a recogerlo y estiró el látigo con sus puños. Ella se alejó unos cuantos pasos de él, caminando hacia la salida.
Edward comenzó a caminar hacia ella aún con el látigo entre las manos, sonreía malévolamente y tenía los ojos oscuros -No irás a correr ¿verdad?

¡Maldición!

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